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José Sacristán, el niño que "jugaba en serio" a ser un indio delante de su abuela

ESTEBAN RAMÓN (San Sebastián)
3 min.

Actuar es la misma palabra que ‘jugar’ en prácticamente todos los idiomas. Recordar el carácter lúdico y, al mismo tiempo, subrayar la importancia del arte ha centrado el discurso de José Sacristán al recoger en el Festival de San Sebastián el Premio Nacional de Cinematografía 2021. En palabras del ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta: un “acto de reparación tardío pero merecido” y un homenaje “a los cómicos”.

“Leí el otro día una cita de Nietzsche: ‘no hay mayor seriedad que la del niño cuando juega’”, ha dicho el actor. “Yo me ataba tres plumas en mi cabeza y me plantaba desafiante frente a mi abuela, que decía ‘¡un indio!’. ‘Se lo ha creído’, decía yo. Cuando me anunciaron el premio, volví a oír en grito de mi abuela. Se lo han creído, pensé, se han creído que era el estudiante, el abogado, el asesino, el ingeniero”.

Desde La familia y uno más (1965), el actor ha vertebrado la historia del cine español, enlazando el landismo con la explosión del cine de la Transición (José Luis Garci, Eloy de la Iglesia, Pedro Olea, Mario Camus) e incluso con la última generación de realizadores (Carlos Vermut, Javier Rebollo). Sin olvidar sus colaboraciones con los centenarios Luis García Berlanga y Fernando Fernán Gómez y su papel de puente con Latinoamérica en la que brillan especialmente sus colaboraciones con Adolfo Aristarain (Un lugar en el mundo, Roma).

Qué suerte: más de 60 años sin dejar de jugar en serio”, ha celebrado el actor. “Con la más estricta seriedad he llegado hasta aquí, haciendo camino al andar, curioseando, con tanta certeza como inquietud y arrojo como temor, como suele ser habitual en al ánimo de los que nos dedicamos a esto”. Quitando peso también a su oficio, ha dicho que ha dedicado su carrera “no tratando de desentrañar las motivaciones de sus personajes” sino “a ver cómo puñetas podía pagar el alquiler”.

José Sacristán, Premio Nacional de Cinematografía 2021

Con Sacristán se premia también una ética, señalada por Aitana Sánchez Gijón, encargada de entregar el premio, al recordar su compromiso en la huelga de actores de 1976 “cuando consiguieron implantar el día de descanso en los teatros y condiciones más dignas”. Y ha vindicado su condición de maestro, transmisor de todo su conocimiento en los rodajes mientras “canta coplas entre plano y plano”.

Sacristán se siente conectado con el hilo primigenio de aquellos que pintaron “para mostrar a sus vecinos el mamut” en las paredes de la Cueva de Altamira y, pese su brillante elocuencia, ha citado modestamente a Cervantes: “Si pudiera sacar mi corazón y ponerlo ante vuestros ojos, quitaría el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar”.

Pero a su lengua no hay más remedio que creerla en serio. “Vivir una ficción, una ilusión inventada, dar a las ilusiones consistencias y firmeza. ‘Habría bastado con que lo imposible fuera’, clama Calígula mientras pide la luna. Cada vez que actúo siento las plumas de gallina en mi cabeza y siento el trajín, el bullir y el entusiasmo que produce la seriedad del juego. Y entonces, lo imposible, es. Y tengo la luna. Y yo sé que se lo han creído. Como mi abuelo. Y como vosotros”. Palabra de Sacristán.

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