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El "fenómeno Zelenski" tres años después de la invasión rusa: entre el mito y la realidad

ADRIÁN ROMERO
10 min.

En tiempos de guerra, el heroísmo se convierte en una característica propia de un líder, una imagen de "gran hombre" que ha sido adjudicada al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. Sin embargo, tres años después del inicio de la invasión rusa, su figura imperturbable se muestra repleta de aristas.

Antes del conflicto, Zelenski era considerado un ejemplo de un liderazgo populista; un comediante de televisión y outsider político que sacó beneficio de su fama para obtener influencia electoral. Carecía de credenciales solventes en política e incluso evitaba las entrevistas serias y los debates.

"Estoy convencido de que ni siquiera soñaba con alcanzar la presidencia", asegura el periodista ucraniano y autor del libro Zelenski: una biografía, Serhii Rudenko. "Para él y su entorno era un juego, una continuación del mundo del espectáculo y de su serie Servidor del pueblo [programa satírico protagonizado por Zelenski, quien encarnaba a un profesor que se convertía en presidente]".

Su ascenso fue producto de la desesperación que sentían la mayoría de los ucranianos ante su corrupta élite. No lo consideraban parte de la política clientelar y su falta de experiencia y su encanto personal se interpretaron como una ventaja. Pero cuando la luna de miel terminó y las reformas no avanzaron, su Gobierno comenzó a ser cuestionado.

"Tras tratarlo como un mesías, muchos de los que votaron por él se sintieron defraudados al descubrir que era un hombre sencillo", revela el politólogo y profesor en la Escuela de Economía de Kiev, Ivan Gomza. "Durante la paz, fue un presidente mediocre, y solo demostró ser mucho más resistente y eficiente durante la guerra", incide.

El reclamo posterior como ídolo de masas fue el resultado de la incertidumbre provocada por el conflicto. Su firmeza al permanecer en Kiev durante el asedio ruso le hizo recuperar la popularidad que había perdido en los años anteriores, convirtiéndolo en una figura que despertaba admiración y referencia.

"No hay duda de que jugó un papel fundamental como comunicador de la causa ucraniana en las primeras etapas de la guerra", confirma el profesor de Ciencias Políticas experto en política ucraniana de la Universidad de Virginia Occidental, Erik Herron. "Sus alocuciones diarias lograron suscitar apoyo internacional, no solo entre los Gobiernos aliados, también [y de ahí la idealización] entre el público general", declara.

Así, Zelenski dejó de ser un desconocido más allá de su país para renacer como el "héroe del pueblo".

El héroe del pueblo

"Durante la primera mitad de su mandato, Zelenski trató de entender cómo funcionaba el Estado, desde delegar poderes hasta tomar decisiones", afirma Rudenko. "Nada de esto lo hizo muy bien; no ocurrió un milagro. Si no hubiera sido por la guerra, todos se habrían olvidado de él hace mucho tiempo", subraya.

En septiembre de 2020, escándalos de corrupción, como los "Papeles de Pandora", salpicaron a su administración, provocando que su aprobación disminuyera del 73,2% al 31,8%. Como recuerdaba Rudenko en una columna para el Deutsche Welle en octubre de 2021: "Es sorprendente cómo, en dos años y medio, el cargo más alto del país logró convertir al joven, enérgico e ingenioso Zelenski en una patética copia de un autócrata".

El presidente encontró su redención con la invasión rusa en febrero de 2022. De la noche a la mañana, reconstruyó su autoridad y unió a la nación. Su oratoria actuó como una herramienta más del conflicto, tanto o más que los tanques o los misiles proporcionados por sus aliados.

Ante Occidente, Zelenski adoptó un tono homérico. Empleaba hábilmente referencias a los símbolos arraigados en el imaginario heroico de las naciones europeas y Estados Unidos. En una alocución en 2022 ante la Cámara de los Comunes británica, citó a Shakespeare: "La cuestión para nosotros [los ucranianos] es ser o no ser"; y se hizo eco de las palabras de Churchill: "No nos rendiremos, no perderemos. Lucharemos en tierra, en el mar y en el aire".

