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Guerra en Ucrania

La amenaza de muerte en Ucrania, más allá de las bombas: "Mi hermana no está recibiendo tratamiento para su cáncer"

JESSICA MARTÍN
11 min.

Los ucranianos llevan ya demasiados días conviviendo con la amenaza continua de muerte por lo que supone permanecer bajo el cielo de un país en guerra. El riesgo más evidente, el más visible, lo representan las bombas o los misiles que están llegando a alcanzar a la población civil o que destruyen viviendas y hospitales, pero hay también circunstancias derivadas del conflicto que pueden llegar a matar igual que la metralla, aunque no sea de forma inminente.

Pacientes con enfermedades crónicas que no reciben su tratamiento en hospitales, personas que necesitan algún fármaco imposible de adquirir o familias enteras que, en zonas como Mariúpol, llevan días sin acceso a comida o a agua son algunos ejemplos de esas víctimas "colaterales" que dejan los ataques prolongados de las tropas rusas en Ucrania.

Un médico ucraniano: "En Mariúpol una niña murió ayer por no beber agua"

Ivan Darii, un médico de 30 años que trabaja "todo el día y toda la noche" sin descanso en un hospital militar de Járkov pero que tiene contacto con otros centros sanitarios del país explica en una convesación telefónica con RTVE.es que empieza a haber un "gran problema con los fármacos".

"Hoy mismo me han llamado compañeros pidiéndome algunas pastillas y otros tratamientos para problemas cardiovasculares crónicos. Otro paciente me pidió también medicinas que necesita para el glaucoma. Estoy intentando conseguirlo de otras ciudades, pero está siendo muy difícil", cuenta el neurólogo durante uno de los escasos huecos que tiene mientras atiende a los heridos. Tal es su ritmo de trabajo que ha tenido que interrumpir la llamada en varias ocasiones para hacerse cargo de algunas urgencias.

La situación en su hospital en estos momentos, asegura, está controlada, pero la información que le llega de los sanitarios a los que conoce en Mariúpol es "crítica". Lleva varios días sin hablar con ellos porque no tienen electricidad y las líneas móviles no están operativas, pero cuenta que allí es más que probable que haya civiles con alto riesgo de morir por no tener acceso a fármacos o, incluso, por la falta de comida y de agua.

En Mariúpol, un niño murió ayer porque llevaba días sin beber agua

"Allí, en Mariúpol, una niña murió ayer porque llevaba días sin beber agua", dice el médico, que confirma un caso que contó a los medios el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y que critica que el ejército ruso esté atacando en corredores humanitarios. Jamás se imaginó, dice, que esta "barbarie" se pudiera producir "en pleno siglo XXI" y lamenta que, mientras los sanitarios tratan de curar a los heridos en Járkov, los rusos continúen "atacando con artillería, por tierra y aire a las zonas en las que hay civiles, a los hospitales, escuelas y guarderías".

La sanidad, bajo "presión grave": escasean el oxígeno, la anestesia y la insulina

Sobre esto último, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aseguró este martes que se han confirmado 16 ataques sanitarios en Ucrania (lo que incluye también episodios de violencia física y psicológica y de obstrucción a su actividad), con un total de al menos nueve muertos y dieciséis heridos, y que hay más que están siendo verificados. Además, este miércoles Ucrania ha acusado a Rusia de perpetrar un ataque aéreo contra un hospital materno-infantil en Mariúpol, en el que otros 17 adultos habrían resultado heridos.

El ministro de Sanidad ucraniano, Viktor Lyashko, informó este martes de que más de 60 hospitales ucranianos están fuera de servicio y que las autoridades no han podido entregar suministros médicos cruciales a comunidades que están en primera línea debido a la falta de corredores humanitarios, algo que también menciona Darii.

La OMS ha advertido ya de que el sistema sanitario de Ucrania está bajo "presión grave" y ha urgido a asegurar el establecimiento de esos corredores para la ayuda humanitaria: "Hay escasez de medicinas esenciales para salvar vidas como oxígeno e insulina, equipo de protección personal, material quirúrgico, anestesia y productos sanguíneos", ha explicado el director de la oficina regional europea de la OMS, Hans Kluge.

