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Aminat, Kingsley, Badreldien y Amara: el purgatorio europeo de las vidas rescatadas en el Mediterráneo

  • Hablamos con cuatro de los 163 migrantes africanos que fueron rescatados por el Open Arms, un año después

  • Viven en Francia, Alemania y España donde pelean por regularizar su situación, aprender el idioma y alcanzar el cielo soñado

SANTIAGO RIESCO PÉREZ
9 min.

Huyen del infierno de Libia. Se lanzan al limbo del Mediterráneo en una singladura siniestra en la que sólo llegan a puerto los que se cruzan con algún barco de rescate. Y llegan a puerto europeo pensando que por fin entran en el cielo. Pero las cosas no son tan fáciles como les habían contado. Europa les recibe como un purgatorio administrativo, cultural y lingüístico al que tienen que adaptarse antes de disfrutar del supuesto paraíso con todos sus derechos.

Aminat Yida, Kingsley Tóchukwu, Badreldien Ahmed Abdurahman y Amara Bayor son cuatro jóvenes africanos víctimas del "efecto huida" provocado por las condiciones inhumanas de los campos de detención para migrantes en Libia. Los cuatro fueron salvados de ahogarse en el Mediterráneo gracias a la tripulación y los voluntarios que viajaban en la 65 misión del Open Arms el verano de 2019. A bordo del viejo carguero español, reconvertido en barco de rescate, viajaba un equipo de TVE formado por el reportero gráfico Joaquín Relaño y la periodista Yolanda Álvarez. Ambos pensaban cubrir durante una semana las tareas de rescate de la ONG española y pasaron cerca de un mes en el mar conviviendo con Aminat, con Kingsley, con Badreldien, con Amara y con otro centenar y medio de historias que no dudaron en contar, en directo, a todo el mundo.

Con los puertos seguros más cercanos cerrados al desembarco y una Europa que no movía ficha, el equipo de TVE transmitió al mundo todo lo que sucedía a bordo del Open Arms. Desde la visita del actor Richard Gere hasta las evacuaciones de emergencia y los intentos de saltar por la borda de algunos náufragos. Yolanda Álvarez ha publicado su experiencia en el libro editado por Rocaeditorial con el título Náufragos sin tierra. En él denuncia las condiciones de esclavitud, abusos y violaciones que soportan en Libia estas personas traficadas por mafias sin escrúpulos.

Álvarez titula el último capítulo de su primera obra Vidas rescatadas, y en él ofrece unas "breves pinceladas del destino de algunas de las personas que salvó el Open Arms en su misión 65". Hemos hablado con cuatro de ellos para conocer cuál es su situación un año y medio después.

"En Libia era muy malo todo"

Aminat Yida trabaja "embotando tomate" en Roquetas de Mar. AMINAT YIDA

Aminat es la joven cuya cara de felicidad ilustra la portada del libro cuando los migrantes, después de 19 días embarcados, reciben la noticia de que por fin les permitirán desembarcar en Europa. Es una de las 15 personas que vinieron a España en el buque Audaz de las Fuerzas Armadas. Tiene 21 años y vive en la localidad almeriense de Roquetas de Mar. Tiene la "tarjeta roja del gobierno" que le permite trabajar "en un almacén como envasadora de tomate".

La "tarjeta roja" es un documento acreditativo de la condición de solicitante en tramitación de protección internacional. Los seis primeros meses no se les permite trabajar. Si en este tiempo no se ha resuelto su petición de asilo el documento se renueva con la autorización para trabajar y una vigencia indefinida hasta que el Estado decida sobre su caso. Cada seis meses tienen que ir renovando el documento.

Informe Semanal - Náufragos en tierra firme - ver ahora

Aminat es nigeriana y vivía en Libia "con mi hermana y con mi hermano pequeño, pero allí era muy malo todo", y ahí lo deja, como no queriendo recordar el dolor que nunca olvidará.

Está estudiando español y lo habla con soltura. Su principal empeño es "sobre todo, estudiar". Y entre sus planes de futuro inmediato está el traer a su familia a España. En principio está a gusto en Roquetas, "luego ya veremos si nos quedamos o vamos a otro lugar".

"El 22 de diciembre termina mi permiso de residencia"

Kingsley Tóchukwu está aprendiendo alemán en Postdam. KINGSLEY TOCHUKWU

Kingsley también es nigeriano, de Owerri. Actualmente vive en la ciudad alemana de Postdam donde llegó con otros cuatro de los rescatados por el Open Arms en diciembre del año pasado. Ha solicitado asilo porque pertenece a una etnia de Biafra considerada terrorista por el gobierno nigeriano, pero su "ausfenthaltsgestattung" -permiso de residencia- "sólo es válido hasta el 22 de diciembre de 2020".

"Mi abogado no me ha dicho nada sobre mi caso judicial durante mucho tiempo, y como no estaba de acuerdo con su silencio, cambié de abogado con la ayuda de una ONG hace unas semanas", explica, en inglés.

Kingsley sostiene la bandera de Biafra junto a un grupo de amigos. KINGSLEY TOCHUKWU

Kingsley confiesa que, debido a la pandemia del coronavirus, "no es fácil encontrar trabajo". Pero ha hallado uno en el que le ofrecen "un contrato de nueve meses". Sin embargo no podía firmar hasta completar el trámite que le permitiese trabajar y que éste constase en su permiso de residencia. Hace tres semanas que ha presentado la documentación.

