Pregunta.- No hace falta que fuera la semana de la mujer para fijarnos en todas esas mujeres ucranianas que vemos que lo están dando todo en esta guerra entre Ucrania y Rusia
Respuesta.- Sí, sin duda. Estamos hablando además de unas mujeres que representan también todo el sentir de un pueblo. No son las mujeres que cogen a sus hijos y se van del país, son las mujeres que se quedan cuidando de los mayores, que no pueden salir, que no pueden escapar. Son las mujeres que siguen cocinando en lugares donde ahora mismo hay combates para poder alimentar a los soldados o a los voluntarios. Y son las mujeres al final las que acaban cargando con todo un país en guerra, como ha pasado tantas veces cuando los hombres han ido al frente y ellas han quedado al cargo del país y para sacar adelante a sus hijos. Lo estamos viendo una y otra vez y lo volvemos a ver de nuevo, por desgracia, en el 2022.
P.- ¿Cómo es esa solidaridad, esa avalancha de ayuda que están recibiendo todos los ucranianos, todas las ucranianas, que están saliendo de tu país con esa carga, con esa maleta, con los niños?
R.- Es muy complicado. La inmigración siempre es muy complicada. Es una experiencia por la que yo he tenido que pasar y sé que es muy difícil. Pero una inmigración que es una huida, que es un buscar un refugio en un tiempo de guerra, es el triple de complicado. Probablemente hay mucha gente que se va con lo puesto, se va con una mochila, con los juguetes de los niños y poco más. Y la verdad es que estamos viendo esa solidaridad europea, sobre todo con los refugiados. Pero a veces se nos olvida también que hay gente que no se puede ir del sitio en el que está. Estoy pensando en las personas que están en el este de Ucrania, que no tienen corredores humanitarios porque lo que tienen son unos pasillos a duras penas abiertos, que no son tan seguros, a los que por desgracia y de momento esta ayuda no está llegando. Esperemos que esto cambie en algún momento y que también ellos reciban la ayuda de toda esa solidaridad europea y de Occidente.
P.- Están los que se quedan, las personas mayores, las mujeres también. Y los hombres que se quedan para combatir.
“Esto va más allá de himnos, banderas y patrias; esto va de defender tu casa, tu familia y el sitio en el que naciste“
R.- Los hombres que se quedan para combatir, los hombres que no tienen ninguna experiencia militar, pero que aún así se apuntan a defender su país. Y sobre todo los hombres que siguen defendiendo la idea de un pueblo soberano, la idea de un pueblo libre. Esto va más allá de himnos y de banderas y de patrias. Esto va de defender tu casa, de defender a tu familia, de defender el sitio en el que naciste. Un pequeño rincón de tierra. Es que ni siquiera es ya de un patriotismo tan elevado como a veces sucede, sino que simplemente es la necesidad de mantener un lugar seguro en el que poder vivir en paz. Que creo que es lo único que quieren todos esos hombres y esas mujeres ahora mismo.
P.- Eres periodista, tienes prácticamente la misma edad que tu país, que Ucrania. Eres de una localidad Tokmak que está justo en el centro de un triángulo que forman Melitópol, Zaporiyia y Mariúpol. Ahora mismo poblaciones que están viviendo las situaciones más dramáticas. Y tú tienes familia allí ¿cómo lo estás viviendo?
R.- Yo tengo familia en la Zaporiyia, la región de la mayor central nuclear de Europa. Tengo familia en Mariúpol. Con la familia de Mariúpol llevamos sin hablar más de una semana. No sabemos como están. Las pocas informaciones que llegan de Marúpol es que está la ciudad sin luz, sin agua, sin calefacción, sin comunicaciones, sin internet. Por lo tanto, no hay ninguna forma de hablar con ellos y lo poco que sabemos es lo que nos llega desde Médicos Sin Fronteras, porque son los únicos que todavía siguen presentes ahí a pesar de todo. Y las informaciones son terribles. Estamos ante un panorama absolutamente aterrador de cadáveres en la calle, de coches parados en mitad de la carretera con personas muertas dentro que intentaban huir de la ciudad y que no han podido siquiera llegar más allá de su casa. De personas que están cocinando con nieve o con agua de lluvia porque no consiguen agua en una ciudad de medio millón de habitantes. Una ciudad que es estratégica, evidentemente, porque está situada en el sureste de Ucrania y es un puerto muy importante y a la vez un centro metalúrgico de gran relevancia.
