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Del '4 letras' al 'solo una chica', la jerga de la misoginia y los estereotipos de género en las redes

INÉS MODRÓN LECUE
12 min.

Llamar "puta" a una mujer, pero sin decirlo explícitamente. Esa es la estrategia detrás de códigos como "4 letras" o "tds pts", populares en redes sociales para atacar a las mujeres sin activar las alarmas del algoritmo. El diccionario de la misoginia online crece día a día, pero el problema no se queda solo en internet, sino que moldea la realidad también fuera de la pantalla.

La manosfera es una subcultura de internet que agrupa a cada vez más hombres a los que les une su fuerte antifeminismo. Dentro de ella, conviven diversas corrientes, como los incels ("célibes involuntarios"), los autodenominados activistas por los derechos de los hombres o los MGTOW ("hombres que siguen su propio camino", por sus siglas en inglés).

Estos movimientos, que permanecían en una esquina más escondida de internet, han logrado permear hasta las capas superficiales del ecosistema digital y la misoginia online alcanza cotas muy altas. La profesora de Periodismo en la Universidad de Valladolid y especialista en discursos de odio, Virginia Martín Jiménez, insiste en que detrás de este movimiento existe una organización. "Es muy importante poner el foco en la industria que hay detrás. No son simplemente personas que defienden una ideología, hay mucho dinero invertido", explica a RTVE.es.

Su popularización aprovecha el uso de una jerga compartida, que genera un sentimiento de pertenencia. Internet es el escenario ideal, porque permite una expansión del argot mucho más veloz que el tradicional boca a boca. "El lenguaje construye realidad y, en este caso, contribuye a la deshumanización de las mujeres", explica la profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y coautora del informe de Fad Juventud Jóvenes en la manosfera, Elisa García-Mingo.

Ataques contra la libertad sexual

Un documental de la BBC señalaba el pasado mes de septiembre el riesgo de los algoritmos de las redes sociales, que exponen a los jóvenes a contenidos violentos y misóginos, sin necesidad de buscarlos. En España, influencers muy populares también contribuyen al refuerzo de estas dinámicas online, como el tiktoker Naim Darrechi, que se jactó de engañar a las mujeres diciendo que es "estéril" para no usar preservativo. El dominio sexual es uno de los ejes centrales de la manosfera. Mientras el hombre aumenta su poder y prestigio cuando alcanza el estatus de conquistador, las mujeres lo pierden a medida que aumenta su bodycount el número de personas con las que ha mantenido relaciones sexuales.

Por eso, los hombres alpha dominantes, de máximo atractivo buscan a mujeres de "kilómetro cero". Según los vídeos o fotografías que publique una chica en su perfil, determinan si se la puede calificar de esta manera o, por el contrario, es una 3'99. La expresión se refiere al precio por el que entienden que vende imágenes íntimas en Onlyfans. El término lo popularizó el tiktoker Temach para referirse a la streamer Arigameplays y así herir el honor de su entonces marido. Como derivada, surge la variante 3:59, que, como explican integrantes de la manosfera en comentarios de redes sociales, significa que "está a un segundo de ponerse en cuatro (patas)".

Estos parámetros se utilizan para decidir la nota que corresponde a cada mujer: si "es un ocho", puede aspirar a conquistar a un hombre de alto valor que cuenta con todos los atributos positivos de la masculinidad, pero si "es un cuatro" se tendrá que conformar con un beta débiles, sumisos y poco atractivos—. "En lugar de entender a las personas como seres complejos, se las reduce a una calificación numérica que determina su estatus en lo que entienden como el mercado sexual", explica García-Mingo.

Escapar de estas dinámicas no es sencillo para los hombres que rechazan esta forma de relacionarse con las mujeres, ya que si expresan su disconformidad se convertirán en traidores de género, beta o simpsdesesperados por la atención femenina—. Si a alguno de ellos se les ocurre defender a una chica en internet, recibirá cientos de respuestas que le advierten: "No te la vas a tirar". Los miembros de la manosfera presumen, con una alegoría de Matrix, de haber tomado la red pillpíldora roja, que les ha abierto los ojos frente a lo que llaman "ideología de género".

Para García-Mingo, el éxito de esta jerga tiene que ver con "la normalización del insulto, el odio y la humillación también fuera de las redes sociales". La radicalización de los hombres jóvenes se atribuye habitualmente a los avances del feminismo. La experta entiende que la reacción es inherente a los cambios sociales, pero no cree que sea el único factor: "Hay ideologías conservadoras que nunca se han terminado de ir, pero se escondían más. Ahora se han legitimado".

