Vuelven las nominaciones a los Premios Goya: el momento en el que el cine español (es decir, los académicos con derecho a voto) se celebra a sí mismo. 2021 ha sido el año del rencuentro con las salas, pero todavía no con los espectadores. Si la disonancia es un profundo cambio de paradigma o un bache temporal lo dirá el tiempo, pero el problema no parece la calidad: los académicos tienen donde escoger en una de las mejores cosechas que se recuerdan.
Una de las causas es que no hablamos de un año: muchas de las películas estrenadas pertenecen a 2020 y algunas incluso fueron interrumpidas durante su rodaje al iniciarse la pandemia. La acumulación garantiza que las nominaciones luzcan, el reverso es que oscurece todo lo que no salga en la foto de finalistas: con añadas de tanto talento, la fórmula de seleccionar cinco películas (que tienden a la multinominación) no funciona para reflejar la diversidad.
El lunes 29, a las 11.00 h (en directo en RTVE.es) la Academia de Cine revelará los candidatos para una gala que viaja a Valencia el 12 de febrero. Repasamos las películas mejor colocadas entre lo mejor del año.
Las favoritas
Madres paralelas, de Pedro Almodóvar, es, sin discusión, la película española más reconocida del año. Inauguró el Festival de Venecia del que Penélope Cruz salió premiada y los medios estadounidenses especializados la colocan entre las 10 primeras en algunas categorías de Oscar (guion y, especialmente, mejor actriz y banda sonora). La historia de Almodóvar con la Academia está llena de gloria (tres premios de dirección) y algún dolor (revivido este año cuando Madres paralelas no fue seleccionada para los Oscar) pero la presencia del cineasta y sus actrices (Penélope Cruz, Milena Smit y Aitana Sánchez-Gijón) en las nominaciones es segura.
El buen patrón, de Fernando León de Aranoa, fue la elegida por los académicos para competir por el Oscar, lo que la coloca de momento en el papel de favorita, rompiendo la barrera de las comedias en los reconocimientos cinematográficas. También promete arrasar en las nominaciones -masculinas en este caso- de interpretación: Javier Bardem, Manolo Solo o Celso Bugallo.
Maixabel, de Iciar Bollain, es la tercera fija en los premios del año tras colarse en los Forqué y los Feroz. Pese a no formar parte de la terna preseleccionada para los Oscar, Bollain es una tradición de los premios (cinco veces nominada) y su sólido drama sobre las víctimas y la disidencia de ETA está de emocionantes interpretaciones: Blanca Portillo, Luis Tosar o Urko Olazabal.
Las aspirantes
Mediterráneo, de Marcel Barrena, fue, por sorpresa, la tercera película preseleccionada para los Oscar. Como Adú el año pasado, conjuga cine social con cine comercial para mostrar la tragedia humanitaria de la inmigración en Lesbos a través de la historia real del activista Óscar Camps (Eduard Fernández).
El amor en su lugar, de Rodrigo Cortés, es la última invitada a la fiesta y ese puede ser su talón de Aquiles. Rodada en inglés con actores europeos, el director de Buried firma un drama clásico sobre el amor y el arte ambientado en el gueto de Varsovia, pero la gran pregunta es si suficientes académicos han llegado a verla a tiempo.
Libertad, de Clara Roquet, la única película española proyectada en Cannes, sigue la estela de Las niñas o Verano 1993: cine en primera persona del femenino singular que constituye la corriente más importante del cine español de la última década. Pero además muestra una originalidad genuina para abordar temas como la opresión familiar o la inmigración.
Las rara avis
Quién lo impide, de Jonás Trueba, es el ejercicio más libre y puro del cine español en 2021, pero, además de la acumulación de rivales, le perjudica su clasificación como documental, cajón desde del que cuesta saltar a otras categorías. Obra hibrida de ficción y documento sobre la adolescencia, su reparto al completo fue premiado en San Sebastián.
Seis días corrientes, de Neus Ballús, también se sirve de la realidad, en este caso de unos fontaneros, para reflexionar sobra integración y masculinidad y componer una particular feel-good movie de lo cotidiano. Los actores no profesionales Mohamed Mellali y Valero Escolar fueron premiados en Locarno y, al contrario de lo que sucede con la película de Trueba, sí son seleccionables en los Goya.
Espíritu sagrado, de Chema García Ibarra, es el diamante oculto del año. Revelado en el Festival de Locarno, donde obtuvo una mención, en su interior cabe todo: desde lo turbio a lo cómico y desde el fantástico al hipercostumbrismo. Está por ver si puede conseguir algo más que mejor dirección novel.
Tres, de Juanjo Giménez, supera su poderosa premisa cinematográfica (una mujer que percibe el sonido con unos segundos de retraso) para lograr una viaje atomosférico. Participante en una sección paralela de Venecia, además de montaje y sonido, parte con opciones para su protagonista, Marta Nieto.
El vientre del mar, de Agustí Villaronga, es una poética recreación de la tragedia de la fragata la Alliance de la Marina francesa en el siglo XIX (vía relato de Alessandro Baricco) que recupera mucho del pimer y más experimental Villaronga. La cinta del director de Pa negre refleja bien la confusión de los tiempos: prácticamente desapercibida en sus estreno, podría ser ignorada en los Goya pese a arrasar en el Festival de Málaga como no se recuerda. (Biznaga, dirección, actor, fotografía y guion).
Las descolocadas
La hija, de Manuel Martín Cuenca, es uno de los trabajos de dirección más precisos y contundentes del año y sin embargo la película aparece desubicada para las nominaciones. Javier Gutiérrez, como mejor actor, e Irene Virgüez, como mejor actriz revelación, son sus mejores bazas.
A La abuela, de Paco Plaza, se le puede aplicar mucho de lo escrito para La hija: su trabajo de dirección es, sencillamente, virtuoso. Que sea una película de terror no tendría porque penalizar si se toma Verónica (nominada a mejor película en 2018) como referente, pero sí, tal vez, que sea género puro. Almudena Amor es favorita para actriz revelación y en banda sonora (Fatima Al Qadiri) la nominación debería ser obligatoria.
Las leyes de la frontera, de Daniel Monzón, era una de las grandes apuestas del año, pero ha sufrido más que ninguna otra en la taquilla. Su disfrutona propuesta de rememorar el cine quinqui con la mirada del cine americano de los 80 tampoco ha sido entendida y, salvo la probable candidatura de Chechu Salgado como actor revelación, el resto de nominaciones saldrán de su lograda recreación de la Girona de 1978.