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Coronavirus

Sanitarios en la tormenta

SAMUEL A. PILAR
13 min.

Fueron bautizados como los "héroes" de la pandemia y todos los días, a las ocho de la tarde, recibieron puntualmente el homenaje del resto de la sociedad. Cuando las cosas se pusieron realmente feas, demostraron con firmeza el carácter vocacional que tantas veces acompaña a su profesión, desafiando a un monstruo invisible del que prácticamente lo ignoraban todo. No se detuvieron a valorar si también podría golpearles a ellos, ni tampoco midieron las posibles secuelas psicológicas. Pero desde entonces apenas han tenido tiempo para recuperarse, y muchos sanitarios miran con una mezcla de angustia y temor el incremento de contagios de las últimas semanas, preguntándose si realmente están preparados para ser engullidos de nuevo por la tormenta.

Es ahora cuando comienza a manifestarse la verdadera huella de aquellas semanas oscuras de marzo y abril, en las que los muertos diarios se contaban por centenares y las unidades de cuidados intensivos eran un paisaje desolador de cuerpos boca abajo que a duras penas lograban mantenerse con vida aferrados al compás de un respirador mecánico. Aquellos momentos tan traumáticos pasaron, pero han aflorado en el personal sanitario en forma de diversos trastornos, como problemas de sueño, hiperactividad, reactividad emocional excesiva, recuerdos recurrentes, estrés, agotamiento y burn out (anglicismo que podría traducirse como "síndrome del trabajador quemado").

Nos encontramos con un colectivo de profesionales con niveles de ansiedad muy altos, algunos con signos de depresión y estrés postraumático.

El problema para ellos es que no ha dejado de llover sobre mojado. Cuando una situación tan dura se alarga en el tiempo y apenas ofrece una tregua, suelen aparecer síntomas más graves de carácter depresivo, que pueden llegar a tener una importante repercusión sobre la salud mental. "Ahora mismo nos encontramos con un colectivo de profesionales con niveles de ansiedad muy altos, algunos con signos de depresión, y otros que han desarrollado claramente estrés postraumático, que se produce cuando estos síntomas se mantienen más allá de tres o cuatro meses", manifiesta a RTVE.es Fernando Chacón, decano del Colegio de Psicólogos de Madrid.

"Sobre esa situación de base, en el momento actual ya no hace falta ni que llegue una segunda ola epidémica, porque ellos están anticipando que puede darse otra vez esa situación, y reaparecen todos esos sentimientos, incluso en aquellos en los que los síntomas habían comenzado a disminuir", prosigue, aunque recalca que, en todo caso, el impacto psicológico dependerá de la experiencia previa: "No es lo mismo un sanitario que ha estado trabajando en una UCI, o que ha mantenido contacto directo con enfermos COVID, que otro que no".

Un programa de asistencia psicológica a los sanitarios

Durante el pasado mes de marzo, el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid desarrolló un programa gratuito para ofrecer respaldo psicológico al personal sanitario en su lucha contra la pandemia, que ha mantenido desde entonces. En abril, hubo un pico en la demanda de este servicio, que se correspondió mayoritariamente con personal de enfermería de hospitales públicos. "En este sentido, los médicos son más reacios a solicitar ayuda", desvela Chacón.

El colectivo médico es más reacio a solicitar ayuda psicológica que el de enfermería.

La demanda fue descendiendo a partir del mes de mayo, aunque en los últimos días han constatado "un repunte basado en las expectativas". "En los hospitales ya están dando instrucciones para prepararse contra la COVID-19, y los profesionales no solo lo ven, sino que lo anticipan. Cuando han tenido una carga emocional de tal calibre, ahora lo perciben como muy grave y por eso algunos han vuelto a solicitar esta asistencia", apunta el decano de los psicólogos madrileños.

Sin embargo, señala una serie de factores que podrían resultar decisivos para que, ante esa temida segunda onda epidémica, la experiencia que vivan los sanitarios pueda ser menos dramática: "Ahora el conocimiento de la enfermedad es mayor, y entiendo que eso puede ayudarles. Incluso el perfil de los enfermos no es el de antes, porque los ancianos están más protegidos. Yo creo que pueden ser elementos que palíen en parte la situación".

La primera ola de la epidemia hizo temblar los cimientos del sistema sanitario, y las unidades de cuidados intensivos se convirtieron en el ojo del huracán. Seguramente, en ningún otro lugar se reveló con mayor brutalidad el zarpazo del virus, lo que tarde o temprano ha terminado pasando factura a muchos de los profesionales que trabajaban en ellas. En este sentido, Fernando Chacón menciona la labor de HU-CI, un proyecto que busca humanizar los cuidados intensivos formando a profesionales sanitarios en la empatía hacia los pacientes y los familiares. "Están haciendo un gran trabajo, porque es verdad que la reacción normal cuando el estrés pasa a ser burn out es la despersonalización. El profesional, para defenderse, lo que hace es aislarse y dejar de atender a las necesidades emocionales del paciente, y se vuelve mucho más frío, lo que afecta a la calidad de la atención", describe.