"Con respecto a mis estudios, se suponía que comenzaría el curso de alemán el 18 de marzo de 2020, pero debido a las restricciones del coronavirus, no pude empezar", se lamenta el nigeriano. "El trabajador social ha tenido que organizar un curso de tres meses para nosotros, en junio, pero ya terminamos", cuenta con resignación y cierta angustia por su situación administrativa a punto de expirar". "Necesito un estatus de protección para poder permanecer en Alemania.

Informe Semanal - La agonía del Open Arms - ver ahora

Kingsley termina la entrevista abriendo una ventana a la esperanza: "Hace sólo dos días recibí una carta para comenzar el curso de integración en febrero de 2021", quizá esto sirva a las autoridades alemanas para resolver a favor de este superviviente del Mediterráneo su solicitud de asilo político.

"Lo más urgente es traer a mi amada esposa"

Badreldien Ahmed Abdurahman es electricista en Francia. BADRELDIEN AHMED

En Francia, en Metz, vive el sudanés Badreldien, de 26 años. Quizá uno de los supervivientes que más cerca se encuentra del cielo soñado cuando salió de su país.

Badreldien tiene una situación administrativa de "refugiado con diez años de residencia desde noviembre de 2019". Este joven africano confiesa, en inglés, que ha "luchado mucho hasta aprender el francés", su nueva lengua de adopción. Lo ha conseguido por medio de un curso intensivo en seis meses.

"Soy ingeniero eléctrico graduado por la Universidad de Bahri, en Sudán", cuenta Badreldien que está a punto de comenzar a trabajar como electricista en Francia. "Les di mis certificados a las autoridades francesas, me han evaluado y ahora estoy recibiendo una pequeña formación para empezar a trabajar", comenta.

En portada - Misión 65 - ver ahora

Pero su sueño no está completo. Le falta la persona que da sentido a su vida. "Lo más urgente que necesito es traerme a mi amada esposa", confiesa el sudanés afincado en Metz.

Yolanda Álvarez recueda a Badreldien en su último capítulo porque en enero de 2020 en Al Jenina, la capital de Darfur, cerca de la frontera con Chad, hubo una matanza de decenas de personas. Murieron varios familiares suyos. "Si hubiera regresado, quizás no habría podido contarlo", reflexiona la reportera. Quizá por eso ha elegido "Lucky" -afortunado- como sobrenombre en su perfil de Facebook.

"Lucky" Badreldien se despide recordando los 20 días de travesía e intensa convivencia en el limbo del Mediterráneo a bordo del Open Arms con el deseo de poder reencontrarse con los voluntarios y periodistas. "Lo recuerdo todo, y algún día iré a España para saludarles", explica el afortunado superviviente que también tiene previsto "visitar el Santiago Bernabéu para ver un partido de mi equipo favorito, el Real Madrid".

"Vivo muy tranquilo, pero triste"

Amara Bayor estudia español y quiere trabajar con ordenadores. AMARA BAYOR

Otro de los 15 migrantes que trajo el Audaz hasta España es Amara. Nació en Monrovia, la capital de Liberia, hace 23 años. Actualmente vive en Santa Coloma de Gramanet, Barcelona. Comparte casa con una familia de peruanos que tienen una niña de cuatro años y con otro latino del que no conoce la nacionalidad. "Pago 360 euros al mes por la habitación", explica en un español más que notable a través del teléfono.

Amara tiene el "papel blanco" como documento. Es una autorización de residencia temporal por circunstancias excepcionales que se concede por razones de protección internacional. "Ahora lo tengo que renovar y en mayo de 2021 me dan la tarjeta roja", hasta entonces no podrá trabajar, por lo que se dedica a estudiar castellano.

"Estudio en casa y estoy haciendo un curso en inglés para crear páginas web", porque a Amara le apasiona todo lo que tenga que ver con la informática y los ordenadores, pero ahora mismo lo que le urge son los documentos. "Sin ellos no puedo hacer nada realmente", se lamenta el joven liberiano.

En cuanto a su situación legal, confiesa estar "muy preocupado" porque su abogada, dice, "no me explica nada". Al parecer ha solicitado asilo político porque Liberia está en guerra desde hace cuatro años.

En realidad, confiesa Amara, él no quería venir a Europa. Su intención era escapar y estudiar en Ghana o en Nigeria. "Pero al llegar a Mali, un hombre me convence para ir a Europa por Libia". En el infierno libio ha pasado "cinco años con muchos problemas". Cuando le pregunto qué tipo de problemas, cambia de tema. "Muchos problemas, no quiero hablar. Es largo para contar".

Badreldien se siente un hombre afortunado en Francia. BADRELDIEN AHMED

En Barcelona, Amara asegura que, aparte de la tensión propia de su situación administrativa, cuenta con el apoyo de la ONG Accem para afrontar los gastos básicos de alquiler, vestido, alimentación, salud y asesoría jurídica. "Vivo tranquilo pero triste. Hace más de tres meses que no hablo con mi familia". Y tampoco quiere hablar de ello conmigo.

"La misión número 65 del Open Arms ha obligado a Europa a cuestionarse si puede seguir ajena a tanto sufrimiento, si puede seguir cerrando sus puertos -y sus puertas a náufragos que huyen del infierno", señala Álvarez en Náufragos sin tierra. Ahora cabría que se cuestionase si le merece la pena mantener a tantas personas en el purgatorio.

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