Piel sin imperfecciones, nariz fina, labios gruesos, pómulos marcados, pestañas largas, dientes blancos y ojos grandes y de un color que, muy probablemente, nos guste más que el nuestro. Abrir la cámara del móvil desde una aplicación como Instagram, TikTok o Snapchat permite a los usuarios —y sobre todo a las usuarias— verse en pantalla justo como querrían hacerlo al mirarse en el espejo. Todo gracias a los filtros, que hace mucho que dejaron de ser solo una simpática herramienta para tomarse fotos, por ejemplo, con orejas de perro.
"Los filtros divertidos cumplen su propósito: sacarnos una sonrisa, jugar y pasar un buen rato, como cuando te disfrazas para una fiesta. Pero los que 'mejoran' nuestra apariencia son otra cosa", advierte a RTVE.es la psicóloga Marta Calderero, directora de Personalife.style. Estos generan una "versión irreal" de quien los utiliza y su uso "distorsiona nuestra percepción".
"De repente ya no te gustas si no los tienes"
Lorena, una joven de 25 años, reconoce a RTVE.es que ya apenas publica selfies sin filtro de belleza en sus redes sociales. "Se empiezan a utilizar sin darte cuenta. