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Avalancha de besos y abrazos prohibidos en la nueva normalidad: "Es normal, somos humanos"

CARLOS VILLANUEVA
8 min.

Han sido 98 días de estado de alarma que desde este domingo y en los próximos días de reencuentros, en muchos casos, son imposibles de controlar con la entrada en la nueva normalidad. Sin embargo, las autoridades sanitarias nos recuerdan que debemos evitarlos porque el peligro no se ha ido, el coronavirus sigue siendo una amenaza.

"Es normal, somos humanos y ansiamos un abrazo, el contacto físico que no hemos tenido", pero "no dejo de repetir lo mismo: esto no ha pasado, sigue ahí, en cuanto le demos la oportunidad, el virus resurge. Es un virus muy traicionero", explica a RTVE.es Ester, viróloga del Centro de Astrobiología (CAB), adscrito al CSIC y al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA). "Ha sido difícil", reconoce Ester, pero asegura que ha conseguido controlar las ganas.

Difícil, raro, inevitable, emocionante. Son algunas de las palabras más repetidas para definir el reencuentro entre los testimonios recabados por RTVE.es. Desde que el 15 de marzo entrase en vigor el estado de alarma en España, la prohibición de la movilidad interprovincial separó a familias que, aunque han recurrido más que nunca a llamadas y videoconferencias, contaban los días hasta que se produjera el reencuentro.

En cuanto le demos la oportunidad, el virus resurge.

En algunos casos, con varios centenares de kilómetros de distancia, como le sucedía a Marga, residente en Valladolid y cuyos padres pasan el invierno en Coruña, con su hermana. En otros casos, como el de Estíbaliz, apenas 10 minutos en coche habrían bastado para volver a ver a sus padres. Ellos viven en Aranjuez, provincia de Madrid y ella, con su marido y sus hijas, en la vecina Ontígola, provincia de Toledo. La Covid-19 levantó entre ellos una frontera que, antes de la pandemia, cruzaba a diario, en varias ocasiones.

El abrazo prohibido, pero inevitable en muchos casos

Jorge es valenciano, pero trabaja y vive en Murcia junto a su pareja. Hoy no ha podido evitar abrazar a su padre, que vive en Jávea, Alicante, y al que llevaba sin ver desde Navidad. "La teoría está muy bien, pero después de cuatro meses sin ver a tu familia, aunque sea un abrazo con mascarilla y mirando hacia otro lado...", reconoce Jorge. También Sara, que vive en Madrid, ha sentido sensaciones parecidas al volver a casa de sus padres, en Toledo. "Es extraño no poder tocarnos. Con hidroalcohol y mascarillas, pero no he podido evitar el abrazo", admitía.

Para algunos, como Tomás, el reencuentro ha sido especial por partida doble. O incluso triple. "Hoy he conocido a mi sobrina, que tiene menos de dos meses, y además coincide con que es el cumpleaños de mi madre", detalla este madrileño que vive en Bilbao junto a su pareja, Sergio. Hoy ha vuelto a Meco, en Madrid, y, aunque cree que los reencuentros "no son tan espectaculares como hace años" porque mantenemos más contacto telemático, "sí que notaba cierto nerviosismo y emotividad al bajar del coche, por pensar nos íbamos a ver en carne y hueso".

Kilómetros, abrazos y medidas de seguridad en los reencuentros tras el confinamiento

Ha habido también quien ha arrancado la nueva normalidad retomando el primer plan que la pandemia de coronavirus le obligó a cancelar. Patricia explica que "tenía una barbacoa planificada para el 8 de marzo, pero vimos que quizá era más conveniente suspenderla. Fue el primer plan que se cayó y lo primero que hiciéramos tenía que ser recuperar la barbacoa pendiente" con su hermana, su mejor amiga y sus respectivas familias. "Luego se cayeron muchos más planes, pero el primero fue el más traumático", recuerda, a la vez que reconoce que también a ellos les ha costado no darse "un abrazo rápido y con mascarilla".

Irene es de Villar de Olaya, en la provincia de Cuenca, pero vive en la Comunidad de Madrid. Llevaba desde febrero sin ver a su familia y decidió compincharse con su hermano para sorprender a sus padres. A medianoche puso rumbo a su pueblo para cruzar la frontera ya en la nueva normalidad y llegar de madrugada. Su madre cuenta que, ya en la cama, "estaba tan dormida que no supe ni reaccionar, no me lo esperaba". Irene tampoco fue capaz de contener las ganas de abalanzarse sobre la cama de sus padres para dar rienda suelta a los besos y abrazos que llevaba cuatro meses acumulando. "Yo no aguanto otro estado de alarma así", bromea.