Grietas en la masculinidad

El victimismo de la manosfera deriva de la idea de que la masculinidad se encuentra en crisis. El concepto tradicional del hombre como proveedor, cabeza de familia y dominante choca frontalmente contra los modelos diversos de familia y la inserción de las mujeres en todos los ámbitos laborales.

Hay una crisis de identidad y se sienten desplazados

"Hay una crisis de identidad y se sienten desplazados. Desde su perspectiva, se les está invadiendo. Desde la óptica feminista, se ocupan legítimamente espacios", aclara García-Mingo. La experta entiende que en un contexto de policrisis, la manosfera proporciona a estos hombres un espacio de comprensión mutua, con el que establecen una relación profundamente emocional.

Los gurús de seducción se venden como instructores para ayudarles a triunfar según sus valores y convertirse en chads o 6666, es decir, la cúspide de la masculinidad, que cumple con los estándares de cualquier mujer: 6 pies de altura, 6 cifras de ingresos, 6 pulgadas de pene y un 6-pack de abdominales. Gracias a términos pegadizos y memes con distintos niveles de lectura que utilizan como estrategias retóricas, se produce lo que el informe de Fad Juventud conceptualiza como "polinización de la manosfera". De esta manera, logran atraer a jóvenes que, en un principio, no estaban interesados. "Los memes son ligeros en forma y densos en contenido", cuenta García-Mingo.

Solo una chica

No solo los hombres antifeministas emplean un lenguaje que perpetúa la desigualdad de género. Muchas mujeres, sin cuestionarlo, adoptan discursos y tendencias que refuerzan roles tradicionales y pueden limitar su propia percepción.

"I'm just a girl in the world" ("Soy solo una chica en el mundo"). El estribillo de la banda estadounidense No Doubt se repite una y otra en TikTok, como banda sonora de vídeos en los que las usuarias se presentan como "solo unas chicas", según estereotipos asociados a la feminidad: el color rosa, el maquillaje, los celos, no saber conducir o ser delicada. "I'm just a girl, all pretty and petite / So don't let me have any rights" ("Soy solo una chica, toda bonita y pequeña / Así que no me dejes tener derechos"). La canción, escrita por Gwen Stefani en 1995, ironizaba precisamente sobre estos clichés. Sin embargo, ha terminado convertida en un himno de la hiperfeminización.

Este fenómeno se enmarca en el posfeminismo que, según la profesora de la Universitat Rovira i Virgili especializada en comunicación y género Iolanda Tortajada, toma fundamentos del activismo feminista pero los despoja de lo político y lo reduce principalmente a una cuestión estética: "Lo vemos con la clásica reivindicación de que las mujeres dejen de ser objetos sexuales y sean sujetos que expresan su propio deseo.

Parece que hablan de muchas mujeres, pero en realidad caben muy pocas

En este caso, se queda en un plano mucho más individualista y termina en cosificación". Estos discursos, aunque hablen de diversidad, ensalzan a cuerpos "normativos, jóvenes, blancos y heterosexis". Además, la experta alerta de su componente "anticlase", por estar estrechamente ligado al neoliberalismo. "Parece que hablan de muchas mujeres, pero en realidad caben muy pocas", señala a RTVE.es.

Estos mensajes, no son necesariamente nocivos por sí mismos, pero la suma de todos ellos puede producir un retroceso. "Por un lado, el feminismo gana espacio mediático y se populariza, pero por otro despista de los debates profundos. Si todo el feminismo es liberal, solo unas pocas personas conseguirán privilegios, aunque haya muchas luchando", aclara.

El nuevo (o viejo) universo de las chicas

Así, Carrie Bradshaw, la protagonista de la popular serie de principios de siglo Sexo en Nueva York, se ha convertido en el modelo aspiracional de muchas jóvenes 25 años después. La guionista y escritora Gema del Castillo es crítica con esta fórmula de reivindicación de la feminidad.

Debería estar superado, es como si nos ponemos a hablar del derecho al voto

"Debería estar superado, es como si nos ponemos a hablar del derecho al voto", esgrime, aunque insiste en que eso no significa "reirse de quien quiera ser 'solo una chica'". Sin embargo, esta popular expresión cada vez la incomoda más: "Cuando se convierte en algo de masas, empiezo a sospechar. Quizás no es algo tan rompedor".

El fenómeno "just a girl" solo es la punta del iceberg del universo de las chicas. Clean girl (chica limpia), girls maths (matemáticas de chicas), girl dinner (cena de chica), hot girl walk (paseo de tía buena): todos ellos son hashtags virales en redes sociales, junto a otros como coquette (coqueta), tradwife (mujer tradicional) o demure (modesta). No hay, sin embargo, equivalentes para los chicos.

