Karl Lagerfeld dijo de ella que tenía una "mezcla perfecta de agresividad, encanto y dulzura". Linda Evangelista fue la modelo entre las modelos, la top de las top models. Hoy es un icono de la moda, el símbolo de la era gloriosa de las supermodelos, la imagen del éxito, el glamur y la fama. Linda lo consiguió todo y todo el mérito es suyo. Con 12 años ya soñaba con ser modelo pero nunca imaginó lo que conseguiría: ser la mejor.
Nació en St. Catharines Ontario, Canadá. Es la hija pequeña de Tomaso y Marisa, un matrimonio de inmigrantes italianos que tenía dos chicos cuando nació Linda. Estudió en un colegio católico y con 12 años ya estaba en una agencia de modelos, apoyada, contra todo pronóstico por sus estrictos padres. Su madre trabajaba en una joyería y su padre en la General Motors.
Linda hizo honor a su hombre desde pequeña y ya con 13 años participó en la edición infantil del concurso de belleza Miss Niágara. No ganó la corona pero sí un billete para volar a la ciudad de Nueva York y trabajar en la agencia Elite, que se hizo famosísima más tarde en parte por representarla a ella. Linda era un diamante en bruto, un filón y una máquina de hacer dinero. Su sueños de adolescente se hacían realidad
“Uno de los primeros días en Nueva York estaba paseando con mi madre y me paré a mirar unos zapatos que costaban 200 dólares. Ella me dijo que quizás los conseguiría algún día”, contaba en una entrevista. Y tuvo los zapatos y todo lo que quiso porque tuvo el mundo de la moda a sus pies. Aunque el primer capricho que se permitió fue un reloj de Cartier.
Linda lo hizo todo y de todo. Era la estrella de los desfiles, el rostro más solicitado para las firmas y revistas de moda, la modelo a la que todos querían tener y con la que todos y todas se querían fotografiar. Su caché era un misterio, aunque fue ella misma la que dio una pista. En 1990 le soltó a Jonathan Von Meyet, de Vogue, la frase que le ha perseguido, y persigue, toda su vida: "No me levanto de la cama por menos de 10 000 dólares diarios".
Su carta de presentación eran los números y los colores. Tenía unas potentes medidas: 86-61-89. Y tenía altura: 1,77 cm. Pero su boca, su sonrisa, sus ojos, de un precioso azul verdoso, y su cabello, que aceptaba todas las tonalidades, eran sus mejores armas. De ella se destaca su versatilidad y su estilo camaleónico. Y sobre todo su fotogenia.
La cámara la adoraba y ella sabía cómo seducir a los fotógrafos, especialmente a los más grandes, desde Steven Meisel y Peter Lindbergh a Patrick Demarchelier e Irving Penn. Fue Lindbergh quien le aconsejó que se cortara la melena. Lo hizo y su carrera se disparó. Aunque tardó, ya que la aceptación no fue inmediata, y llegó a preocuparse porque le cancelaron algunas pruebas de casting para los desfiles. Pero... semanas después todos la querían, y si no podían tenerla buscaban a modelos con el pelo corto. "¡Todos hablaban de mi pelo y de pronto estaba en las portadas de Vogue de todo el mundo!, dijo.
Peter y Linda, juntos, lograron imágenes inolvidables, de esas que ilustran y explican la historia de la moda. Una de ellas es la legendaria fotografía que Lindbergh hizo en 1989 en las calles de Nueva York. Con Linda posan unas jovencísimas Naomi Campbell, Christy Turlington, Tatjana Patitz y Cindy Crawford. La fotografía fue portada del primer número del Vogue inglés. El primero de 1990, el primero de la década.
La repercusión fue enorme, tanto que un año después George Michael las escogió para que protagonizasen el vídeo del tema ‘Freedom! 90’. Linda, que en el vídeo aparece con su propio jersey, sorprendió a todos cuando llegó al set de rodaje con el pelo teñido de platino. Se lo había hecho la noche anterior y fue otro de sus éxitos. Llegó a cambiar de look hasta 17 veces en cinco años, por algo su apodo era ‘el camaleón’.
