En España, hasta hace medio siglo, derechos tan básicos como adquirir bienes, disponer del patrimonio propio, sacarse el carnet de conducir o poner una denuncia estaban limitados para las mujeres, que necesitaban la autorización de sus maridos —o de sus padres, si eran solteras— para poder llevarlas a cabo. La causa era la llamada licencia marital, que estuvo vigente en nuestro país durante casi un siglo y de cuya derogación se cumplen 50 años en este 2025.
La licencia marital quedó legalizada el 24 de julio de 1889 con la entrada en vigor del Real Decreto del Código Civil, firmado por la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena —viuda de Alfonso XII— en nombre de su hijo, Alfonso XIII, todavía menor de edad. Aquel decreto se sustentaba "en la presunta debilidad y necesidad de protección de la mujer, equiparándola a la minoría de edad o a una persona incapacitada", asegura a RTVE.es Francisca Moya, doctora en Historia por la UNED y especializada en la investigación de la represión franquista en perspectiva de género. De este modo, "el sistema patriarcal pasó de ser costumbre o tradición a ser refrendado legalmente", añade.
La base de la autoridad marital, según recogía el Código Civil, era que "el marido debía proteger a la mujer y esta, obedecer al marido". Por ese motivo, el hombre tenía la potestad de elegir el domicilio conyugal y la esposa debía seguirle hasta donde él estableciera su residencia, además de adquirir de manera automática la nacionalidad del varón. Asimismo, necesitaba la autorización de él para disponer de su propio patrimonio, adquirir bienes, hipotecarse, gestionar su propia herencia, interponer una demanda o comparecer en un juicio. Igualmente, tenía la obligación de atender a los hijos, pero la patria potestad pertenecía al marido, que incluso podía darlos en adopción sin consultarla.
Aunque en el Antiguo Régimen las mujeres habían gozado de menos derechos que los hombres, la llegada de las revoluciones liberales no cambió esta situación. Así sucedió en España con las Cortes de Cádiz, que impulsaron un derecho de ciudadanía en el que "persistía una mentalidad tradicional respecto al papel que debía ocupar la mujer en la sociedad; una mentalidad arcaica derivada de un sistema patriarcal asentado desde tiempos pretéritos", afirma Francisca Moya.

50 años de la supresión de la licencia marital EFE
Cuidado del hogar, los hijos y el esposo
De este modo, la mujer era educada para el mantenimiento del hogar y el cuidado de los hijos y del esposo, apartándola de la formación intelectual ante el convencimiento de que esos conocimientos no eran necesarios para las tareas a realizar. "Tan solo se esperaba de ella un buen adiestramiento para las labores del hogar y el cuidado familiar", señala Francisca Moya, quien añade que "este modelo, no exento de paternalismo, quedó bien asentado y asumido por muchas mujeres".
El paternalismo que existía en esa época era permanente, era una sociedad patriarcal en la que en todo el poder estaba en manos de los hombres, ya fuese el padre o en estos casos el marido, que determinaban ese papel subordinado de las mujeres", señala Beatriz García Prieto, doctora en Historia y profesora de Historia Contemporánea en la Universidad de León.
Durante período republicano (1931-1936) se produjeron algunos avances en esta materia, con la aprobación de algunas leyes encaminadas a acabar con la desigualdad de género, las el matrimonio civil o el divorcio. "Sin duda, durante la República, aunque se mantuviese la licencia marital, la aplicación no era tan estricta ni tenía una intención tan discriminatoria como la tendría luego en el franquismo, cuando no solo se recuperaron ciertas regulaciones decimonónicas, sino que en algunos casos se reforzó esa situación de dependencia de las mujeres ante los hombres", añade García Prieto.
50 años de la supresión de la licencia marital EFE
El franquismo, "una contrarrevolución de género"
El régimen franquista que se impuso en 1939, tras la finalización de la guerra civil, consolidó el predominio del varón y arrinconó aún más a la mujer en el ámbito doméstico. "Con el apoyo de la Iglesia, la Sección Femenina y un ordenamiento jurídico acorde con el sistema patriarcal, la capacidad jurídica de las mujeres se encontraba de nuevo sujeta a la tutela del varón, con las mismas limitaciones que en el período previo a la Segunda República", indica Moya.
"El franquismo supuso una contrarrevolución de género", apunta Beatriz García Prieto, quien recuerda que "los matrimonios civiles se consideraron concubinato y los divorcios no se aceptaron: incluso hubo matrimonios que tuvieron que volver a unirse y los hijos nacidos tanto de esos matrimonios civiles como de personas divorciadas que los hubieran tenido fuesen considerados ilegítimos".
Aunque en los años 50 del siglo XX hubo tímidos avances, las mujeres tenían que contar con el permiso de sus maridos para acciones tan cotidianas como "abrir una cuenta corriente, solicitar un pasaporte, firmar una escritura pública, sacarse el carnet de conducir y otros tipos de contratos", señala la doctora en Historia Francisco Moya. Sin embargo, en esa época empieza a surgir un tímido movimiento feminista, a menudo desde las propias élites del régimen, con abogadas como Mercedes Formica y María Telo o la aristócrata María Laffitte, condesa de Campo Alange.
