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Doce horas vacunando para llegar al 70% de inmunización: hablamos con las sanitarias

 Reportaje   RNE  
  • "Empezamos de un día para otro, pero teníamos la vacuna y eso era suficiente", cuentan las enfermeras

  • Se muestran preocupadas con el cambio de percepción de las vacunas

ÁLVARO ESTÉVEZ INGELMO / RNE
5 min.

Diez meses. Ese fue el tiempo que tardó en inocularse la primera vacuna en España. Araceli Hidalgo, de 96 años, fue la primera persona en vacunarse contra el coronavirus en el país, en la residencia Los Olmos de Guadalajara el pasado 27 de diciembre. "A ver si nos portamos bien y conseguimos que el virus se vaya", explicaba la granadina tras recibir la primera dosis de las 9.750 vacunas de Pfizer que conformaron la primera tanda de vacunas de nuestro país. Cuatro meses después, nos encontramos un poco más cerca de alcanzar el deseo formulado por Araceli.

En estos momentos las comunidades ya han administrado más de doce millones de las vacunas suministradas por Pfizer, Moderna y AstraZeneca/Oxford contra la COVID-19 para un total de 3,7 millones de personas —un 7,8% de la población— que han recibido la pauta completa y más de 10 millones de personas —un 21% de la población— que ha sido inoculada al menos con una dosis de uno de estos tres sueros. Cifras todavía alejadas del anhelado objetivo del Gobierno de alcanzar el 70% de población inmunizada —33 millones de personas— al final del verano, pero imposibles de alcanzar de no ser por un despliegue de sanitarios y de espacios para la vacunación sin precedentes. Jornadas de vacunación cargadas de trabajo, pero también de esperanza.

"Montamos el dispositivo de un día para otro. Teníamos un par de mesas y unos ordenadores, pero teníamos la vacuna y eso era suficiente para empezar a vacunarnos"

"Un agente me dijo que se vacunaba para poder abrazar a su abuela y fue una cosa que me emocionó muchísimo porque mis abuelos fallecieron en la pandemia", relata Natalia, enfermera del SUMMA 112 que vacuna en el estadio Wanda Metropolitano. "No te imaginas la impotencia que sientes al estar cuidando y atendiendo a otras personas y no poder estar con tu familia". Natalia recuerda que montaron el dispositivo "de un día para otro", con apenas un par de mesas y otros tantos ordenadores: "Pero teníamos la vacuna y eso era suficiente para empezar a vacunarnos". "Poco a poco fuimos acondicionado y mejorando la instalación y a partir de ahí ya no paramos de vacunar", añade.

Al igual que Natalia, Sandra reconoce que las jornadas se extienden hasta llegar en algunos casos a las doce horas en el centro de salud y en el polideportivo en el que administra los sueros: "He dejado de lado mi vida familiar. Doblamos turnos: por la mañana vamos a los centros de salud y, por la tarde, a vacunar en el pabellón o en el centro de salud que nos corresponda".

Por su parte Sonia, responsable de la vacunación en el centro de Atención Primaria Eloy Gonzalo de Madrid, rememora el "emocionante" día que llegaron los listados para poder iniciar el dispositivo: "Compañeros de todas las categorías profesionales se pusieron como locos a llamar a pacientes de más de 80 años". "Muchos de ellos se echaban a llorar cuando les decían que por fin les iban a vacunar", asegura.

El cambio de percepción de las vacunas

Y es que la tercera edad ha sido el colectivo más golpeado por el coronavirus SARS-CoV-2, especialmente aquellos residentes en geriátricos: más de 29.000 ancianos y ancianas que vivían en residencias de mayores han perdido la vida a causa del COVID-19 en nuestro país. Natalia atesora el momento en el que se empezó a vacunar a nuestros mayores: "Imagínate residencias cerradas a cal y canto y al equipo de vacunación llegando. Era la cara esperanzadora". "Les llevabas la salvación, el poder acercarse de nuevo a sus familias y tener otra vez libertad tras mucho tiempo encerrados", explica Sandra. Porque, aunque ahora parezcan lejanas, en los geriátricos españoles se llegaron a vivir escenas de auténtico terror, momentos que Sonia reconoce que tardaron tiempo en olvidar: "Durante las visitas a domicilio que hacíamos para que no salieran intentábamos quitarles el miedo que tenían ellos y quitarnos el que teníamos nosotros". "Algunos nos preguntaban si podían abrazar a sus nietos y eso es algo que te parte el alma", admite Sonia.

"Si hablasen con un paciente que ha pasado por el COVID y que está deseando que lo llamen para vacunarse porque lo ha pasado realmente mal cambiarían su forma de ver la vacuna"

Lo que ninguna esperaba era que se llegara a recibir con miedo la vacuna. En las últimas semanas, algunas vacunas han sido objeto de estudio de la EMA por sus posibles efectos secundarios y varios países han llegado a parar la vacunación con algunos sueros; si bien el CIS estima que 8 de cada 10 españoles no temen a la vacuna, Sonia reconoce que cada vez es más habitual ver a gente con dudas: "Antes venían con ilusión y ahora con un miedo que intentas revertir y de darles un poco de alegría". Sandra también se ha acostumbrado a ver estas escenas: "A las personas que tienen dudas y están a punto de vacunarse las felicito y les digo que han tomado la decisión correcta para sus familiares".

La preocupación de Sandra y Sonia compartida por muchos sanitarios y sanitarias del país, entre ellos una Natalia que cree que este cambio se debe a un problema de perspectiva: "Si hablasen con un paciente que ha pasado el COVID y que está deseando que lo llamen para vacunarse porque lo ha pasado realmente mal, porque tiene un montón de efectos derivados de la enfermedad y un montón de enfermedades que le han quedado por ella, cambiarían su forma de ver la vacuna". "No es algo que les vaya a hacer daño, sino todo lo contrario: algo que va a evitar que coja el COVID, algo que no es amenazante y la esperanza de volver a la vida que teníamos antes de esto", sentencia.

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