La esencia de su liderazgo se encontraba en su capacidad para apelar a esa identidad occidental de defensa de los valores liberales y democráticos frente a la barbarie. Un estatus que lo elevó a la posición de árbitro moral, capaz de desafiar a los poderosos o incluso reprenderlos ante su incapacidad para actuar o proporcionar ayuda.

"Fue él quien asumió el papel de persona que ocupa una posición moral superior y, poco a poco, Occidente empezó a tratarlo como tal", establece Gomza. "Es cierto que al principio del conflicto no tenía influencia, pero fue construyendo su autoridad progresivamente e hizo de su imagen un símbolo que contaba con el apoyo del público en general, creando así el 'fenómeno Zelenski''", detalla.

De la resiliencia a la impaciencia

Como resumió la revista Financial Times cuando le otorgó en 2022 el título de "Persona del Año": "El presidente encarna la resiliencia de su pueblo". El aguante y empuje ucranianos han sido fundamentales en la proliferación del "fenómeno Zelenski", pero también han forzado al mandatario a ofrecer resultados tangibles en el campo de batalla.

Pese a que en el último año y medio su mensaje no ha cambiado demasiado, el rostro de Zelenski se ha endurecido, sus palabras son más contundentes y sus decisiones más impacientes. Sus visitas a la primera línea se han incrementado tanto o más que sus viajes internacionales. Con su cargo ligado inevitablemente a la guerra, se encuentra en la misma posición de estancamiento que en el frente.

Tres años después del inicio, la guerra en Ucrania está estancada

"El problema de Zelenski es que ha demostrado ser más un político que un estadista", comenta Gomza. "Tiene tendencia a reflexionar sobre su supervivencia política, y sabe que esta depende de cómo termine el conflicto. Esto ha afectado a sus perspectivas y ha sido la causante de limitaciones, como una movilización militar tardía [al considerarla una medida altamente impopular]", ilustra.

Aupado dentro y fuera de Ucrania, sus poderes presidenciales se han ampliado enormemente. Incluso la mayoría de ucranianos se oponen a la celebración de las elecciones presidenciales, previstas inicialmente para 2024, aunque suspendidas por la ley marcial.

"Aunque Trump afirmó que Zelenski tenía un índice de aprobación del 4%, las encuestas que he realizado con el Instituto Internacional de Sociología de Kiev muestran cómo la población aún confía en él [57%]", señala Herron. "Ni siquiera el nivel de confianza parlamentaria ha llegado a niveles tan bajos [su mínimo fue del 7%]", agrega.

Entretanto, se ha involucrado cada vez más en la toma en decisiones estratégicas, dominando los nombramientos del Estado Mayor y supervisando los planes de batalla. Una de sus decisiones más arriesgadas, ordenar en febrero del año pasado la sustitución del popular comandante en jefe, Valeri Zaluzhni por Oleksandr SirskIi. Un militar conocido por la defensa a toda costa de Bajmut hasta su caída en mayo de 2023, y que comulga con el mensaje de resistencia a ultranza del presidente.

"Desde la perspectiva ucraniana, cuando se habla de negociar tierras por la paz, no se trata solo de territorio, sino del destino de las personas que viven allí y de sus derechos, que han sido violados con la ocupación rusa", sostiene Herron. "De ahí que Zelenski [pese a las presiones cada vez mayores de Trump] mantenga su mensaje de que el ataque de Moscú fue diseñado para negar al pueblo ucraniano su derecho a existir".

Todo indica que Zelenski quiere seguir desempeñando el papel de un Churchill ucraniano. Sin embargo, la situación militar en el frente y la ayuda internacional, en especial la estadounidense, se han vuelto problemáticas. Ahora que la perspectiva de una negociación por la paz parece dibujarse en el horizonte, es probable que el "héroe del pueblo", decidido a luchar hasta el final, se vea obligado a aceptar compromisos dolorosos.

