En cada rincón de Turquía se ve el cruce de civilizaciones. Su gastronomía refleja la mezcla de culturas que, a lo largo de la historia, ha transitado el continente asiático y europeo. Con el pan siempre presente.
En el centro de Estambul saborean los platos, mientras los primeros barcos procedentes de Ucrania atraviesan el Bósforo cargados con miles de toneladas de grano.
Al norte de Estambul, frente al mar Negro, Yörük Işık, analista geopolítico y especialista en rutas marítimas, graba con su cámara esos buques que se adentran hacia el Bósforo. “Es un momento histórico en la guerra de Ucrania”, nos dice “Esta es la primera vez en casi seis meses que, a través de un acuerdo político firmado con la mediación de Turquía y las Naciones Unidas, los barcos salen de Odesa”.
Con el pacto se pretende liberar los más de 20 millones de toneladas de grano atrapados en los puertos de Ucrania desde la invasión de Rusia, el 24 de febrero. Pero sacarlos de una zona en guerra es muy complicado. “Para conseguir que esos puertos queden realmente libres y que ese tráfico se normalice..., estamos hablando, como mínimo, de meses” asegura Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria.
Un tercio de los cereales del mundo, en Rusia y Ucrania
Rusia y Ucrania son los grandes graneros del planeta. Juntos venden un tercio de los cereales del mundo. El frenazo de las exportaciones ha puesto en jaque la seguridad alimentaria, ya deteriorada, de sus principales compradores en África y Oriente Próximo.
“Los últimos datos de las Naciones Unidas muestran que hay más de 800 millones de personas que sufren hambre. La guerra de Ucrania aumenta estos datos. De hecho, la proyección es que entre siete y 13 millones de personas más sufran hambre a consecuencia del conflicto”, lamenta Ana Moragues, investigadora de la Universidad de Barcelona y experta en seguridad alimentaria.
José María Sumpsi, miembro del comité mundial de Seguridad Alimentaria de la ONU alerta de que los conflictos hunden sus raíces en el hambre. “Los países que no tienen garantizada la alimentación, son países muy inestables políticamente, llegará un momento en que la ciudadanía se eche a la calle, como es lógico, porque no tiene para comer”.
Minas en el Bósforo
En la orilla del Bósforo, a pocos kilómetros del Mar Negro, un pequeño pueblo pescador, siente de cerca la guerra de Ucrania. “El otro día una mina llegó hasta nuestro pueblo de Rumeli Kavaği, fue la guardia costera quien nos avisó.” asegura Necla Yazici, una de las pocas pescadoras de Estambul. Nos cuenta que durante un mes no pudieron salir a faenar.
Aunque el tiempo no acompaña, Necla saca su pequeña embarcación para enseñarnos la zona. Está cerca del tercer y último puente del Bósforo, uno de los puentes colgantes más largos del mundo, y a las puertas del Mar Negro. Necla no es la única que está inquieta por esas minas flotantes que viajan a la deriva desde Ucrania. Hasta el momento los militares turcos han detonado tres.
Bilal Kuru, el capitán de crucero turístico que cruza el Bósforo, también está preocupado. Desde el puente de mando, nos explica que durante un día tuvo que modificar su ruta para evitar una zona declarada como “especial” por la posible presencia de minas. Aunque son pocas las que han llegado hasta Turquía, él no baja la guardia. Estos días a Bilal, su cargo de capitán, le permite ser testigo de excepción de los primeros buques que están poniendo de nuevo el grano de Ucrania en los mercados internacionales. Porque lo hacen a través del estrecho por el que Bilal traslada todos los días a 1.300 personas. “Desde que empezó a funcionar el 'corredor de cereales', en Estambul estamos viendo pasar los barcos de Ucrania por el Bósforo y eso nos satisface porque los ucranianos tenían muchos problemas con el tema de los cereales”.
