Miembro de la OTAN desde hace 70 años, eterno aspirante a la Unión Europea y mediador en la guerra en Ucrania. Turquía ha mantenido estos meses un difícil equilibrio entre sus tres versiones, que podría desestabilizarse ante una escalada del conflicto, la proximidad de las elecciones o la irrupción de nuevos intermediarios para conseguir el diálogo entre ambos bandos.
“Desde el principio de la guerra, Turquía ha sabido mantener un complejo juego de poderes. Se ha posicionado de manera muy astuta como mediador para mejorar su imagen a nivel nacional e internacional, a la vez que conseguía el argumento perfecto para no romper con Moscú con quién mantiene unos fuertes lazos económicos y energéticos”, ha explicado a RTVE.es el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador asociado del CIDOB, Eduard Soler, sobre el intento de neutralidad turco.
Hasta ahora, Turquía ha condenado la invasión y defiende la integridad territorial de Ucrania, incluida Crimea, pero no ha impuesto sanciones a Rusia y mantiene una buena relación con su mandatario, Vladimir Putin. En su papel de mediador ha conseguido, además, importantes hitos como el acuerdo junto con la ONU para la exportación de grano ucraniano, el intercambio de presos y la reunión entre los ministros de Exteriores de Kiev y Moscú, aunque, en este caso, sin resultados.
“Parece que juega a dos bandas, pero en realidad su posición es más inestable de lo que parece“
“Parece que juega a dos bandas, pero en realidad su posición es más inestable de lo que parece. Si se produce una intervención de la OTAN o incluso un cambio de rumbo político en los próximos meses, Turquía podría tener que cambiar totalmente su enfoque”, advierte la investigadora del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, Melike Akkaraca, sobre las elecciones de mayo, en las que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde hace 20 años, intentará revalidar un nuevo mandato frente a una oposición unida, una grave crisis económica y en plenas negociaciones con Siria tras once años de guerra, en el que Rusia es su mediador.
Un año de la mediación turca en una posición inestable
La mediación turca nace de la dificultad a la hora de posicionarse hacia uno de los dos países, ambos vecinos y con intereses económicos y políticos. El apoyo a Ucrania recae en que una posible expansión de Moscú por el Mar Negro podría ampliar el poder ruso, algo que a priori no “interesaría a Ankara”, explica Akkaraca. También, añade por su parte, Soler, por la importación turca del grano ucraniano y por sus estrechas relaciones de turismo y comercio con Kiev ante una Unión Europea que se había mostrado hasta entonces alejada de ambos países.
Las relaciones turcas con Rusia, en cambio, se basaban en su dependencia energética “empeoraría la ya alta inflación de la economía, que está sumida en una grave crisis desde hace años”, cuenta Akkaraca, que también recuerda que Turquía ahora acoge muchos de los ciudadanos rusos y oligarcas que escaparon del país con la imposición de sanciones occidentales, a las que Turquía no se ha unido. Ambos comparten, además, relaciones en la guerra de Siria. “Para Turquía, Rusia no sólo es el vecino del norte, sino también un vecino simbólico del sur, -continúa Soler - ya que Moscú tiene una capacidad de influencia muy importante en Siria” donde Ankara amenaza con iniciar nuevas ofensivas militares contra las milicias kurdas, a las que acusa de ataques terroristas contra Turquía.
A pesar de este complejo tablero, Turquía ha conseguido algunos acercamientos entre ambos bandos. En marzo, el país acogió el único cara a cara de los ministros de Exteriores de Ucrania y Rusia, al que le siguió una segunda reunión de dos delegaciones para abrir corredores humanitarios, que se complicaron tras la masacre de Bucha. En verano, no obstante, se intensificaron los esfuerzos y se desbloqueó la salida de barcos con cereal ucraniano y fertilizantes rusos. "Hay que destacar el papel constructivo de Turquía hasta ahora en la guerra, porque gracias a sus negociaciones ha sido posible este acuerdo esencial para África, América Latina y Oriente Medio", indica la investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano, Mira Milosevich-Juaristi.
Además, Erdogan se reunió con Putin en Sochi y viajó a Leópolis para hablar con Volodímir Zelenski y pidió que no se repitiera “un nuevo Chernóbil”, en relación a la situación en la central nuclear de Zaporiyia dominada por los rusos. Un mes después se producía el mayor intercambio de presos entre ambos bandos, entre los que se encontraba el batallón de Azovstal, uno de los iconos de la resistencia ucraniana en Mariúpol antes de ser conquistada por los rusos.