La historiadora Beatriz García Prieto reivindica el papel que tuvieron las asociaciones de amas de casa en el despertar de la conciencia feminista, "que fueron creadas por el franquismo y a través de las cuales fue calando esta defensa de los derechos de las mujeres, no hay que ponerlas en un papel secundario respecto al movimiento obrero o los movimientos vecinales".
"Las mujeres tenían asumidas sus limitaciones"
"Ellos tenían sus derechos y también los nuestros", comenta la abogada Cristina Almeida, que aún recuerda con vergüenza un episodio que vivió a finales de los años 60, cuando era una joven letrada de 23 años que acababa de contraer matrimonio.
"Yo ya era abogada, trabajaba en un despacho y era la jefa del despacho, la que controlaba a todos los abogados. Fui a la cárcel a defender a unos presos que estaban en huelga de hambre y quise poner una denuncia contra el director porque no me dejaba entrar", recuerda Almeida. Pero cuando fue a denunciar, el juez le dijo que no podía hacerlo sin autorización de su marido, un episodio que aparece ficcionado en la serie de RTVE 'Las abogadas'.
La jurista asegura que en la carrera había estudiado las limitaciones de derechos de las mujeres casadas, "pero yo creí que era una lección para el examen, no una lección para la vida misma". Aquel hecho supuso para Cristina Almeida "un trauma, vi entonces lo que era la desigualdad de la mujer por ser mujer; a mí no se me ha olvidado ya nunca lo que es la desigualdad y por eso lucho siempre por la igualdad de la mujer", añade.
Almeida cree que en aquella España del franquismo "las mujeres tenían asumidas sus limitaciones en la vida cotidiana, que estábamos en casa, que no teníamos que trabajar. La que trabajaba ya era un bicho raro. Lo que se trataba era de que las mujeres tuviéramos dependencia, no independencia: dependencia del marido, dependencia del dinero, dependencia de los hijos y eso suponía una total falta de libertad".
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El fin de la licencia marital
En los años 60 y 70 se fue fraguando en España "un cambio en la percepción del papel de la mujer en la sociedad y también ellas empezaron a reclamar más derechos", señala García Prieto, lo que se tradujo en una "creciente presión para eliminar las restricciones legales que las discriminaban", entre ellas la licencia marital.
No solo influyó el aumento del movimiento feminista o el progresivo acceso de las mujeres a la educación y al mundo laboral. También la presión internacional, que tuvo un punto de inflexión en la declaración de 1975 como Año Internacional de la Mujer por un acuerdo de la ONU, lo que precipitó la supresión de la licencia marital en España con la aprobación de la Ley 14/1975 que reformaba varios artículos del Código Civil y del Código de Comercio que afectaban a la libertad de las mujeres. Todo ello, cuando aún vivía Franco, aunque el deterioro del estado de salud del dictador ya hacía presentir el fin de una era.
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"Con su aprobación se eliminó la licencia marital, la obediencia de la mujer al marido", afirma la profesora Francisca Moya. A partir de aquel momento, la mujer pudo "disponer de sus bienes parafernales libremente, aceptar herencias, comparecer por sí en juicios, ser albacea, no perdía la nacionalidad al contraer matrimonio. En lo referente al Código de Comercio, se permitía a la mujer casada ejercer actividad comercial sin autorización de su marido. Sin embargo, aún quedaba en manos del marido la administración de los bienes del matrimonio y la patria potestad sobre los hijos", añade.
Ese mismo año se fijó para el mes de junio la celebración en México de la primera Conferencia Internacional sobre la Mujer, a la que España envió a Pilar Primo de Rivera como representante. "Como les dio vergüenza llevar esta ley de licencia marital, pues el 2 de mayo del 75 se anuló", señala Cristina Almeida, quien recuerda que celebró la noticia con varias amigas: "Todas las que teníamos el permiso notarial nos juntamos, cogimos una botella de champán, hicimos una pira funeraria, quemamos todos los permisos y dijimos: ¡Ya somos libres!", afirma.
Sin embargo, aquel paso no supuso aún la plena igualdad de derechos entre hombres y mujeres, pues fue necesario esperar a la aprobación, ya en la transición, de la Constitución de 1978 y, sobre todo, a la Ley 11/1981 en materia de filiación, patria potestad y régimen económico del matrimonio que eliminaron "todas las limitaciones dirigidas a las mujeres", señala Francisca Moya.
Aunque medio siglo parece mucho tiempo, hay que pensar que nuestras madres o nuestras abuelas tuvieron que vivir con este tipo de limitaciones en sus derechos, que relegaban a las mujeres a papeles secundarios en una sociedad en la que la propia ley determinaba la preponderancia del género masculino.
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