El 'corredor de cereales'
El 1 de agosto las cámaras de todo el mundo siguieron en directo la salida del Razoni, el primer barco, en medio año, en volver a zarpar del puerto de Odesa cargado con cereales. Ha sido fruto del primer pacto alcanzado entre Rusia y Ucrania desde que empezó la guerra. Para el presidente de Ucrania, Volodímir Zelensky es “un acuerdo que permite desbloquear los puertos de Ucrania y restaurar las exportaciones agrícolas”.
El “acuerdo de los cereales” establece un corredor seguro de 111 millas náuticas, poco más de 200 kilómetros. Durante ese trayecto los barcos van escoltados por naves ucranianas, que conocen la zona que ellos mismos han sembrado de minas.
Al llegar a Estambul, todavía en el Mar Negro, una delegación mixta de rusos, ucranianos, turcos y de la ONU supervisa todos los barcos, los que proceden de Ucrania y los que van vacíos hacia allí “si va a haber una inspección exhaustiva, esa será en los barcos que van a Odesa, porque son esos, según los rusos, los que podrían transportar armas” matiza Yörük Işık, mientras ve en la aplicación de seguimiento marítimo “Marine Traffic” los buques que se acercan a Estambul.
Turquía, mediador principal en el acuerdo
El acuerdo consolida a Turquía como el principal mediador entre Rusia y Ucrania. El pacto se cerró el 22 de julio después de meses de negociaciones. El presidente turco, Tayyip Erdoğan, quiso darle máxima visibilidad. Eligió el icónico palacio de Dolmabahce para la ceremonia de firmas.
Al acto asistieron representantes de Ucrania y Rusia, que firmaron por separado y el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. “Este es un acuerdo para el mundo. Brindará alivio a los países en desarrollo al borde de la bancarrota, y a las personas más vulnerables al borde de la hambruna".
Para los analistas es un éxito diplomático de Erdogan que le da vía libre para seguir con su política, muy cuestionada en Occidente en materia de derechos humanos. “Por las deficiencias democráticas de Turquía, el presidente turco ha sido duramente criticado en Europa, en el resto del mundo y en especial en Washington. Pero este tratado demuestra que dan igual los problemas internos de Turquía, porque Turquía se mantiene como un poderoso actor regional”, sentencia Yörük Işık. Jesús Núñez añade que “No podemos pensar en una Turquía que es un mediador objetivo, imparcial. Es una Turquía que al mismo tiempo es un actor interesado en lo que está ocurriendo y que trata de buscar una posición que no lo enemiste con Moscú, pero que haga ver a Occidente que está intentando buscar vías de solución”.
Rusia, sin trabas para vender
Del acuerdo, Rusia obtiene como contraparte la venta de su grano y sus fertilizantes sin trabas. Porque, aunque nunca han estado incluidos en las sanciones, sí había obstáculos que dificultaban su exportación. Algo que empezaba a generar malestar en África, donde Moscú tiene muchos intereses. “La cuestión es que de nuevo Rusia vuelve a ganar el relato al conseguir firmar este acuerdo porque lo que está transmitiendo a esos países de África es que es capaz de alcanzar acuerdos incluso con sus grandes enemigos, que son aquellos que le imponen sanciones”, asegura Ruth Ferrero, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid.
El acuerdo también permite a Ucrania mantener las minas que puso en el Mar Negro para defenderse de Rusia. Kiev se negó a retirarlas ante el temor de que Putin lanzara una operación anfibio en Odesa aprovechando, precisamente, el pasillo de los cereales. “Y la incertidumbre está ahí. De hecho, 24 horas después de firmado el acuerdo, cayeron varios misiles sobre Odesa, que es el principal puerto exportador de grano de Ucrania” destaca José María Sumpsi, Catedrático en la Universidad Politécnica de Madrid. Ruth Ferrero da la clave de por qué Rusia atacó un día después de haber firmado el acuerdo: “Tenemos que ser muy conscientes de que la guerra continúa y que el agresor, Rusia, tiene unos objetivos geopolíticos muy claros y hasta que no los consiga no va a parar. Y esto significa dejar aislada a Ucrania del acceso al mar”.