Por lo tanto, sabíamos que a Putin le iba a interesar esta ciudad, pero lo que no esperábamos es que intentara hacer un Leningrado con una ciudad como como Mariúpol. Y mi familia que está en Zaporiyia, estuvimos cuatro días sin tener noticias de ellos porque les pasó exactamente lo mismo. Les cortaron la luz, les cortaron el agua... Ahora mismo ya, por lo menos, tienen luz. Tenemos de nuevo comunicación con ellos. Hablamos a diario. La verdad es que las noticias que cuentan tampoco es que sean muy positivas. Siguen siendo ciudades que ya han sido tomadas por las tropas rusas. Mariúpol está resistiendo y está pagando un coste altísimo por esa resistencia. Pero en Zaporiyia creo que no han llegado a entrar pero justo la ciudad en la que está mi familia, sí. Entonces están viviendo ya bajo el nuevo gobierno ruso, por decirlo de alguna forma. Porque en realidad no gobiernan, simplemente están. Se pasean con sus tanques rapacidad para dejar claro a la población que ellos son los que mandan ahora mismo.
P.- Ese día a día lo cuentas en diversas crónicas, también a través de las redes sociales que, en esta guerra inesperada para la inmensa mayoría, están jugando un papel muy importante para conectar a familias que dentro de una misma ciudad no se pueden ver y es la forma que tienen de conectarse. ¿Cómo trasladas al papel, al teclado, todo lo que sientes y estás viviendo?
“Estás viendo las fotos de tu pueblo con tanques pasando por las calles que recorrías cuando eras pequeña“
R.- La verdad es que lo llevo haciendo desde desde el primer día, desde que arrancó el conflicto desde el 24 de febrero. El otro día me di cuenta de que todavía tenía el calendario puesto en febrero y llevábamos ya una semana de marzo. Es muy duro. Es muy duro porque estás hablando de tu familia. Estás hablando del lugar en el que naciste. Estás viendo las fotos de tu pueblo con tanques pasando por las calles que tú conoces, porque las recorrías cuando eras pequeña. Es difícil, pero al mismo tiempo es, para los que nos dedicamos a escribir, la única forma que hay para poder ordenar esos sentimientos que tenemos y, al mismo tiempo, es la única manera que tengo yo de defender también a toda esa gente que está ahí. Yo no sé manejar un arma, yo no me puedo ir a Ucrania mañana a combatir, pero sí que tengo unas palabras y es lo único que tengo. Son las palabras y la información. Y eso es lo que intento hacer. Intento trasladarle a la gente qué es lo que está sucediendo a pesar de lo mucho que me duele y a pesar de lo mucho que me cuesta muchos días siquiera levantarme de la cama.
P.- En Ucrania hay una guerra que ya duraba ocho años. Ahora se presta mucha atención a todo lo que está pasando allí, pero quizás hay elementos, episodios, que no se entienden del todo bien. En tu familia, por ejemplo, habéis vivido, como tantas otras, con absoluta normalidad esa mezcla entre lo ucraniano y lo ruso. Eso quizás hay que entenderlo para trasladarlo a la situación.
R.- Hay que entender que, sobre todo en el este del país, somos una mezcla de nacionalidades. No todos somos cien por cien ucranianos. Siempre lo digo, mi abuela era rusa aunque era ciudadana de Ucrania. Tenía pasaporte ucraniano, evidentemente, pero su etnia, como antes se decía en la Unión Soviética, que estaba compuesta por muchísimas etnias distintas, a pesar de que todos tenían la ciudadanía soviética, era rusa. En mi casa hemos hablado ruso toda la vida, no hablamos ucraniano. Hablamos porque lo hemos aprendido en los colegios, pero no es nuestro idioma materno, nuestro idioma materno es el ruso. Aún así, no apoyamos lo que está pasando, no apoyamos al gobierno de Rusia.