Niños y mayores, reencuentros especiales

Son días extraños para los niños. Estíbaliz tiene dos hijas que han aprendido a vivir con medidas de prevención: la pequeña, de poco más de un año, "se ha acostumbrado a ver a la gente en una pantalla, pero ahora le asusta que alguien se dirija a ella en persona"; la mayor, de cinco años, "ha salido corriendo al ver a su amigo y los dos se han parado a cierta distancia, en silencio, raros", aunque las horas de juego posteriores han relajado las medidas de seguridad.

"Mi sobrino pequeño tiene un año y al principio estaba desubicado, y el mayor tiene cuatro y estaba nervioso, aunque se han adaptado rápidamente", explica Jorge, que comenta también lo difícil que es el distanciamiento social con los pequeños.

Viajes en la nueva normalidad: 800 kilómetros en busca de un reencuentro

Pero, si hay un grupo de edad para el que resulta especialmente duro, es el de nuestros mayores. La madre de Ester vivía en Madrid y dos semanas antes de que se decretase el estado de alarma decidió volverse a Sacramenia, un pueblo segoviano de apenas 400 habitantes. "Estoy acostumbrada a vivir fuera, lo normal era ver a mis padres de vacaciones en vacaciones, pero esta vez ha sido tan dramático por saber que puedes ser un peligro para una persona a la que quieres", lamenta Ester.

Ella lo sabe bien, es viróloga y dirige un grupo de evolución de virus en el Departamento de Evolución Molecular del Centro de Astrobiología, lo que le ha obligado a hacer un esfuerzo aún mayor para equilibrar, "por un lado, las ganas de abrazar a tu madre, un abrazo apretado" con "el miedo de pensar que puedes estarlo incubando o no desarrollar síntomas". Aunque no la ha abrazado, "nos hemos puesto guantes, nos hemos dado las manos muy fuerte y nos hemos puesto a llorar".

"Yo a mi abuelo no voy a ir a visitarle, de momento", explica Irene. "Quizá la semana que viene me acerque también a su pueblo y le vea desde la puerta, pero no lo sé, me da miedo", lamenta.

También son mayores los padres de Marga. Hoy, su hermana les ha llevado de Coruña a Ponferrada, donde ella les ha recogido para trasladarles a Zamora. "Mi padre no lo tiene muy controlado y nos ha abrazado y besado a todos, llorando, se ha quitado la mascarilla y hemos tenido que sujetarle, pero no hemos podido evitar el contacto", reconoce Marga. "Ahora hay que conseguir reeducarle".

Reflexiones para el futuro:

"Siempre puedes reunirte más de lo que lo hacías con la gente que quieres. Hay que disfrutar más de los momentos pequeños que no cuestan trabajo", reflexiona Patricia, que se ha tomado la entrada a la nueva normalidad "como el borrón y cuenta nueva de Nochevieja y Año Nuevo. Ha sido un día diferente, especial, una mezcla de sensaciones muy curiosa".

Sara "echaba mucho de menos el olor a casa de mis padres", que viven en una zona de campo con olores muy diferentes a los de la ciudad. Sus tíos viven en la misma planta que sus padres y han celebrado una reunión "en el descansillo que ha sido muy divertida", explica Sara, que reconoce el disfrute de "una siesta en casa de mis padres", porque "uno nunca es demasiado mayor para eso".

Nunca está de más un 'te quiero'

"Todos estos meses ha habido momentos, después de una mala semana de trabajo, en que hacía falta el abrazo de una madre. Ahora solo quiero estar pegada como una lapa. Se me va a hacer eterno esperar al fin de semana que viene para poder volver", reconocía Irene entre risas. Su hermano y su padre "no son tan expresivos", pero también reconocen la ilusión del momento.

Y es que tantos días de separación, de no poder dar muestras físicas de cariño a nuestros seres querido, han llevado a muchos a plantearse la necesidad de mostrar más sus sentimientos. "Yo siempre he sido un poco desapegado, muy poco sentimental, no era de dar muchos abrazos, casi nunca he dicho 'te quiero'", reconoce Tomás. Pero estos meses de confinamiento, "viendo a tanta gente que no ha podido despedirse, gente que no ha podido recibir visitas en el hospital y a la que han devuelto a su familia en un féretro", le han hecho plantearse "si quizá no decimos suficientes 'te quieros', no damos abrazos suficientes. Damos por hecho que el otro conoce nuestros sentimientos, pero nunca está de más un 'te quiero'".

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