El 8 de agosto, una semana después de que saliera el primer buque de Odesa, el Polarnet se convirtió en el primer buque en descargar el grano de Ucrania bloqueado desde hacía 6 meses. En concreto, 12.000 toneladas en el puerto turco de Derince, a 80 kilómetros de Estambul.
Toneladas de cereal
Hasta la fecha, en total se han liberado ya más de 400.000 toneladas de cereales, menos del 2 por ciento de los 22 millones de toneladas, que se calcula, que la guerra ha bloqueado en los puertos de Ucrania. La cantidad es tan grande que “no hay por tren o por carretera posibilidad ninguna a través de Rumanía, de Polonia o de otros países de sacar ese inmenso volumen de cereales para poder colocarlo en los mercados internacionales” , subraya Jesús Núñez.
España era, antes de la guerra, uno de los mayores importadores de maíz de Ucrania en Europa. Su destino principal es para fabricar piensos. En el muelle de San Diego, en A Coruña, desde hace meses descargan toneladas de materias primas para producir comida para animales que llegan de nuevos suministradores, como Estados Unidos o Argentina. Pero siguen recibiendo grano de Ucrania, de hecho, los fabricantes de pienso de Galicia de AGAFAC, fueron los primeros en recibir un cargamento por la vía del Báltico, pero en una cantidad totalmente insuficiente para su producción. “Hace aproximadamente un mes y medio llegó un pequeño barco, digo pequeño porque eran 18.000 toneladas de maíz que vino por una ruta del oeste y por carretera hasta llegar a embarcarse precisamente en los puertos polacos” nos detalla Bruno, Director de la Asociación Gallega de Fabricantes de Alimentos Compuestos (AGAFAC) Pero comprar en mercados más lejanos sale más caro y alimenta la inflación añade Beade. “En un año y medio hemos encarecido los productos un 40%, y eso el ganadero tiene que trasladarlo a sus productos. No hay más remedio”.
En los campos de Zamora, como en el resto de España, los girasoles este año han lucido más. Su cultivo ha aumentado un 10%. Con el estallido de la guerra muchos agricultores se pasaron al cultivo de girasol o ampliaron su cosecha. Fue cuando el aceite de girasol empezó a escasear y los precios se pusieron por las nubes. Pero las malas cosechas han marchitado las expectativas de una buena rentabilidad. José Roales Martín, responsable nacional de Cultivos Herbáceos de la COAG, nos enseña sus campos y los girasoles que no van a dar fruto.
La cosecha de cereales tampoco ha ido bien este año en España, Roales calcula que un “30% menos que el año pasado” y asegura que “todos los días se cierran explotaciones agrícolas y ganaderas. Eso supone menos productos en el mercado y encarecimiento de precios”.
Calor, sequías y crisis energética, la tormenta perfecta
Sobre los campos de todo el mundo se ha formado una tormenta perfecta: olas de calor, largas sequías y crisis energética. La alianza del cambio climático, la pandemia y la guerra ha acabado disparando el precio de los alimentos.
El Banco Mundial alerta de que estamos ante la mayor crisis de productos básicos en 50 años. “Digamos que la guerra es la gota que colma el vaso a una situación ya agravada por el cambio climático y también por la pandemia. Los precios empezaron a subir, no cuando la guerra de Ucrania sino a finales del 2021, a la salida de la pandemia, cuando la demanda se reactivó muy rápidamente y la oferta no pudo seguir la demanda” explica Sumpsi.
Para Ana Moragues experta en seguridad alimentaria “esta crisis es una crisis de acceso a los alimentos porque se producen suficientes alimentos en el mundo para alimentar a la población global. Pero es una crisis de acceso que sobre todo tiene que ver con precios”.
