Elvis Presley anhelaba ser Marlon Brando o James Dean. Ser una estrella del cine era el paso lógico de su carrera fulgurante y dios sabe que lo intentó en más de 30 películas, pero siempre pagó el peaje de su fama en forma de papeles de cantante en cintas familiares. A su manera, el rey del rock pisa hoy la alfombra roja del Festival de Cannes, donde se presenta –fuera de concurso y como gran evento mediático- Elvis, el biopic de Baz Luhrmann (Moulin Rouge) en el que Austin Butler interpreta al rockero y Tom Hanks a su manager el ‘Coronel’ Tom Parker.
Hace nueve años Luhrmann inauguró Cannes con El Gran Gatsby y salió escaldado, pero está vez viene mejor armado: su personal y energético estilo operístico-pop marida mejor con la vida de un icono estético una que con un clásico de la literatura contemporánea. Elvis está muy por encima de las recientes Bohemian Rhapsody o Rocketman.
Se puede hacer una analogía –que no equivalencia- con el ardid narrativo de Amadeus, de Milos Forman. Allí era Salieri, y aquí el ‘Coronel’ Tom Parker, el que en viejo y enfermo narra el pasado desde su punto de vista: “Dicen que yo maté a Elvis, pero yo lo creé”, avisa al empezar.
Elvis tiene la forma de un Fausto del siglo XX: en su carrera a la cima de la industria del entretenimiento era manejado por el pacto mefistofélico con el ‘Coronel’ Tom Parker, que terminó encerrándole en la jaula de oro de Las Vegas, donde daba conciertos sin descanso que servían para pagar las deudas de su juego de su manager.
Luhrmann brilla a fogonazos
El exhibicionista estilo de Baz Luhrmann luce para recrear el origen del mito: la pobreza de su infancia; la importancia de su unión familiar; y la irresistible sensación que el chaval de Memphis causaba con su descaro y sus contoneos de cadera.
También ilustra el origen afroamericano de su arte: en ningún lugar se sentía más feliz que en Beale Street, la calle de Memphis donde aprendió a actuar en el Ellis Auditorium y absorbió la base del rhythm and blues y del góspel. Y a donde volvía para consolarse en su amigo B.B. King. Cuando Elvis grabó "That’s all right, mama", confluía en él mucha tradición estadounidense con una imagen completamente nueva. Buena parte de su éxito era ser un chico blanco que sonaba como un negro.
La película cae por momentos en las rutinas de los biopics como la obligación de forzar escenas para aportar verosimilitud a la información biográfica, pero levanta cuando Luhrmann se deja llevar por su fascinación de los primeros conciertos o la imaginería centelleante de Las Vegas en general. Austin Butler, que fue elegido para interpretar a Elvis por delante de Harry Styles o Ansel Elgort, cumple con creces para un reto nada fácil y Tom Hanks transmite esa ambivalencia entre admiración, cariño y aprovechamiento puro y duro, queTom Parker tuvo hacia la estrella.
¿Por qué Elvis se dejó llevar por el ‘Coronel’ Tom Parker y pasó los años 60 entregado a especiales navideños televisivos? Tampoco queda claro, pero la película sí señala que quiso retomar el control y volver a sus raíces. Pero los casinos se cruzaron para crearle un lujoso escenario en el que el artista también fue en parte feliz interpretando su repertorio: Luhrmann aprovecha "American trilogy" para poner los pelos de punta. Hasta que el cuerpo, de solo 42 años, dijo basta. ¿Quién tuvo más culpa? ¿Fausto o Mefistófeles?