Unos cuidados intensivos "más humanos"

Su creador es Gabriel Heras, un médico intensivista que trabaja en el Hospital Universitario de Torrejón, en la Comunidad de Madrid. "Desde el proyecto de Humanización de los Cuidados Intensivos (HU-CI), ya durante la primera oleada de coronavirus pusimos a psicólogos expertos en crisis y en situaciones de emergencia sobre el terreno, en veinte unidades de cuidados intensivos de las regiones más afectadas, como Madrid, Cataluña y Castilla-La Mancha. Así conseguimos ofrecer soporte psicológico a los pacientes y sus familias, pero fundamentalmente a los profesionales, que han sido grandes dañados en la pandemia, especialmente en las unidades de cuidados intensivos", explica Heras a RTVE.es.

Preguntado sobre si el personal sanitario será capaz de hacer frente a una situación similar a la vivida en marzo y abril, no puede ocultar su pesimismo: "Creo que el sistema no está preparado para asumir una pandemia de salud mental, que es lo que va a venir".

"Hemos estado trabajando de manera incesante en turnos absolutamente extenuantes, con el miedo al contagio no solo en el hospital sino también luego a nuestros seres queridos cuando llegábamos a casa. Y ahora lo que ha pasado es lo que dicen los libros, que dos o tres meses después del estímulo, cuando la situación se ha relajado y la gente se ha podido permitir analizar y pensar en lo ocurrido, es cuando empiezan esos trastornos de ansiedad, depresión y estrés postraumático. Muchos profesionales están ahora viviendo terrores nocturnos, pesadillas, ansiedad anticipatoria, miedo a que vuelva la enfermedad de la manera en que vino… ", continúa desgranando.

En cuidados intensivos la mortalidad media es del 10%, mientras que durante el pico de la pandemia ha sido del 45%.

Según explica, en cuidados intensivos la mortalidad media es del 10%, mientras que durante el pico de la pandemia fue del 45%, lo que les obligó "a tener que ver muchas más situaciones de muerte de las que vemos habitualmente", con el agravante de que "encima las hemos tenido que asumir nosotros porque en la mayoría de los casos las familias no podían estar", y es "muy doloroso tener que sustituir a la familia en el último momento para que una persona no fallezca sola".

El coronavirus ha puesto de manifiesto la importancia de la humanización de la sanidad.

"Esta ha sido una pandemia en la que las emociones han estado muy a flor de piel. Aunque de la manera más dolorosa, lo que ha ocurrido es que el coronavirus ha puesto de manifiesto la importancia de la humanización de la sanidad", concluye Gabriel Heras, apuntando a que una buena prueba de ello es que la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) ha instaurado un plan de contingencia para la segunda oleada en el que hay un capítulo completo dedicado a la humanización del servicio que presta.

Imagen de una unidad de cuidados intensivos durante el pico de la pandemia. EFE / JUANJO MARTÍN

"No estábamos preparados para algo así"

Ese poso de pesimismo que impregna las palabras de Gabriel Heras también lo comparten otros profesionales sanitarios, como el enfermero Javier Navarro, que trabaja en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos de Móstoles. Habitualmente, él presta sus servicios en reanimación y quirófano, pero en marzo, cuando todo comenzó a desbordarse, fue trasladado a la UCI, donde trabajó hasta que se superó el pico epidémico.

"Fue horrible, todos los días moría gente. En mi hospital murieron más de 200 personas en solo mes y medio. Los pacientes fallecidos se quedaban a veces días enteros en el box porque no había huecos en el mortuorio", recuerda con amargura para RTVE.es, sin poder evitar que aún le tiemble la voz. En esa terrible situación "había compañeros con ataques de ansiedad, desmayándose, porque además los EPIs son horribles en cuanto a calor y sensación de agobio".

Hay mucha incertidumbre, e incluso hay gente que se está replanteando la profesión.

"Cuando remitieron los casos, volvimos a quirófano y a reanimación, pero ahora volvemos a estar muy asustados", expresa ante la posibilidad de pasar por una situación semejante. "Muchos de mis compañeros no saben si van a aguantar otra vez algo así, porque no nos ha dado tiempo a recuperarnos. Yo hablo con ellos y hay mucha incertidumbre, e incluso hay gente que se está replanteando la profesión. La carga física al final la aguantamos, pero la carga psicológica es brutal. He llegado a llorar, e igual que yo todos mis compañeros. Luego se te pasa, pero tienes momentos en los que dices que ya no puedes más. No estábamos preparados para algo así", confiesa.

"Si viene una segunda ola, sacaré fuerzas de donde haga falta, porque al final este trabajo es muy vocacional. Creemos que no va a ser tan fuerte como la primera, porque lo de la primera fue increíble, pero nuestro mayor miedo sobre todo es que se vuelvan a saturar las UCIs", resume el enfermero.

