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Arrimadas, el azote del independentismo que tomó las riendas de un Cs en horas bajas que no logró remontar

  • Fue la artífice de la primera victoria de un partido no nacionalista en Cataluña, en 2017, pero no pudo gobernar

  • Esta jerezana se puso al frente del partido en 2020 y desde entonces solo ha acumulado descalabros electorales

ÁLVARO CABALLERO
7 min.

Inés Arrimadas dice adiós. El cataclismo electoral del 28M ha supuesto la última estocada a la carrera de la que fue la joven promesa de la política española, la artífice de la primera victoria en Cataluña de un partido no nacionalista. Ahora, esta catalana andaluza, como ella misma se describe, renuncia a la vida pública con solo 41 años y tras haber liderado a un Ciudadanos de capa caída y al borde de la desaparición, hasta el punto que el partido ha renunciando a presentarse a las próximas elecciones generales.

El ascenso y caída de Arrimadas (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1981) ha ido en paralelo al de su partido. De unos orígenes humildes en un rincón de la política catalana a tocar el cielo, primero como partido más votado en el Parlament en 2017 –una victoria agridulce, ya que el independentismo logró la mayoría absoluta- y después como tercera fuerza en el Congreso en las elecciones generales de abril de 2019, cuando casi lograron el sorpasso al PP y habrían podido gobernar con el PSOE si no hubiera sido por el veto a Pedro Sánchez del que era su mentor y líder del partido, Albert Rivera.

Nació en el seno de una familia que había emigrado a Barcelona. Sintió siempre interés por la cultura catalana, incluso antes de mudarse allí, a los 25 años, tras estudiar Derecho y Administración y Dirección de Empresas en Sevilla. En la Ciudad Condal trabajó como consultora durante unos años, antes de afiliarse a Ciudadanos en 2011, y empezar su rápido ascenso en la formación.

Fue elegida diputada en el Parlament catalán por primera vez en 2012, solo un año después de su entrada en la formación naranja, que entonces aún se conocía como Ciutadans y que empezaba a despuntar en la política catalana, aunque se había fundado en 2006. Comenzó su recorrido parlamentario cuando el independentismo cogía fuerza y CiU iniciaba su deriva hacia esta posición rupturista, llegando a la primera consulta de Artur Mas en 2014.

El joven rostro del constitucionalismo en Cataluña

En 2015, cuando Rivera dejó Barcelona para dar su salto a la política nacional, Arrimadas asumió el liderazgo de Ciudadanos en Cataluña. En las elecciones de aquel año se convirtió en líder de la oposición y demostró sus habilidades parlamentarias como azote del independentismo, en aquel momento unido bajo las siglas Junts pel Sí.

Arrimadas era entonces el joven rostro del constitucionalismo ante un PSC y un PPC en horas bajas y desorientados ante la oleada independentista. Tras el referéndum del 1 de octubre de 2017, y las tensas jornadas parlamentarias de septiembre de ese año, la jerezana consagró su figura y unificó el voto contra el independentismo, llegando a ser la primera fuerza en el Parlament en las elecciones de ese año con más del 25% de los votos, cuando en Cataluña estaba en vigor el famoso artículo 155 de la Constitución.

Era la primera vez en Cataluña que un partido ajeno al nacionalismo catalán lograba este hito, pero la suma de los partidos independentistas alcanzaba la mayoría absoluta. En su discurso de despedida, este jueves, se ha mostrado orgullosa de haber formado parte del "partido que levantó la voz, que rompió el silencio y que se enfrentó por primera vez con éxito al régimen nacionalista".

El salto a la política nacional: de tocar el cielo a rozar el infierno

La responsable del partido en Cataluña ejerció de nuevo como líder de la oposición hasta que Rivera decidió apostar por ella para dar el salto a la política nacional, en 2019. En aquellas elecciones los naranjas obtuvieron 4,1 millones de papeletas, solo 200.000 menos que el PP, y podrían haber pactado con Sánchez un Gobierno de coalición, pero Rivera se negó y confió en sobrepasar al PP en la repetición electoral de diciembre.

En aquellos comicios, sin embargo, Ciudadanos se desplomó, cayendo de los 57 diputados que tenía a solo diez, y Rivera dimitió. Tras ganar unas primarias en las que compitió contra Francisco Igea, Arrimadas se convirtió en la sucesora del que había sido su mentor en marzo de 2020, unos días antes del inicio de la pandemia.

Desde entonces modificó el veto total de Rivera al presidente del Gobierno, y le apoyó en algunas medidas clave, como las renovaciones del estado de alarma. Esto provocó malestar en su partido, y muchos criticaron lo que consideraban un giro a la izquierda. Allí empezó el goteo de salidas de cargos destacados de la formación, muchas al PP, que no ha cesado hasta el día de hoy.

Con el conflicto en Cataluña más apaciguado, el partido perdió una de sus principales señas de identidad y se desinfló en las elecciones catalanas de 2021, pasando de primera a séptima fuerza y manteniendo solo seis diputados de los 36 que tenía. Ese mismo año desapareció de la Comunidad de Madrid y en 2022 lo hizo en Andalucía, comunidades donde formaba parte del Gobierno autonómico junto al PP, y casi lo hizo en Castilla y León ese mismo año, pero el hasta entonces vicepresidente Igea salvó su escaño.

Una refundación sin éxito y el empujón del adelanto electoral

Ante los continuos descalabros, el partido decidió refundarse a inicios de este año para sobrevivir a las citas electorales que marcarían 2023. En las nuevas primarias Arrimadas no lideraba ninguna lista, aunque apoyaba a la que resultó ganadora frente a la candidatura de Edmundo Bal. Dos rostros hasta ahora desconocidos, Patricia Guasp y Adrián Vázquez, serían la bicefalia que dirigiría el partido.

Como ya preveían las encuesta, Ciudadanos no remontó bajo la nueva dirección. En las elecciones del pasado domingo la formación desapareció de todos los parlamentos autonómicos y en las municipales también se desvaneció en los principales ayuntamientos y obtuvo 300.000 votos, un 1,35% del total de toda España, muy lejos de los casi dos millones de papeletas que recibieron en 2019, cuando en aquellas elecciones locales fueron tercera fuerza. Pasó además de más de 2.600 concejales a menos de 400.

Arrimadas se mantenía como cargo de referencia del partido al ocupar la portavocía de su grupo en el Congreso, que tenía unos nueve diputados –uno abandonó- que han sido clave para sacar algunas leyes adelante con las estrechas mayorías en la Cámara Baja durante esta legislatura. Pero el anuncio del adelanto electoral de Sánchez, el pasado lunes, ha supuesto también su final como diputada –aunque se mantenía en la Diputación Permanente-.

Fue una de las principales defensoras de la idea de no presentarse a las próximas generales, "una decisión difícil pero la más responsable para España y la más inteligente para el espacio de centro político", ha defendido en su última rueda de prensa.

No ha aclarado su futuro ahora, pero hace menos de dos meses anunciaba que dejaba Madrid para volver a su Jerez natal y estar más cerca de su familia. Se barajaba una posible marcha al PP, pero Arrimadas ha dejado claro que deja totalmente la política: "En estos diez años seguro que me han escuchado muchas veces decir que la política debe ser solo una etapa en la vida de las personas y todas las etapas empiezan y acaban".

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