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No, las mascarillas no reducen el oxígeno hasta un nivel perjudicial (ni este aparato lo mide bien)

Verifica RTVE
8 min.

Los brotes de COVID-19 que vuelve a registrar España han vuelto a colocar en el centro del debate a las mascarillas y sus posibles efectos sobre la salud. Se ha difundido por las redes sociales un vídeo en el que un hombre, utilizando un aparato de medición, atribuye a estos protectores una reducción del nivel de oxígeno hasta crear una “atmósfera dañina”. Es un bulo: las mascarillas pueden provocar molestias por el uso, pero no por falta de aire.

Aunque hace meses desmentimos que las mascarillas higiénicas o quirúrgicas provocasen hipoxia (falta de oxígeno en sangre) , se habla de ellas al haberse impuesto su uso obligatorio en Cataluña, Ordizia (Guipúzcoa) y Baleares.

En el vídeo que se transmite ahora por mensajería instantánea, el hombre trata de probar que las mascarillas provocan dificultades respiratorias que pueden derivar en dolores de cabeza. Para ello, dice realizar dos mediciones a través de un dispositivo que detecta niveles de gases dañinos y que está supuestamente autorizado por la OSHA (Administración de Seguridad y Salud Ocupacional), organismo encargado de garantizar unas condiciones laborales seguras en Estados Unidos.

En la primera toma, el hombre se coloca junto a la boca un tubo conectado al aparato, que registra una concentración de oxígeno del 20,6%. Después, se coloca una mascarilla, aparentemente quirúrgica o higiénica, y sitúa el tubo entre esta y su boca. En el vídeo se observa cómo el aparato empieza a pitar y a emitir un parpadeo de luces rojas. Mientras muestra la pantalla del medidor, el hombre explica que el nivel de oxígeno en el aire ha bajado hasta el 17,4%: “Si estás preocupado por los dolores de cabeza y cosas así, ahí tienes el por qué. Porque no tienes suficiente oxígeno”. Verifica RTVE ha podido comprobar que dichas afirmaciones son imprecisas y carecen del rigor científico.

La OSHA no homologa dispositivos

El vídeo, en inglés en su versión original y subtitulado al español, presenta un error en la traducción. Cuando el hombre habla de las prestaciones del aparato empleado en las tomas, en la transcripción se lee que dicho dispositivo está autorizado “por la OC”. En realidad, el varón menciona la OSHA (en inglés, Occupational Safety and Health Administration), institución dependiente del Departamento estadounidense de Trabajo.

El aparato se corresponde con un modelo MX6 iBrid, un detector de gases capaz de medir niveles de oxígeno, gases tóxicos y combustibles y compuestos orgánicos volátiles, como se explica en la web de su fabricante. Sin embargo, es falso que el aparato haya sido homologado por la OSHA, ya que esta no tiene competencias para otorgar dichas autorizaciones. Lo reconoce en la respuesta a la consulta de una compañía, a la que explica que “no testea, aprueba, certifica o respalda ningún producto, equipamiento o procedimiento”.

Por su parte, la ISEA (asociación de referencia en EE.UU. para el desarrollo de equipos de trabajo seguros) confirma este aspecto asegurando que “es errónea cualquier afirmación de que un producto esté aprobado por la OSHA”.

Las mascarillas filtran partículas, no el oxígeno

Los expertos consultados por Verifica RTVE desmienten las afirmaciones del protagonista del vídeo. “No hay evidencias científicas que demuestren dificultades respiratorias por el uso de mascarillas”, asegura Julián Domínguez, jefe del Servicio de Medicina Preventiva del Hospital Universitario de Ceuta.

Los materiales que componen las mascarillas, como la celulosa y el polipropileno, les permiten “filtrar el aire para retener partículas”, explica el doctor, que insiste en que estos equipos “no retienen oxígeno, por lo que el aire que pasa por el filtro no reduce su concentración”.

El factor de la “respirabilidad”

Las mascarillas quirúrgicas e higiénicas (como la que parece emplear el hombre de esta grabación) se someten a ensayos que determinan su eficacia real. En dichos ensayos se evalúan parámetros como la eficacia de la filtración bacteriana y la “respirabilidad” o presión diferencial, como se regula en la norma UNE-EN 14683:2019+AC:2019 y las especificaciones UNE 0064-1:2020 (para las higiénicas no reutilizables) y UNE 0065-1:2020 (para las higiénicas reutilizables).

El concepto de la “respirabilidad” es clave para desmontar el testimonio dado en el vídeo analizado. La Agencia Española de Normalización (UNE) define este parámetro como la “permeabilidad al aire de la mascarilla”. En otras palabras, es el “esfuerzo que hay que hacer para introducir aire, por eso es importante disponer de una mascarilla homologada que filtre”, como indica Gemma del Caño, farmacéutica y experta en Seguridad Alimentaria.

Los niveles de respirabilidad se miden, según la UNE, determinando la diferencia de presión a través de la mascarilla en condiciones concretas del flujo, temperatura y humedad del aire. En el caso de la mascarilla higiénica, ese nivel debe estar por debajo de los 60 Pa/cm2, mientras que para las quirúrgicas tiene que ser inferior a los 40 Pa/cm2.

