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Festival de Cannes

De los Alpes italianos a Cannes: los escarpados silencios masculinos que emocionan en el festival

  • Le Otto Montagne, de la pareja belga Groeningen-Vandermeersch, sacude con su contenido lirismo

  • El ruso Kirilj Serebrennikov retrata la trágica vida de la mujer de Tchaikovsky

ESTEBAN RAMÓN (Cannes)
3 min.

Primera película en competición por la Palma de Oro, primer golpe de belleza en Cannes. Le Otto Montagne, un profundo y hermoso relato sobre la amistad masculina, relaciones paterno filiales, y búsqueda del lugar en el mundo, ha sorprendido por su hermoso y contenido lenguaje poético que firman la pareja de cineastas belgas formada por Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch.

Le Otto Montagne (Las ocho montañas) es una adaptación de la novela del italiano Paolo Cognetti (publicada en España por Penguin Ramdom House) que atraviesa 30 años de amistad de Paolo y Bruno, dos niños que se conocen en los bucólicos Alpes italianos a mediados de los años 80. Paolo es urbanita, turinés, hijo de un ingeniero, que veranea cada año en Grana; Bruno es el último niño que queda en la despoblada localidad de la cordillera.

Los dos comparten juegos y la sensación de que la única vida con sentido es la de la comunión con la naturaleza, pero sus caminos se bifurcan cuando la familia de Bruno ofrece a la de Paolo sufragar el traslado del niño a Turín para escolarizarle y asegurar su futuro. El padre de Paolo, reservado y circunspecto, incapaz de conectar con su hijo, extenderá su sombra sobre los dos amigos, que en su etapa adulta interpretan soberbiamente Luca Marinelli y Alessandro Borghi.

Sin contar mucho más de la trama, que ambiciosamente retrata el paso del tiempo y sus heridas, lo que realmente sacude en Le Otto Montagne es su contenido lirismo. Rodada en un formato cuadrado, Groeningen (autor de Alabama Monroe) y Vandermeersch filman la belleza, sublime e incomprensible, de las cumbres, que enmarcan perfectamente la búsqueda, también inexplicable, del sentido de la vida.

Le Otto Montagne es una historia de hombres silenciosos y de herencias ineludibles. Hay realismo y hay misterio en sus imágenes. Y Groeningen y Vandermeersch han aprovechado bien la solidez de la arquitectura de la novela. La competición arranca hoy y queda todo Cannes por delante, pero se antoja difícil ignorar Le Otto Montagne en algún rincón del palmarés final.

El viaje a los infiernos de la mujer de Tchaikovsky

Si Le Otto Montagne deja un agridulce regusto de las contradicciones de la vida, la otra película a competición, Tchaikovsky wife, del cineasta ruso Kirilj Serebrennikov, es como sumergirse en la negrura de un pozo sin fondo.

Serebrennikov –crítico con Putin, no hay polémica alguna- apunta su cámara a la poco conocida peripecia vital de Antonina Miliukova una joven enamorada fatídicamente del músico. Tchaikovsky, homosexual, aceptó el matrimonio para camuflarse dentro de la sociedad decimonónica. Fue una víctima de su tiempo (también lo sería de este tiempo en Rusia), pero Miliukova fue doblemente castigada: como mujer, las condiciones del divorcio eran draconianas y además sufrió el desprecio absoluto de Tchaikovsky.

Con su estilo elegante, muchas veces con vestigios de su admirado Tarkovsky (a punto estuvo de realizar una serie sobre el genio ruso) Serebrennikov propone un viaje a los abismos de la locura. Del amor puro, inocente e irracional a la devastación. Tchaikovsky wife es un catálogo de personajes mezquinos. Como en Leto, Serebrennikov revisa el pasado y no dejan de salir paralelismos en el presente dentro de una lectura bastante fatalista de la vida. Quizá no queda otra en Rusia.

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