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Cultura de la cancelación, redes sociales y lucha de clases en San Sebastián

ESTEBAN RAMÓN (San Sebastián)
6 min.

San Sebastián, interior del Teatro Victoria Eugenia. Arthur Rambo, del cineasta francés Laurent Cantet, se presenta en el Festival. En pantalla, Karim (interpretado por Rabah Naït Oufella), un joven escritor de origen magrebí ha escrito un libro sobre la segregación en Francia que es celebrado por la izquierda y señalado como posible best-seller. Alguien descubre un antiguo pseudónimo de Karim, "Arthur Ramb"o, que usaba una cuenta de twitter para verter comentarios antisemitas, homófobos y machistas para jugar a provocar con los límites del humor. En solo dos días, Karim es completamente cancelado.

Exterior, mundo virtual de las redes sociales. Prende un pequeño incendio en twitter: Luis Tosar lleva 24 horas de trending topic por el titular de una entrevista en El correo que, equivocadamente, puede dar a entender que el actor empatiza con ETA. No hay caso: en el texto de la entrevista solo hay rechazo absoluto a la violencia de ETA por parte del actor y el titular es ambiguo, pero la guerra de tuits ha comenzado. Los pantallazos de las palabras exactas de Tosar se tambalean entre la marejada de insultos que solo atienden al titular. Algunos medios lanzan artículos amplificando la polémica para pescar unos clicks.

¿Hace falta más para entender que Arthur Rambo es una película pertinente? El cineasta francés, con su habitual estilo realista cercano al documental, sumerge al espectador en un vertiginoso linchamiento de 48 horas en el que nadie sale indemne: las perversas consecuencias del consumo sesgado de información de las redes, la hipocresía de las industrias culturales y la segregación de la República francesa. El cineasta, ganador de la Palma de Oro en 2008 por La clase, atiende a RTVE.es

P.: ¿Hasta qué punto estamos marcados por la corrección política?

R: Creo que cada vez somos más conscientes de que hay cosas que es mejor no decirlas y creo que cada uno debería pensar en su conciencia, tanto moral como política. No quiero defender la autocensura, ni mucho menos, sino que, en algunos temas, contenerse en una forma de abrazar la complejidad del tema. Hay una tendencia a ir demasiado deprisa y a simplificar. Y eso lleva al punch-line del titular, captar la atención en pocas palabras, y eso es peligroso. Me cuesta leer solamente los titulares.

Las redes sociales son también una jungla y, para sobrevivir, hay que diferenciarse: ser más violento, más gracioso o más perentorio que el otro para que te tomen en cuenta. Es muy posible que la razón de escribir tenga que ver más con las ganas de popularidad que de expresar una idea. El medio va más allá del mensaje.

P. Ese panóptico moral de las redes sociales es alimentado además por los medios, que a menudo echan gasolina al fuego. ¿Cuál debería ser su papel?

R.: Creo que los medios pueden y deberían ser un antídoto. El problema es que hay tal desconfianza a la palabra oficial que las redes sociales se convierten en fuente de verdad porque a menudo, precisamente, contradicen a los medios oficiales. No soy juez, pero mucho de lo que se dice en redes sociales no se verifica, no se comprueba. Y además responde a lo que esperamos: oímos y leemos lo que queremos oír y leer. Siempre es más fácil decir algo en 140 caracteres que desarrollar toda una reflexión sobre cualquier asunto.

P.: ¿Es consumidor de redes sociales?

R: No. No consumo en absoluto. Reconozco la fuerza que tienen en, por ejemplo, una red militante: hay escándalos que se han sacado a la luz gracias a las redes sociales. Pero también creo que es importante mirar con mucha precisión el papel y lugar que ocupan en nuestra vida. Y no se hace mucho. Hay poca reflexión sobre lo que realmente es una red social. Y eso es bastante peligroso. Es una puerta abierta a todas las mentiras. No eres consciente de eso si no lo analizas, si lo tomas como viene pueden ser muy peligroso.

Laurent Cantet, director de Arthur Rambo. ANDER GILLENEA

P.: Aparte de la cultura de la cancelación, es la editorial y la ley del mercado la que amenaza también la libertad de expresión.

R.: Sí, creo que es porque son dos munodos que se miran, pero no se entienden. Lo que el protagonista dice es verdad: ‘tengo 200.000 seguidores y nadie se ha quejado. ¿Qué hago?’ La editora no entiende ese argumento porque utiliza twitter es para hacer publicidad de los libros.

Creo que todo el mundo tiene una conciencia política y moral que va a fijar lo que va a leer u oír. Para Karim hay dos mundos, el de la escritura, donde está escalando y está asociado a París a un cierto estatus social. Y esos tuits, que escribía para los colegas, literalmente. Era como un juego para hcer reír en el patio de colegio: no entiende que cuando escribe algo el mundo entero puede leerlos.

P.: ¿La élite de la industria cultural acoge a Karim para purgar también algo de mala conciencia?

R.: Muchos intelectuales de izquierdas ven este tipo de personaje, lo que representa Karim, con mucho afecto: demuestran que se puede salir de dónde vienes, que el determinismo social no es una condena. Y mucha gente cree sinceramente en eso.

"Los políticos usan twitter para simplificar mensajes de una manera que sería inaceptable en una rueda de prensa"

P.: La película también trata de la identidad: ¿Somos los que creemos que somos? ¿Lo que creen los demás?

R.: La película es una reflexión sobre el peso de las palabras. Es algo que Karim aprende cuando se da cuenta de que su hermano se ha tomado los tuits literalmente y que toda la dimensión de provocación y broma le ha pasado por encima. Se da cuenta de la responsabilidad que significa escribir incluso un mensaje de 10 segundos. Y eso refleja bastante la forma en la que funcionan las redes sociales. En el momento en el que se convierten en un mensaje público cobran peso y muchas veces no somos conscientes. Los políticos sí lo tienen: cuando el presidente de la república prefiere dar su opinión en 140 caracteres en lugar de en una rueda de prensa no es por casualidad. Es una forma de usar una simplificación aceptable en un tuit, pero que no lo sería nunca en una rueda de prensa.

P.: En la película Los miserables, estrenada hace dos años, se planteaba la tesis de que la situación de los suburbios de París es insostenible

R.: En cualquier caso, deberíamos ser conscientes de que la sociedad se está fracturando cada vez más. De tanto negarles la pertenencia se les condena a estar en una posición cada vez más violenta. Y también, a fuerza de negar la identidad de estos jóvenes, les estamos tirando a los brazos de los movimientos integristas, que encuentran ahí cada vez más ecos entre los jóvenes que se sienten perdidos. Si no tienes otra perspectiva, es muy fácil seguir a los integristas porque dan respuestas muy sencillas.

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