Quo vadis, Zelenski?

Pese a las idealizaciones, Zelenski no es el líder inmaculado de las fantasías occidentales. Su carrera en el mundo del espectáculo le enseñó a crear narrativas inspiradoras, pero apenas le ha proporcionado experiencia política. Entretanto, se hablan de negociaciones en Washington, Moscú y París, mientras el presidente ucraniano mantiene un mensaje que, aunque fiel a su espíritu combativo, no casa con las pretensiones de Rusia y Estados Unidos.

"Lo que los presidentes tienen que hacer durante la guerra es lo que en ciencia política se llama 'gran estrategia' [aquello que debe hacer un Estado para alcanzar su propósito primario]", explica Gomza, "y Zelenski no la ha aplicado demasiado bien durante la contienda".

"Habla de objetivos maximalistas, de recuperar las fronteras originales.... Una buena táctica para salvar la moral de la población, pero no como objetivo viable para la 'gran estrategia', especialmente dada la situación sobre el terreno y la disposición general de los oponentes", establece.

Sin embargo, esta postura aparentemente intransigente de Zelenski es también consecuencia de la nula confianza de los ucranianos con cualquier propuesta procedente de Moscú. "Tienen un profundo escepticismo sobre la voluntad de Rusia para cumplir promesas [véanse los fallidos acuerdos de Minsk]" —recuerda Herron— "y, al negociar tierra por paz, se está condenando a la gente que vive allí a ser dominada por un Gobierno que no ha mostrado un respeto básico por los derechos humanos".

En un momento clave para Ucrania, la supervivencia política del presidente ucraniano está en tela de juicio. Es consciente de que su liderazgo puede desmoronarse en la posguerra e incluso se ha ofrecido a renunciar a la gobernanza si el país entra en la OTAN. "Las concesiones de Zelenski en las negociaciones con Rusia podrían llevar al colapso de Ucrania, y eso lo entiende bien. Que se convierta o no en un Estado independiente dependerá del futuro acuerdo de paz", concluye Rudenko.

Zelenski, ¿un dictador?

El pasado 19 de febrero, el presidente estadounidense, Donald Trump, llamó a Zelenski un "dictador sin elecciones". Pese a lo erróneo de su afirmación, los poderes otorgados a Zelenski durante la guerra pueden llevar al supuesto de que este se niegue a renunciar a su posición tras finalizar el conflicto.

"Si Zelenski no estuviera dispuesto a someterse a elecciones en la posguerra, el pueblo ucraniano ha demostrado en más de una ocasión que no lo aceptaría", advierte Herron, que recuerda las manifestaciones del Maidán entre 2013 y 2014.

"Desde que comenzó la guerra [del Donbás] en 2014, Ucrania ha celebrado dos elecciones presidenciales y dos parlamentarias. ¿Por qué no puede celebrarlas ahora? Simple: diariamente, los ciudadanos están sujetos a ataques con misiles y drones donde, y al contrario que en 2014 y 2019, el riesgo para la seguridad individual ya no se limita a las áreas del frente", aclara.

En cuanto al futuro del presidente ucraniano tras la guerra, Herron es claro: "No lo sabemos, y lo digo en el mejor de los sentidos. Puede tener competidores [como el expresidente Poroshenko], y eso es porque Ucrania tienen una democracia; un sistema en el que los ciudadanos pueden decidir quién es su presidente".

"Por el contrario, en Rusia, tengo claro a quién apostaría todo mi dinero sobre quién ganará las elecciones, y solo cancelaría la apuesta si algo le sucede a la salud del presidente Putin; le garantizo que él siempre saldrá victorioso", responde sarcásticamente.

Como resultado, "escuchamos al presidente estadounidense llamar dictador al presidente Zelenski, mientras planea hacer tratos con el que realmente es el dictador", sentencia.

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