Son las 04:45 de la madrugada cuando suenan las sirenas de emergencia. Todo el edificio se despierta y al cabo de un rato se escuchan los pasos de los vecinos que viven en las plantas superiores bajando a toda prisa las escaleras. El ejército ruso esta madrugada ha vuelto a bombardear el aeropuerto de Ivano-Frankivsk. Es la segunda vez en 16 días de conflicto que los habitantes de esta ciudad del oeste de Ucrania escuchan el impacto de misiles.
Todas las noches duermen en vilo, pero el frío que penetra hasta los huesos por la mañana espabila a cualquiera. La ciudad despierta despacio. Mirar por la ventana es uno de los primeros gestos al amanecer. Asegurarse que todo está bien, mientras el paisaje no oculta la fina capa de nieve que lo cubre.
Grupos de voluntarios entrenan con armas ante la ofensiva rusa
La vida ha dado un giro de 180 grados desde el 24 de febrero. La historia de Romana es un ejemplo de ello. Ella ha cambiado las ollas y las sartenes de la cocina del restaurante donde trabajaba por los rifles. Todas las mañanas, desde que comenzó la guerra, acude teatro reconvertido en centro de entrenamiento militar: "Entreno para defenderme y defender a mi hijo", asegura.
Es madre soltera de un niño pequeño y no quiere abandonar el país. "Aquí tengo mi casa", repite, como otras tantas personas estos días nos comentaban que no tienen la intención de dejar Ucrania. A diferencia de las personas que la acompañan en los entrenamientos, ella no tiene un discurso patriótico, solo aspira a defenderse a sí misma. "Siempre me he valido por mí misma y quiero seguir siendo independiente", afirma.
Esta es el lema que ha guiado toda su vida: "Solo cuento conmigo misma", insiste. Nos cuenta que siente mucha incertidumbre, no sabe lo que puede pasar. Le aporta seguridad al saber que puede defenderse si la invasión llega hasta esta parte más occidental del país. "Me siento más segura y a mí me tranquiliza estar aquí y todos los que estamos aquí no tenemos preparación militar, pero queremos aprender y muchos quieren defender el país", afirma. Y estremece imaginar cómo era el día a día de esta mujer de mirada decidida antes de que la vida en Ucrania saltara por los aires.
La resistencia de las ciudades de oeste
Se preparan para la guerra, mientras añoran los tiempos de paz. El paso de los días va pesando sobre la esperanza en una población que observa cómo la ofensiva rusa avanza y arrasa otras ciudades de Ucrania como Kiev, Járkov o Mariúpol. Desde esta última ciudad, que lleva nueve días de asedio y está siendo la más castigada por los bombardeos del ejército ruso, llegan imágenes aterradoras de cadáveres que están siendo enterrados en fosas comunes.
Por eso, las ciudades del oeste de Ucrania se han convertido en un país dentro de otro. Aquí vemos cómo la población acoge a los desplazados internos, al tiempo que se moviliza y prepara para defender el país. Son puntos de resistencia moral y un cerco al avance de la ofensiva.
A Romana no le ha pillado de sorpresa el conflicto. Recuerda que lo que está pasando ahora tiene su origen en 2014 con la guerra del Donbás. Desde entonces "siempre supe que teníamos que estar prevenidos", asegura esta madre. Ella no había descartado la escalada bélica de la misma forma que sí descarta marcharse fuera del país. "No nos podemos marchar todos", zanja.
Una sociedad volcada con el apoyo a los militares
Llama la atención ver cómo toda una sociedad se ha volcado con el apoyo a los militares. En este teatro recaudan mantas, ropa de abrigo y medicamentos para el ejército. Casi todos los hombres visten trajes militares, a las mujeres también las vemos recibir y dar entrenamiento militar. No quieren quedarse atrás.
El coordinador de todo este movimiento local era un director de teatro que ahora también viste verde militar: "Para hacer teatro necesitamos imaginación y en estos momentos ha dejado de existir y no hay espacio para la imaginación", añade.
El paso de los días va pesando sobre la esperanza en una población que observa cómo la ofensiva rusa avanza en otras ciudades de Ucrania. Viven entre la vida y la muerte. No hay mirada puesta ni en el horizonte ni en el mañana y la desesperación lleva a hacer cualquier cosa con tal de defenderse. "Nos estamos jugando mucho", asegura Romana. "No lo hago por el país sino por mí". Ella no es la única mujer que ha decidido aprender a utilizar las armas, muchas ya estaban entrenando para apoyar al ejército ucraniano.