Según Del Caño, es este factor el que da lugar a una “sensación de agobio” que, a su vez, puede provocar esa dificultad para respirar a la que alude el hombre del vídeo. “Si no fuera así, nuestros cirujanos no saldrían vivos de quirófano”, incide la farmacéutica, al igual que Domínguez, quien asegura que, históricamente, ha sido tan importante que “los cirujanos deberían haber enfermado o incluso fallecido habitualmente usando durante varias horas mascarillas como la que exhibe el vídeo citado”.

Un ensayo sin rigor científico

Los dos expertos avisan de la falta de rigor del ensayo realizado por el hombre que aparece en la secuencia. Para el doctor Domínguez, el aparato que emplea no es adecuado para realizar este tipo de mediciones, ya que “lo que mide es la concentración de oxígeno en ese espacio [entre boca y mascarilla], e infiere que eso es lo que se está respirando, cuando es lo contrario, es lo que se está espirando”. En este sentido, el jefe de Medicina Preventiva en el Hospital de Ceuta señala que, durante la respiración normal, el contenido de oxígeno en el aire inhalado es del 20,9%, mientras que en el espirado es del 15,3%, un nivel incluso por debajo del que muestra el hombre del vídeo en la segunda medición.

Gemma del Caño insiste en esta idea: “Evidentemente, el aire que exhalamos tiene menor cantidad de oxígeno que el inhalado, justo al contrario que el dióxido de carbono”. Como señala Domínguez, las mascarillas ejercen una “resistencia al flujo del aire previamente estudiada”. Esto explicaría la baja concentración de oxígeno registrada por el aparato al medir la mezcla de O2 y CO2 en ese espacio cerrado. En cualquier caso, Del Caño advierte que lo que se ve en el vídeo es un “ensayo puntual” del que “no se puede deducir nada”.

Para comprobar si una persona sufre realmente dificultades respiratorias, ambos expertos señalan que lo adecuado es realizar las mediciones de oxígeno en sangre, bien a través de un pulsioxímetro (dispositivo con forma de pinza) o bien por gasometría (técnica que permite medir los niveles de O2 y CO2 con una muestra sanguínea) en un ensayo de laboratorio.

No obstante, la hipoxia no podría atribuirse en ningún caso a las mascarillas higiénicas o quirúrgicas. El doctor Jesús Cabranilla, de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, explicó hace unas semanas a RTVE que estos equipos, indicados en el BOE como preferentes en su uso, “transpiran y no generan acumulación del dióxido de carbono”.

Molestias por el uso y no por falta de aire

Julián Domínguez explica que las personas con enfermedades respiratorias (como EPOC, asma o similares) son las que realmente sufren esas dificultades para tomar oxígeno al tener que vencer la resistencia de la mascarilla.

Al margen de estos casos, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce en su documento sobre recomendaciones acerca del uso de la mascarilla en el contexto del COVID-19 la “posibilidad de dolor de cabeza o dificultades para respirar, según el tipo de mascarilla usada”. El doctor Domínguez atribuye esas molestias a la presión que ciertos modelos ejercen sobre el cuero cabelludo o a que no se adaptan a la forma facial del usuario. Estas molestias vienen provocadas, sobre todo, por las mascarillas de alta filtración o FFP, “que se ajustan mucho más a la cara y pueden provocar más incomodidad”, admite Del Caño, quien señala que, en cualquier caso, estos equipos también pasan controles que garantizan que se mantenga la cantidad de oxígeno inhalado.

Para aliviar los citados dolores de cabeza, el doctor Domínguez sugiere el uso de dispositivos para coger las gomas “por la parte de atrás de la cabeza”. Por su parte la farmacéutica aconseja hacer “descansos” retirando la mascarilla con precaución. Esto es: “lavándose las manos antes y después” de quitarla; “alejándose de cualquier grupo de personas”; y “sin bajarla al cuello”.

Del Caño reconoce a Verifica RTVE “nadie dijo que fuera fácil” adaptarse a esta nueva realidad, pero advierte: “Todos nos tendremos que acostumbrar a llevarla, esta incomodidad temporal es mucho mejor que la posibilidad de contagio”. La farmacéutica invita a la población a hacerse la siguiente reflexión: “¿Con qué se respira mejor? ¿Con mascarilla o con un respirador en la UCI?”

Por lo tanto, desde Verifica RTVE concluimos que las mascarillas no reducen la cantidad de oxígeno que respiramos hasta generar una atmósfera dañina, como se afirma en el vídeo. Las molestias que causan, como los dolores de cabeza, vienen dadas por otros factores achacables a su uso, como la presión de las gomas que las sujetan o la sensación de agobio al llevarlas. También se puede asegurar que el ensayo que hace el hombre en la secuencia carece de rigor científico, ya que en él mide la concentración de oxígeno en el aire exhalado, donde este gas se mezcla con el dióxido de carbono. La información, por lo tanto, es un bulo.

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