"Este otoño se van a juntar todas las patologías respiratorias"

Dolores Escudero es jefa de servicio de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Central de Asturias, un centro que llegó a estar "a tres camas del colapso" durante el pico epidémico. Pero haber estado tan cerca del abismo no impide que ella se muestre optimista cuando se le pregunta si cree que están preparados para afrontar una posible segunda ola epidémica. "Lo estamos, porque tenemos la experiencia de la primera onda y eso nos ha servido para aprender muchísimo y para organizar todos los hospitales. Tenemos planes de contingencia específicos y estamos ya en alerta", manifiesta a RTVE.es.

Tenemos la experiencia de la primera onda y eso nos ha servido para aprender muchísimo y para organizar todos los hospitales.

Esta médica intensivista reconoce que los profesionales sanitarios están "un poco cansados", aunque apunta a que, en el caso del centro hospitalario en el que trabaja, han aprovechado el periodo vacacional para dar descanso a todo su equipo. La actual situación epidemiológica en Asturias es muy favorable y en este sentido ha resultado de gran ayuda. "Volver a enfrentarnos a algo similar a lo de los meses de marzo y abril no dejaría de ser duro, pero creo que estamos preparados psicológicamente, y ya hemos asumido que este otoño/invierno se nos van a juntar todas las patologías respiratorias habituales con el coronavirus, por lo que estamos prevenidos".

Escudero cree que los médicos especialistas en medicina intensiva tienen "un perfil especial", una cualidad que se ha visto reforzada por la importancia de las UCIs para asistir a los casos más graves de COVID-19. "Somos conscientes de que las unidades de cuidados intensivos han salvado muchas vidas en esta pandemia, y creo que eso psicológicamente también ha hecho que estemos mejor preparados", opina.

Cuando trabajas en UCI es como en un quirófano, estás acostumbrado a hacerlo bajo presión.

"Somos humanos y hemos pasado miedo, pero siempre prima que estamos acostumbrados a trabajar en condiciones límite y extremas. Cuando trabajas en UCI es como en un quirófano, estás acostumbrado a hacerlo bajo presión y en situaciones de estrés. Pero si estás bien preparado, la profesionalidad siempre acaba saliendo", expone en referencia a la labor realizada por el equipo de sanitarios que han estado junto a ella durante la pandemia.

Junto con las UCIs, el rostro más terrible de la pandemia se ha reflejado en las residencias de la tercera edad. EFE / MARISCAL

El "shock" de las residencias

Junto con las unidades de cuidados intensivos, el rostro más terrible de la pandemia se ha reflejado en las residencias de la tercera edad. La atención de estos centros corresponde a los médicos de atención primaria, y estos profesionales tuvieron que enfrentarse a situaciones muy complicadas de gestionar. El doctor Salvador Casado lo define como un "shock", y recuerda que el momento más duro para su centro de salud, perteneciente a la localidad madrileña de Soto del Real, fue cuando la mortalidad se disparó entre los internos de las residencias.

"Tenemos tres residencias, de las que a mí me corresponde una, -relata a RTVE.es-, y nada más comenzar la epidemia, al poco tiempo, comenzaron a morir muchos residentes. Fue una brutalidad, porque en nuestra zona prácticamente falleció el 50%".

En tres semanas, vi morir a cuarenta o cincuenta pacientes casi de golpe, y nadie está preparado para esto.

"La muerte no es plato de gusto para nadie. Cuando eres profesional sanitario vas haciendo callo, experiencia, y te vas manejando. Aunque en atención primaria podemos tener una media de cinco o seis defunciones por año que acompañamos directamente en el morir. Y aquí, en tres semanas, vi morir a cuarenta o cincuenta pacientes casi de golpe, y nadie está preparado para esto", continúa.

La dramática situación ha provocado que, a su entender, los profesionales de centros de salud de los que dependen residencias "hayan tenido un especial sufrimiento a nivel psicológico", lo que sin duda influirá negativamente de cara a una posible segunda ola epidémica. "Arrastramos un punto de cansancio, porque este año ha sido más exigente emocionalmente. Pero también cansancio porque no ha habido un liderazgo claro, lo que genera una mayor incertidumbre", opina Casado.

"Yo lo que estoy viendo en mis compañeros y compañeras es que están cansados. Hay mucha gente quemada, y la situación es de desespero. De pensar que, bueno, puedo poner voluntad, pero si no me apoya nadie… Y el escenario que tenemos ahora es muy de fondo, porque en el mejor de los casos va a durar hasta el año que viene, y en el peor, si no hay una vacuna buena, pueden ser unos cuantos años más", expresa.

Lo que viene ahora puede ser la tormenta perfecta: sanidad debilitada, mal liderazgo y una segunda ola.

Casado asegura que a los profesionales de atención primaria se les está "exigiendo demasiado, porque en los centros de salud hay un plus de trabajo brutal", y cree que lo que viene ahora puede convertirse en una "tormenta perfecta" en la que confluyan "una sanidad debilitada, un mal liderazgo y una segunda ola con la que ya contaban los epidemiólogos".

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