“En mi casa el ucraniano no es el idioma materno, nuestro idioma materno es el ruso“
Ha habido cierta confusión al decir que los ruso parlantes o los que estamos más cerca de Rusia por cercanía geográfica o precisamente por la familiar, porque tenemos más lazos de sangre con ese país, estamos a favor del régimen de Putin, o estamos a favor de que Ucrania forme parte de Rusia o que al menos él se quede con una parte de Ucrania. Eso no es así. Quizá en la guerra del 2014 sí que hubo como una especie de división bastante fuerte entre la parte del oeste de Ucrania, que era mucho más pro europea, mucho más cercana a países como Polonia, también por una cuestión histórica, porque habían formado parte del imperio austro húngaro y la parte del Este, que había sido siempre el imperio ruso, pues se quedó como un poco esa división sin resolver. Lo que pasa es que este conflicto, yto lo que veo en el día a día es que está uniendo Ucrania. Lo que no había conseguido hacer ningún presidente ucraniano lo ha conseguido hacer Putin, que es unirnos a todos.
P.- Eres profesional de la palabra y quizás hay preguntas que no se pueden responder con pocas palabras. Pero ¿qué pasa con Rusia? ¿qué pasa con Vladimir Putin?
R.- Esta es su tumba. En su tumba política. No tengo ninguna duda de que esto es el fin del régimen de Putin. Quizá tarde en caer. No lo sabemos. Pero yo no tengo absolutamente ninguna duda y tampoco le quiero dedicar muchas palabras a ese régimen, pero no le veo ningún tipo de futuro. Creo que el país tiene futuro, los rusos tienen futuro. Creo que volveremos a tener lazos con ellos. Volveremos a comerciar con ellos, volveremos a viajar a Rusia. Estoy muy en contra de todos los movimientos de rusofobia que está habiendo a raíz de este conflicto, porque no creo que la ciudadanía rusa sea la culpable de este conflicto. Sólo hay una persona culpable y esa persona es la que tienen en el gobierno y es la que lleva dominando el país 22 años.
“Me parece que esto no es el fin de Rusia, pero sí el fin de una era, el fin de la era de Putin“
Por desgracia, estamos ante una sociedad también que ha tenido que someterse a unos designios muy crueles con ellos mismos. Y ahora mismo veo que sí, que Ucrania está siendo bombardeada, que está en guerra. Ucrania está sufriendo una tragedia humana terrible, pero los rusos pueden sufrir una crisis tanto política como social como económica, que yo creo que no tendrá precedentes. Ni siquiera estamos hablando de la Perestroika, cuando las empresas occidentales estaban dispuestas a ir a Rusia y a establecerse ahí, ahora la están abandonando. Rusia se ha quedado sola. Pero no es Rusia como país, es Putin el que se ha quedado solo. Quiero que eso quede claro porque me parece que esto no es el fin de un país, pero sí el fin de una era, el fin de la era de Putin.
P.- Y de esa situación son muy conscientes muchos ciudadanos rusos que estamos viendo todos los días saliendo a la calle, jugándosela a ser detenidos y... vaya usted a saber. ¿ Qué piensas cuando ves a todas esas personas que se atreven a salir junto a la Plaza Roja cantando el himno ucraniano?
R.- La verdad es que siento esa solidaridad también y, al mismo tiempo, pienso que Rusia está compuesta... creo que son cien millones de personas, más o menos. Si todos salieran a la vez, si los soldados que Putin ha mandado a Ucrania se negasen a disparar, se dieran media vuelta o simplemente tirasen las armas. Todo esto se acabaría mucho antes. Entonces me gustaría ver también más respuesta, pero entiendo que es muy difícil en un país que está tan dominado por el régimen. Sin embargo, siempre creo que hay una posibilidad. Si todo el mundo se pone de acuerdo, el régimen no tiene donde apoyarse y ahora mismo creo que tiene cada vez menos apoyos. Entonces me da esperanza ver que hay gente que sigue saliendo y que se sigue arriesgando a ser detenida por las fuerzas policiales. Ahora no sé si pasan una semana en una cárcel y luego no sé qué ocurrirá con ellos porque es imposible tener información veraz de un país como Rusia.