Con Naomi Campbell y Christy Turlington hizo el trío fantástico, 'The Trinity', como las bautizó la prensa. Arrasaban, estaban en boca de todos y tal era su poder que se acuñó el término top model. Habían nacido las 'supermodelos'. Eran más importantes que la ropa y los productos que publicitaban. Se convirtieron además en imán y poco a poco el reducido grupo fue aumentando con la llegada de otras grandes modelos, como Claudia Schiffer y Helena Christensen. Cerraron la década de los 80 en lo más alto y se comieron la década de los 90.
En París y Milán se las esperaba con los brazos abiertos y el talonario preparado. “Nosotras no estamos de moda, somos la moda”, decía Linda. Años después recordaba esa etapa con un sentimiento agridulce, ya que no le gustaba ir a las fiestas que había cada noche, regadas con champagne y cocaína. Linda fumaba mucho pero no se drograba pero lo peor es que tuvo que lidiar en muchas ocasiones con la soledad. Estaba tan entregada al trabajo que podía pasarse la mitad del año subida a un avión, saltando de hotel en hotel, de una habitación vacía a otra.
Fue una de las musas del tunecino Azzedine Alaîa, padrino y mentor de Naomi Campbell. Pero fueron Karl Lagerfeld y Gianni Versace potenciaron su aura, y la endiosaron más todavía. Era la protagonista de sus desfiles y de las campañas de moda, con ellos hizo trabajos inolvidables, legendarios e icónicos. Linda era la mujer de las mil caras y las utilizó todas.
En el grupo de la supermodelos era la mayor y estaba en lo más alto. Día tras día escribía un capítulo de su propia leyenda, la que dice que Lanvin, en 1991, pagó 20 000 dólares por tenerla en su desfile de alta costura y que Karl Lagerfeld llegó a darle 10 000 dólares por ocho apariciones, de 40 segundos cada una, en un desfile para la casa Chlóe.
Gianni Versace explotó su versatilidad y juntos hicieron trabajos memorables, y logró ser imagen del perfume Opium de Yves Saint Laurent. Fue de las primeras modelos en extender su campo de acción. En el cine tuvo breves aparición: Prêt-à-porter, dirigida por Robert Altman, y Adiós a la inocencia sexual, de Mike Figgis. En esta película coincidió con Rossy de Palma, con la que había rodado el vídeo Too Funky, de George Michael. El cantante había vuelto a contar con las supermodelos pero habían pasasdo los años y las top models ya no eran solo las fundadoras. Pero sí estaba Linda Evagelista. Ella fue la única que repitió.
En 1998 pisó el freno a su carrera. “Tienes que tener mucho cuidado con lo que deseas. Yo en aquel momento deseé ser una persona normal, anónima, alejada de las cámaras. Pero cuando lo tuve, me di cuenta de que no lo quería”, reconoció años más tarde. Fue en 2012 en una entrevista para la revista Vanity Fair. "Si hubiese sabido que 28 años después seguiría aquí, quizá me hubiese tomado las cosas de otra manera. Hubiese vivido más”, añadía. En estos años no ha parado de trabajar, pero a otro nivel. El mundo de la moda no es el mismo. Ella, tampoco. "Ahora cualquiera puede ser supermodelo ", ha llegado a decir. Y razón no le falta. Es otra era, otra etapa, otro mundo. El mundo de Instragram.
La retirada de Linda Evangelista hizo correr ríos de tinta porque las reinas no abdican, nunca se bajan del trono ni ceden el cetro. Unos dijeron que se debía a que los ataques de pánico (no soportaba estar rodeada por una multitud) iban en aumento. Otros contaron que estaba cansada y quería dedicar más tiempo a su vida personal. Quizá fueran las dos cosas. Acababa de romper con el el actor Kyle MacLachlan, en la cima del éxito por la serie Twin Peaks. Él ayudó a superar la ruptura de su matrimonio con Gerald Marie, director general de la agencia Elit, con el que se había casado en 1987.