Varios niños enfermos de cáncer, tras ser trasladados a un sótano usado como refugio dentro de un centro oncológico de Kiev, el 28 de febrero. AFP

Desde Médicos Sin Fronteras (MSF), que trabajan en varias zonas de Ucrania, incluyendo Mariúpol, señalan que Ucrania es un país con un perfil de salud donde "el 90% de la mortalidad está relacionada con enfermedades crónicas". Es decir, un gran número de personas dependen de una medicación y de unos cuidados a los que, probablemente, no están teniendo acceso en estos momentos, lo que puede derivar en complicaciones graves o incluso en la muerte.

Mercè Rocaspana, responsable médica de la Unidad de Emergencias de MSF España, ve difícil señalar qué pacientes pueden tener mayor riesgo si ven interrumpido su tratamiento porque hay un componente individual, pero apuntan a enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades neurológicas o psiquiátricas, y a casos de personas con epilepsia.

Quienes dependen de asistencia médica también son víctimas de los conflictos armados

"Quienes dependen de asistencia médica también son víctimas de los conflictos armados, aunque no se consideren las más obvias", sostiene.

Su ONG también ha expresado preocupación por lo que puede suponer que se interrumpa la atención médica de pacientes que necesitan hemodiálisis o de mujeres que van a dar a luz y necesitan "un parto seguro". De forma específica, a través de dos proyectos que tenían activos en el país antes de la guerra, trabajan para que no se queden sin medicación los pacientes de tuberculosis resistente y de VIH, enfermedades que tienen "una prevalencia importante" en el país.

Un enfermero de MSF observa cómo Vitalii Gorbachov, de 56 años, toma sus pastillas para la tuberculosis resistente, en la región de Yitomir. Oksana Parafeniuk / MSF

"Los pacientes en tratamiento en esos proyectos (tuberculosis resistente y VIH) han recibido un suministro de su medicación para que puedan continuar con su tratamiento (...) Para otros pacientes con enfermedades crónicas, la situación podría volverse cada vez más grave a medida que se interrumpen las cadenas de suministro. Algunos hospitales ya están indicando una grave escasez de insulina para los pacientes diabéticos. MSF está investigando cómo responder a estas necesidades junto con las intervenciones de emergencia", lamentan fuentes de la organización en Ucrania.

Pacientes de cáncer sin tratamiento: "Mi hermana sabe que le queda poco de vida"

En estas circunstancias también es un reto para los hospitales asegurar el seguimiento y el tratamiento de los pacientes con cáncer, que es la enfermedad que padece Galia, una ucraniana que vivía en Járkov, pero que cuando comenzó la guerra decidió trasladarse a una zona más segura junto a sus hijos y sus nietos. Ahora se encuentran en Kániv, una localidad bañada por el río Dniéper en la que, de momento, la situación es menos tensa.

Su hermana Elena, que, precisamente, vive en Moscú desde hace años, es la que traslada su historia a RTVE.es porque conversa con ella a diario. Aunque intenta no sacar demasiado el tema de la salud, asegura que Galia lo está pasando muy mal y cuenta que, durante el tiempo que continuó en Járkov, tuvo que dormir en el pasillo de su casa porque era el lugar más seguro, lo que agravó sus habituales dolores óseos y musculares.

"Se encuentra en la última fase de cáncer y ya tiene metástasis en todas partes, en los huesos también. Dejó de recibir tratamiento desde el primer día de guerra y me cuenta que ni siquiera puede comprar las pastillas para el dolor", explica Elena, quien también lo está pasando muy mal en la distancia por no poder ayudar a su hermana y por ver cómo las tropas del país en el que vive "destruyen toda la infraestructura de las ciudades", dejando a muchos ciudadanos al borde de un precipicio. De hecho, conoce a otro enfermo de cáncer en Ucrania que también ha interrumpido su tratamiento

"No quiero imaginar cuántas personas más están en esta situación (...) Estos acontecimientos están matando a la gente de una manera o de otra. Mi hermana tiene 61 años pero podría vivir mucho más. Tiene dos nietos de 2 y 4 años y quiere pasar más tiempo con ellos", dice Elena, justo antes de romper a llorar. La mujer hace un esfuerzo y se recompone rápido para poder seguir hablando. Es entonces cuando cuenta que la mayor preocupación que tiene su hermana ahora mismo es cómo vivirá su hijo, que tiene una discapacidad en la vista, y sus nietos, que son muy pequeños, cuando ella ya no esté. El panorama, de momento, es tan desolador que se pasa el día "muy nerviosa".