Tortajada señala que estas tendencias refuerzan la idea del esencialismo y los roles de género, como se ve en los hashtags de energía masculina / energía femenina o women in male fields / men in female fields (mujeres en terrenos masculinos / hombres en terrenos femeninos).

Queda la incógnita de qué pensará la catantante Gwen Stefani al ver cómo su propia crítica se ha reinterpretado. "I'm just a girl in the world / That's all that you'll let me be" ("Soy solo una chica en el mundo / Eso es todo lo que me dejarás ser") resuena sin parar, aunque en la mayoría de casos sin rastro de su ironía original.

De la pick me girl a la rubia tonta

Esta hiperfeminidad surge como reacción al rechazo a todo lo femenino, que imperaba años atrás. A principios del siglo XXI, la prioridad no era ser "solo una chica" sino no ser como las demás. Taylor Swift ya presumía en su canción de 2008 'You belong with me' de no ser animadora, llevar zapatillas en lugar de tacones y preferir las camisetas a las minifaldas. Esto es lo que hoy las redes llamarían ser una pick me girl —una chica que reniega de la feminidad para atraer la validación masculina—.

"La imagen de la 'rubia tonta' nos ha perseguido desde Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco hasta Sydney Sweeney en Euphoria y se sustenta en una visión blanca y estereotipada", explica a RTVE.es la copresentadora del podcast Bimboficadas y graduada en Antropología María Barrier. Para ella, esto plantea una disyuntiva dentro del feminismo, que "en su afán por contradecir estos estereotipos, a menudo termina demonizándolos".

No es obligatorio ser la más inteligente, racional, serena o sobria para merecer respeto

El movimiento bimbo pretende demostrar que "no es obligatorio ser la más inteligente, racional, serena o sobria para merecer respeto", aunque no es "una apología del tradwife ni una celebración de la frivolidad".

A Barrier le parece positivo "reivindicar el derecho a disfrutar del rosa sin que eso implique una degradación, pero sería ideal hacerlo desde una perspectiva menos encasillada". La hiperfeminidad tiene más que ver con la expresión de género que con el género en sí, por eso, le gustaría ver también a hombres en minifalda por el barrio sin que supusiera un problema. Encuentra divertido jugar con el 'just a girl' desde el sarcasmo para desdibujar sus límites y defiende que hay una gran diferencia entre "imponer estándares de feminidad" y "reivindicar una hiperfeminidad que históricamente ha sido hipersexualizada o ridiculizada". Destaca los ejemplos de Samantha Costantini y Fades, que se han reapropiado de ella como algo disruptivo.

En la descripción del podcast Bimboficadas, María Barrier y su Samantha Hudson se definen como "rematadamente rubias y tontas", pero no lo hacen por autopercibirse de tal manera: "Es que nuestra expresión de género nos ha llevado a ser vistas así. Es ironía, pero también defiendo que quien simplemente quiera serlo, lo sea".

Cuestionar la propia identidad

Hace unas semanas, del Castillo reivindicaba en su boletín semanal la intelectualidad de las mujeres y aseguraba querer "tirar por la ventana" a quien volviera a decir "I'm just a girl". Cuesta, sin embargo, encontrar más voces críticas de estas tendencias que pueden actuar como caballo de Troya de la misoginia en redes sociales. "Es incómodo pensar sobre esto, porque es un espacio seguro en el que todas las cosas por las que se reían de ti en el instituto ahora están de moda. Si te dice que está mal, genera una reacción", explica la escritora a RTVE.es.

El debate constante es inherente a los movimientos sociales y un potente motor de progreso, argumenta. Por eso, encuentra preocupante las cámaras de eco en las que pueden encerrar estas modas a las mujeres: "Está muy bien que disfrutemos de las cosas que nos hacen felices, pero tenemos que tener cuidado con meternos en una habitación a hacer cerámica y escuchar a Gracie Abrams. Hay que mirar qué está pasando en la otra habitación".

La reflexión sobre este fenómeno está presente en la novela de la autora, Algún día nos reiremos de esto, que publicará en mayo. En ella, varias jóvenes a finales de su veintena también deberán enfrentarse, como tantas otras, al reto de encontrarse a una misma en un contexto que las infantiliza y las reduce a ser "just a girl". La dedicatoria del libro se dirige precisamente a ellas, "a todas las chicas que no se atreven a llamarse a sí mismas mujeres".

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