Menos, es más. Eso es lo que deben haber pensando los académicos. Las nominadas este año no son esas músicas que sales tarareando al acabar el film o que llenan la pantalla con una épica emocional -y de decibelios-.
Todas ellas generan espacios sonoros que no buscan la confrontación con las imágenes, pero de ninguna manera las subrayan buscando la complicidad visual.
Fatima Al Qadiri (La abuela)
Siguiendo un orden alfabético, para parecer objetivos, escucharemos primero La abuela, en la que Paco Plaza nos vuelve a encerrar en una casa para sugerirnos un proceso de vampirización, de reflexión sobre el miedo a la vejez y la fugacidad de la belleza; y por qué no, una historia de amor.
Otro giro más al género de terror que ha encontrado la complicidad narrativa en las texturas electrónicas de Fatima Al Qadiri (primera nominación). Aunque aparecen algunos tópicos musicales del género -crescendos, etéreas arpas o inquietantes y frágiles voces femeninas (Emilia Lazo y Esther Martínez)-, la compositora afincada en Los Ángeles se aleja de ellos y nos reta con una música ambiental pero densa; de apariencia tranquila, casi reflexiva. Incluso con algún amago melódico de ascendencia oriental. Pero ella acude al terreno que mejor conoce: la electrónica experimental para propagar una sonoridad difusa, no emocional, pero que nos va envolviendo sin remedio con sutiles capas sonoras. Terrorífico quizá no. Desasosegante, mucho.
Zeltia Montes (El buen patrón)
El desasosiego nos invade también con la escena final -sin música- de El buen patrón. Fernando León vuelve a la comedia, o casi. El veraz y cruel retrato de la hipocresía en una fábrica de básculas, se mueve en el frágil equilibrio entre el drama y la parodia. Zeltia Montes (en su segunda nominación) escuchó la película y puso la música necesaria. Ni una corchea de más. Y buscó el sonido que retratara esa línea. Y la desveló a través de los timbres, unas veces juguetones, otras sarcásticos, de los clarinetes.
Es cierto que son acompañados a veces por una pequeña orquesta (Budapest Symphony Orchestra, Joan Martorell); y por un piano; y por un cello e instrumentos eléctricos. Pero la soledad de estos viento-madera retratan, a través de un único tema, los andares y hablares del patrón Bardem, a modo de una obsesiva danza que sufre variaciones de tempo, tímbricas y armónicas al ritmo visual de la degradación moral.
Alberto Iglesias (Maixabel)
Nuestra siguiente partitura arranca desde la degradación humana del terrorismo. Pero Icíar Bollaín nos guía hacía la reflexión y el perdón en Maixabel, acompañada por los muchos silencios musicales, como en El buen patrón, que aporta Alberto Iglesias (11 premios y 6 nominaciones más).
Musicaliza el arco emocional y psicológico de los protagonistas -desde la rabia al perdón: para el dolor y asesinatos, acude a György Ligeti a través del piano (Javier Pérez Azpeitia), el tratamiento electrónico, muy textural, y la distorsión de los bellos sonidos de las cuerdas (Euskadiko Orkesta); para la comprensión y la tolerancia enfrenta la equilibrada y aparente simplicidad de la articulación musical de Johann Sebastian Bach (un dúo de piano y cello inicia el camino) y la hermandad coral con la canción Xalbador, del poeta y cantautor Xavier Lete, que cierra el filme.
Arnau Bataller (Mediterráneo)
Este vínculo con tus vecinos, que aúna culpa y fraternidad, lo sienten los creadores de la ONG Open Arms y que retrata Marcel Barrena en Mediterráneo. La naturaleza salvaje de la isla, el viento de la costa y el sonido del mar, en ese Mediterráneo en falsa calma, son el germen sonoro de la partitura que retrata la muerte en el agua de centenares de seres humanos. La partitura de Arnau Bataller (primera nominación) surge, de forma orgánica de estos elementos naturales, mezclando sonido y música. Ésta imita las olas del mar, entrando y saliendo de escena sin llamar la atención. Pero está ahí, presente.
Los intérpretes del Brossa Quartet tocan sus arcos muy cerca del puente, generando el chirriante sonido que nos incomoda; una voz susurrante (Susana Mendoza) y un gran trabajo en la programación electrónica, completan la austera música que, alejándose de lo épico, dejan el protagonismo al mar y sus víctimas.