Ya en diciembre, Turquía apoyó el alto el fuego que anunció Rusia con motivo de la pascua ortodoxa, pero que acabó por no cumplirse por ninguna de las partes. "Por el momento, parece que los países lo aceptan frente a otros interlocutores", explica Milosevich-Juaristi que apunta a la ONU como otro mediador que podría ser válido para el conflicto, como ha demostrado con el acuerdo del grano. Brasil, en una vuelta a la escena internacional de mano de su presidente Lula da Silva, propuso este jueves, por su parte, una coalición de estados que puedan abordar con otra mirada la paz en el conflicto, pero aún no ha habido reacciones de ningún bando al repecto.
Suecia y Finlandia, en la sala de espera de la OTAN por el veto turco
Otro de los puntos de fricción en estos últimos meses ha sido el veto de Turquía a la entrada de Suecia - que presentaba una candidatura conjunta con Finlandia - en la OTAN ante el temor nórdico a un posible ataque ruso. Ankara defendió que el país sueco acogía en su territorio como disidentes políticos a miembros del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), movimiento que busca la independencia kurda y que Turquía calificaba como terrorista. "Turquía considera que Suecia o cualquier otro país de la Alianza Atlántica debe comprender los valores culturales y religiosos del país, así como su interés estratégico y su definición de lo que es un terrorista, por lo que no lo va a poner fácil", apunta Milosevich-Juaristi.
Tras varias negociaciones, en la cumbre de la OTAN en Madrid, aceptó el ingreso de Suecia y Finlandia, pero la semana pasada Turquía retiraba su apoyo por la quema de un Corán frente a su embajadaen Estocolmo por parte de un ultraderechista y a autorizar manifestaciones de militantes prokurdos en la capital sueca. “Erdogan podría estar usando la carta del veto para recibir más fuerza y apoyo militar y para hacer ver de cara a las elecciones turcas que es lo suficientemente poderoso como para incluso detener la ampliación de la OTAN”, opina Akkaraca, algo que también cumpliría a su vez con las aspiraciones rusas de que la Alianza Atlántica no se expanda por Europa.
“Erdogan podría estar usando la carta del veto para recibir más fuerza y apoyo“
Después de las elecciones, “es posible que vuelvan a la mesa de negociación o que se plantee una vía diferente para la entrada de Finlandia, que ha sido la víctima colateral de este altercado. Turquía tampoco tiene interés en alejarse de Europa”, vaticina al respecto Soler. En esta línea Akkaraca matiza que, aunque el interés del país por la Unión Europea, de la que intenta ser miembro desde hace años, ha disminuido bajo el gobierno actual, sí sigue siendo un activo esencial en sus relaciones exteriores.
Elecciones en mayo: ¿un cambio de rumbo?
Los motivos de Turquía para eregirse como mediador no residen únicamente en la campaña exterior. También podría tener un rédito electoral a nivel interno, coinciden los expertos, que apuntan a la intención de Erdogan de mejorar su imagen ante la mala situación económica del país que padece una inflación de más del 57%. "La guerra de Ucrania solo ha hecho que empeorar una situación económica que lastra al país desde hace años, debido a las gran deuda exterior turca, la fuga de inversores por la inseguridad jurídica y a una dudosa política financiera del Gobierno que no disminuye la inflación del país", enumera Akkaraca.
Erdogan asumió el poder hace 20 años como primer ministro con el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que desbancó al DSP-MHP-ANAP, la coalición de partidos que gobernaba desde el golpe militar de 1980. En 2017, menos de un año después de la intentona golpista, reformó la Constitución para abolir esta figura y tras ser releegido por el 52% de votos un años después, se encargó del papel de jefe de Estado y de Gobierno.
Desde entonces, ostenta prácticamente todos los poderes de la República puesto que tiene potestad de nombrar casi toda la Judicatura y promulgar leyes por decreto. Ante ello, seis partidos de la oposición, a excepción del prokurdo HDP, se han conjurado en una coalición frente a Erdogan en el que prometen recuperar la situación previa a la reforma, aunque falta por perfilar el candidato.
Milosevich-Juaristi y Soler apuntan a que el cambio de mandatario es muy complicado, ya que "hay un control de medios de comunicación y de la disidencia" por parte del Gobierno actual, mientras que para Akkaraca las "posibilidades de su reelección no son tan altas como en los comicios anteriores debido al descontento". "Pero - concluye - habrá que esperar a los siguientes meses".