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Antonio Banderas: "Es muy difícil hacer comedia sin molestar a un colectivo"

ESTEBAN RAMÓN (San Sebastián)
5 min.

Competencia oficial, un azote del cine, de oficio de la interpretación, del ego artístico, y de la pompa de la industria, ha llenado de glamour –casi culpable- la inauguración del Festival de San Sebastián, con la presencia de sus protagonistas Penélope Cruz y Antonio Banderas. Aunque hay restricciones en la alfombra roja, el público donostiarra se ha agolpado hasta la barrera más cercana posible para otear al menos a los actores que desfilaban diez metros más allá.

La película de los argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn, participada por RTVE, es una sátira sobre el ensayo de una película cargo de una directora-autora (interpretada por Penélope Cruz) que ha reunido a una estrella superficial (Antonio Banderas) y un prestigioso actor que tiende a la intensidad (Óscar Martínez).

La facilidad del tándem argentino para desnudar los aspectos absurdos del arte (ya exhibida con la literatura en El ciudadano ilustre) ha colmado de risas los primeros pases. “El mundo del cine no es tan exagerado. Hay cosa que pasan, solo que son peores”, ha bromeado Antonio Banderas en la rueda de prensa.

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“La película consigue algo interesante y difícil: sacar humor negro de situaciones absurdas sin ridiculizar la profesión”, ha opinado Penélope Cruz. “La preparación de un actor, vista desde fuera, puede parecer ridícula. Todos hacemos ejercicios de preparación particulares y extraños. Lo que hacen los personajes de la película es no respetar al otro.

La actriz reconoce que ha hecho más drama que comedia, pero respeta por igual los géneros. “La he tocado con un genio, que era Azcona, y la familia Trueba. Y a veces con Almodóvar. Quizá, lo que te hace reír te da la idea que ha sido más fácil de hacer, pero no es así”.

En una de las secuencias, la directora que interpreta Cruz tritura literalmente todos los premios que atesoran sus intérpretes: premios de Cannes, Venecia, Goyas. Todos poseídos, en la vida real, por la actriz, flamante ganadora de la Copa Volpi por Madres paralelas.

Los actores tenemos mucha inseguridad”, resume Banderas. “Gastón y Mariano han tenido mucha certeza en criticar comportamientos del arte. Fuimos a agrandar nuestros complejos. Hay cosas de mi personaje que tengo yo: he vivido en Los Ángeles. Pero no tengo tantas mujeres, coches, ni mataría a un compañero para impulsar mi carrera”, bromea de nuevo.

Cruz: "Muchas familias viven de esto, no solo los cuatro privilegiados que podemos elegir"

Preguntados si tras la pompa con la que Francia despidió a Jean-Paul Belmondo sienten que, por oposición, en España no se valora desde la política a la cultura, Cruz ha preferido centrarse en el cariño que siente del público. “A otros niveles, va por temporadas. Son muchísimas familias que viven de esta profesión, no los cuatro privilegiados que podemos elegir proyectos. Es algo muy cambiante, pero es una profesión que necesita los apoyos”.

“En definitiva, no”, ha añadido más rotundo Banderas. “Los actores nos sentimos más bien usados. En los debates de las últimas elecciones generales no se habló de cultura ni una sola vez. Cuando viajas a otros países y ves esas cosas, te sientes alejado de la mano de dios”.

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En ocasiones, por el tempo –y por el tema también, la película parece extraída del universo de Ruben Östlund, que tan magistralmente satirizó el mundo del arte contemporáneo en The square. “Teníamos la sensación de estar haciendo algo diferente. Había situaciones que parecía que estábamos haciendo una película sueca”, apunta Banderas. “Es muy difícil hacer comedia sin molestar a un colectivo. No me posiciono en el debate de los límites del humor, pero la comedia se ha convertido en algo clandestino, subversivo La obra tiene muy mala leche en el fondo”.

Y el fondo –o uno de ellos- no es otro que reflexionar si la interpretación requiere una preparación extraordinaria, o es sobre todo un don natural que, como decía Katherine Hepburn, “después de todo, hasta Shirley Temple puede hacerlo con cinco años”.

One second, la carta de amor al cine de Zhang Yimou que sufrió la censura china

Precisamente del cine en general, y del poder la imagen en particular, versa también One second, la película Zhang Yimou con la que ha comenzado el festival: posiblemente la película de inauguración más potente que San Sebastián ha tenido en la última década.

El veterano cineasta chino, director de clásicos como Sorgo rojo o La linterna roja compone una pequeña fábula, realista y al mismo tiempo ingenua como una película muda, sobre un reo que, en la China de los años 60 y su Revolución Cultural, persigue a un proyeccionista que pasea de aldea en aldea para proyectar una película. El motivo es que en el noticiario propagandístico previo sale su hija adolescente a la que no ve desde que tenía seis años.

One second estaba lista a competir en el Festival de Berlín de 2019, pero desapareció de la selección unos días antes “debido a razones técnicas”, un eufemismo que escondía la intervención de la censura china. El oscurantismo es tal que se desconoce qué se ha modificado de la versión original. El cineasta no ha viajado a San Sebastián (la pandemia ha alejado a los autores asiáticos de los festivales europeos) y tampoco ha podido aclararlo ni detallar su relación con la Revolución cultural, por la que fue internado en uno de los campos de reeducación.

En el ansía con la que los habitantes rurales de One Second devoran la única película que podrán ver en meses es fácil adivinar el nacimiento la vocación cinematográfica de Zhang Yimou. Su película queda como una bella crónica del inicio de la pasión –casi maníaca- que las sociedades modernas profesan por las imágenes.

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