Ella sabe que le queda poco de vida y por eso se preocupa más por los demás que por ella

"Ella sabe que le queda poco de vida y por eso se preocupa más por los demás que por ella. Cuando dejas este mundo supongo que quieres por lo menos ver que las personas a las que quieres seguirán bien", dice Elena.

Huir con una madre que se desplaza en silla de ruedas: "Se cayó de rodillas"

Junto con quienes han tenido que interrumpir tratamientos hospitalarios o no pueden acceder a los medicamentos que requieren, la guerra está siendo especialmente dura (aún más, si cabe) para las personas que tienen algún tipo de discapacidad. Cuando el impedimento tiene que ver con la movilidad, además, las posibilidades de desplazarse a refugios subterráneos o búnkeres se reducen y la opción de escapar a otros países se vuelve verdaderamente arriesgada.

Pese a esas adversidades añadidas, Tetiana ha decidido salir de Kiev junto a su madre, que se mueve en silla de ruedas. Ambas habían permanecido en casa, desde el primer día de la invasión, pero finalmente se vieron obligadas a huir ante el asedio de la capital.

Las Mañanas de RNE - Tetiana Vasileva, ucraniana en Kiev, no puede esconderse en refugios: "No sé qué hacer con mi madre, no puede moverse" - Escuchar ahora

"Ahora estamos en Leópolis, que es una ciudad más segura. Aquí no se oyen sirenas de alarma de ataques aéreos ni explosiones, pero seguimos con muchos problemas. Durante la subida al tren, mi madre cayó de la silla de ruedas de rodillas y se rompió los dos tobillos y un brazo. Ahora está ingresada en el hospital de emergencias. Le escayolaron las piernas y el brazo", cuenta a RTVE.es.

Tetiana está pasando las noches en un gimnasio que han habilitado como centro temporal de recogida de desplazados y duerme en uno de los muchos colchones que llenan el suelo de ese recinto. Su idea es poder salir de Ucrania, pero, de momento, la situación es complicada: "No sé qué hacer con mi madre, pero pienso llevarla al extranjero, a un lugar más seguro", cuenta.

Al igual que ella otras muchas personas tienen que quedarse en el país para cuidar de algún familiar enfermo o con discapacidad, o bien buscar la manera de cruzar la frontera con ellos, aun sabiendo que el viaje se complica y que el riesgo aumenta.

La segunda opción quedó descartada para Júlia Volodymyriyná, una mujer que tiene que cuidar de su madre, porque está inmovilizada, y que decidió enviar a su hijo de 11 años en un tren con destino a Eslovaquia para protegerlo de las bombas.

Con sólo una bolsa de plástico, el pasaporte y un número de teléfono escrito en su mano, el pequeño partió completamente solo desde Zaporiyia, en el centro de Ucrania, hasta Bratislava, y ha recorrido 1.200 kilómetros sin ninguna compañía. Allí ha sido acogido ya por unos familiares, a la espera de que termine la guerra y pueda reencontrarse con su madre y con su abuela.

Refugios en sótanos de hospitales a los que no pueden ir los enfermos terminales

Mientras tanto, en la ciudad natal de ese niño, ubicada a unos 30 kilómetros del frente, un hospital pediátrico de cuidados intensivos ha convertido su sótano en un refugio antibombas para poder proteger a los enfermos y al personal si sufren un ataque.

Un hospital en la ciudad de Zaporiyia prepara los sótanos para refugiar a los enfermos en caso de ataque

Desde ese centro sanitario un doctor explica a TVE que la situación más dramática es la de los niños con enfermedades terminales porque ellos no podrían ser trasladados al sótano.

“Dependen del oxígeno y de los aparatos conectados a la electricidad que no podemos trasladar al refugio (...) No se les puede trasladar, pues sin estos aparatos no podrían sobrevivir. En caso de ataque, deberán permanecer en la sala mientras sus familiares rezan para que no les alcancen las bombas”, dice el médico.

Esa misma electricidad que en muchos hospitales conecta a los enfermos terminales con su propia vida se cortó hace días en Mariúpol, donde los sanitarios han llegado a usar la luz de los teléfonos móviles para iluminar a los pacientes y donde, previsiblemente, no se estarán pudiendo usar muchas máquinas que habitualmente salvan vidas. En esa ciudad la lucha por la supervivencia entre los civiles se encuentra en el punto más extremo.

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