En 1998, año de la retirada, comenzó a salir con el futbolista francés Fabien Barthez. Linda se quedó embarazada en 1999 pero sufrió un aborto en el sexto mes. La herida causada no pudo cerrarse y la pareja terminó separándose.
En 2005 se casó con el piloto de Fórmula 1 Paolo Barilla y en 2006 tuvo un hijo, Augustin James. Durante cinco años mantuvo en secreto el nombre del padre pero en 2011 se supo que era François-Henri Pinault, con el que tuvo un romance fugaz (fue en un paréntesis sentimental que se dieron el empresario y Salma Hayek) . Linda pedía que pagara la manutención del niño, que entonces tenía cinco años, y la batalla legal hizo historia porque logró un acuerdo de 46.000 dólares mensuales.
Desde entonces ha hecho pequeñas pero espectaculares apariciones y ha firmado campañas para casas de belleza y moda. Se ha dejado ver en revistas, fue portada de Vogue en 2006, y en eventos de moda, como la gala del Metropolitan Museum, el MET. En 2013 paró la Gran Vía de Madrid para grabar el spot de Aura, el famoso perfume de Loewe. Un año después dijo sí a Stefano Gabbana a Domenico Dolce, los Dolce&Gabbana, y fue la imagen de su línea de maquillaje. Con las dos firmas había trabajado en 1990 y tres décadas después volvían a confiar en ella. “Kate Moss será una modelo longeva, mientras que Linda Evangelista es eterna”, dijo de ella Manolo Blahnik.
Hoy sigue dando titulares, tanto por sus apariciones (a veces asaltada por un teléfono móvil, algo que le saca de quicio) y por sus ausencias. Todos la echaron de menos en el desfile que Donatella Versace hizo en 2017 para rendir tributo a su hermano Gianni, fallecido 20 años antes. Los rumores no tardaron en saltar a la arena mediática. Se dijo que había cogido peso y que Donatella no la quería en el desfile, aunque poco después se la pudo ver en el especial de Vogue que celebraba sus 125 años de historia. Posó para la fotógrafa Annie Leibovitz y aunque Linda está muy cambiada sigue conservando ese algo especial que la hizo única. Está bellísima.
Otra de las cosas que se dijo en esos días fue que se llevaba mal con sus compañeras e incluso que no quería estar con Carla Bruni porque no la consideraba del núcleo duro. Pero no parece ser cierto. En su cuenta de Instagram, un tanto rara, comparte fotos en las que aparece con Naomi, Christy y Cindy, a las que siempre felicita en sus cumpleaños con mensajes muy cariñosos.
Las supermodelos fueron la sensación del desfile de Versace y de la semana de la moda de Milán. Cindy Crawford, Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Carla Bruni y Helena Christensen volvieron a brillar y acaparar portadas. Linda, muy lejos de allí, compartió una fotografía y unas breves pero emotivas palabras para recordar a Gianni. No estuvo en la pasarela pero todos hablaron de ella.
Ha cumplido 55 años presumiendo de ser abuela, aunque el pequeño no lleva su sangre: es el niño de Roxanne, hija de su exmarido Gerald Marie, con la que mantiene muy buena relación. Hoy sopla las velas alejada del ruido mediático y los focos. Pero conserva intacta su fama, quizá envasada al vacío para que no pierda frescura.
Es una leyenda para todos los que de una forma u otra se dedican a la moda. "Linda es eterna", como decía Blahnik, "Es un Stradivarius", como dijo Karl Lagerfeld, "es como el estallido del corcho de una botella de champán", como la describió Steven Meisel. Linda es todo y más. Quizá haya decidido bajar el telón del teatro de su vida pública pero no ha dicho la frase final del texto. Y ojo, todavía no ha abandonado el escenario.