Esa subida de precios agrava la situación de los países donde ya millones de personas pasan hambre como Somalia, Yemen o Siria. Pero la amenaza de una crisis alimentaria también acecha a los grandes dependientes del trigo de Rusia o Ucrania, es decir, los países que están en el norte de África y Oriente Próximo. Pero incluso en la más estable Turquía el precio del pan ha subido un 50 por ciento en solo una semana. Rustam, un vendedor de Simit, un pan turco redondo que recuerda al Bretzel alemán, se lamenta “de lo caro que está todo” y que a él no lo queda más remedio que subir sus precios “Antes un Simit valía 3,5 liras y ahora 5. Como todo en Turquía se ha encarecido, todos tenemos problemas”.
El pan público de Estambul
En Estambul hay seis fábricas, dependientes del ayuntamiento, que producen pan. Es el conocido como “pan público de Estambul”. Es un 40% más barato que en el resto de panaderías. Ahora tienen previsto aumentar la producción porque con una inflación disparada en Turquía la demanda de este pan no para de crecer.
El pan es uno de los alimentos más importantes en los países con dieta mediterránea. En muchos países del norte de África y Oriente Próximo está subvencionado porque su precio es muy sensible y también motivo de conflictos sociales. “En los países en desarrollo, la población más empobrecida gasta alrededor del 60% de sus ingresos en alimentos. Por tanto, una subida de estos precios los pone en una situación muy complicada” alerta Ana Moragues.
Para Jesús Nuñez, Putin está utilizando la crisis de los cereales como un arma de guerra. “Los cereales lo que buscan es provocar, mejor dicho, agravar las hambrunas, la inseguridad alimentaria de muchos países que han vivido de las importaciones de cereales, tanto de la propia Rusia como de Ucrania, para que de ese modo deriven en oleadas de migratorias, en oleadas de refugiados, de personas que tratan de buscar una vida digna en países occidentales, como ya ha ocurrido”
En Sri Lanka la escasez de alimentos básicos, la inflación y la corrupción culminó, a principios de julio, con un estallido social y miles de manifestantes ocupando el Palacio Presidencial. Un aviso, ven los expertos, de lo que puede pasar cuando la comida está en juego. “Estamos hablando de un mercado globalizado en el que todas las cosechas o prácticamente la mayor de las cosechas están gestionadas por fondos de inversión que pertenecen a multinacionales. Evidentemente hay un gran componente de especulación, sobre todo en la retención de parte de las cosechas, no las sacan a la venta esperando que suba de precios” explica el director de AGAFAC.
Los agricultores de Ucrania, conscientes de cómo se mueve el mercado de cereales, se quejan de que “nuestros agricultores venden su grano al costo de la cosecha, ni siquiera cubren la producción” se queja Oleksandr Chubik, presidente de una asociación de propietarios y agricultores.
Aun así, en el este del país, van al campo con chalecos, las sirenas sonando y las bombas de fondo. Además, como muchas infraestructuras destrozadas se ven obligados a guardar en sus propios almacenes una cosecha que es clave para la alimentación mundial. Al ser un alimento perecedero si no está bien conservado se puede echar a perder “Hay que sacar el grano almacenado en los almacenes y de los silos para que la cosecha nueva, que será menor que la anterior, porque es un país en guerra, pueda ser almacenada en estos Silos” insiste Sumpsi.
La vuelta de los cereales de Ucrania a los mercados internacionales ha ido acompañada de una bajada de los precios del trigo. Aunque de momento, no es trigo, sino maíz destinado a pienso, lo que más se está moviendo.
Hasta la fecha, más de la mitad de los barcos tienen como destino Turquía. Sin embargo, llegan a cuentagotas a los países que Naciones Unidas ha puesto en el mapa de la inseguridad alimentaria. Hay que tener en cuenta que los que compran no son estados sino empresas. Ahora está por ver durante cuánto tiempo aguantan esos precios más bajos porque se fijan en un mercado donde sí se juega con la comida.