Pepe Sacristán lleva prácticamente 10 años de homenajes y es imposible encontrar un consenso semejante: incluso los situados en las antípodas ideológicas reconocen el mérito de uno de los rostros y voces imprescindibles del cine español de las últimas seis décadas. Desde que recibiera su primer Goya en 2013 por El muerto y ser feliz (comienzo de su enésima vida como actor, acompañando a cineastas noveles) no ha parado de agradecer premios. Y, con su esmerilada habla que parece escrita, siempre encuentra nuevos discursos, ideas y anécdotas.
El actor recibe en Valencia en 12 de febrero el Goya de Honor 2022 y protagoniza el primer spot de la ceremonia, en el que “vende a domicilio” el cine español a los espectadores, un guiño a su pasado de comercial puerta a puerta del Círculo de Lectores. “Era el año 63 del siglo pasado. Tenía claro que se iba a vender como rosquillas. Apunté al Círculo de Lectores a media profesión”, recuerda en un encuentro en la Academia de Cine.
La institución reconoce a uno de sus padres: Sacristán fue uno de los 12 fundadores de la Academia. Primera anécdota: “Todo es mejorable, pero el recorrido me hace sentirme feliz y orgulloso de haber participado en sus comienzos. Fue la época de la mendicidad: como vicepresidente íbamos a pedir a bancos, cajas, a todas partes. En ese peregrinaje, recuerdo que fui a explicárselo a mi amigo y maestro Fernando Fernán Gómez y le dije que era para un instrumento para reivindicar al sector, etc. ‘Son 5.000 pesetas, firma ahí’. Poco tiempo después, sentimos que los sindicatos no entendían los problemas de la profesión y fundamos la Unión de Actores. Volví a Fernando, que me dijo: “Toma las 5.000 pesetas y no fundes más cosas”.
En su fallo, la Academia destacó la ética del intérprete. ¿Está relacionada esos principios con su origen humilde? “Tal vez, seguramente tiene que ver, un sentido de la ética. Tengo claro de dónde vengo, pero no por complacerme, hay tropezones por un tubo. Sí que reconozco el cuidado: reclamar el respeto a lo que he hecho y respetar al otro. Hay una aproximación a una idea de la ética que procuro no descuidar”.
"Es temerario vivir pensando en si los demás dicen si eres bueno o no"
¿Ha sentido que el compromiso le ha podido perjudicar? “No. No iba los rodajes cantando La Internacional, pero nunca he ocultado mi manera de pensar. Siempre he sido un compañero de viaje del Partido Comunista, no encajo bien en la militancia. Pero que nadie le toque un pelo de la memoria a José Luis Sáenz de Heredia, que era próximo al régimen, o Pedro Masó, o Mariano Ozores. Nunca tuve problemas. Solo dos veces, para defender a mi amiga Pilar Miró, curiosamente los problemas fueron con los socialistas”.
El año pasado recibió en Premio Nacional de Cinematografía, pero insiste en que su trabajo es todo “menos una competición”. “La continuidad en el trabajo es la mejor medida del éxito, sobre todo en país como este. Me pongo contento si ganó algo, pero es temerario vivir pensando en si los demás dicen si eres bueno o no. Cuando alguien te señala, ten mucho cuidado, porque lo peor es que te lo creas.
Y aconseja: “Pobre de aquel que piense que en este oficio lo sabe todo. Hay gente que se ha muerto de viejo haciendo igual de mal que el primer día. La experiencia no significa nada”, opina.
¿Alguno viso de retirada? “No, antes monja. Mientras pueda seguir jugando, hacer que lo imposible, sea”. Mañana, se sube a las tablas en Tomelloso con Mujer de rojo sobre fondo gris, de Miguel Delibes. Sacristán no se acaba nunca.