En Pokrovsk solo se oyen los disparos de la artillería, los ladridos de los perros y los graznidos de los cuervos. Este nudo de comunicaciones, el más importante del sur del Dombás, se ha vaciado de civiles. Había más de 11.000 antes de la invasión. Hoy apenas quedan unos cientos. Muchos se han ido como refugiados y otros han sido evacuados.
Lo que llama la atención es que ni siquiera se ve a soldados. "Están en las trincheras", nos dice Nikolai, uno de los pocos vecinos que se atreve a salir a las calles nevadas. Nikolai se queja de que la ayuda humanitaria se acabó en agosto y que las oficinas de correos están cerradas. Por eso, "desde entonces, no recibimos ni pensiones ni salarios. Aquí no hay agua, luz ni electricidad". Le preguntamos por qué no se va: "porque pagar el alquiler cuesta mucho dinero y yo no lo tengo. Y porque fuera, en el resto de Ucrania, no nos quieren a la gente del Donbás".
Las tropas rusas toman posiciones en el Donbás y se acercan a Dnipro
Viktor camina con una bolsa en la que lleva algo de pan. Lo ha comprado en una tienda mal iluminada. El dueño no quiere hablar con nosotros. Viktor tiene 70 años: "aquí solo quedan viejos como yo", nos informa, "el agua la consigo en una iglesia baptista".
En ese templo están reunidos una docena de vecinos. Recargan sus móviles, llenan bidones de agua y se calientan. Lo hemos en visto en otros lugares asediados como Chasiv Yar, hoy prácticamente tomada por las fuerzas rusas. Casi nadie quiere hablar a la cámara. Mijail es una excepción: "Hace mucho frío y vengo aquí a calentarme. Lo peor son los drones, lo destruyen todo", dice abrigado por un gorro y ropa de esquí.
Galina sonríe con su dentadura de oro a las puertas de la iglesia: “la situación no es muy buena, lo puedes comprobar por ti mismo, pero espero nuestra victoria”, nos dice mientras se va con su bidón de agua y suenan los disparos de la artillería ucraniana.
Disparan hacia el sur. A poco más de cinco kilómetros, las tropas rusas se despliegan intentando poner en práctica la maniobra de tenazas con la que han conquistado otras localidades ucranianas. Por el momento han conseguido avances en el suroeste, pero el flanco sur se les resiste. Contragolpes ucranianos están conteniendo, por ahora, la ofensiva sobre la ciudad, pero no pueden evitar que se haya convertido, prácticamente, en un campo de batalla.
Algunos de los proyectiles rusos han impactado en un enorme edificio de viviendas de la etapa soviética, junto a lo que era el centro de salud de Pokrovsk. Ya no funciona como tal. Lo han evacuado y saqueado. Hoy es un edificio sin vida. Hay jeringuillas y medicamentos por el suelo. En un cuarto, una nevera todavía conserva un bote de mermelada que se han dejado las empleadas del sanatorio. Afuera, una bandada de cuervos motea de negro la nieve.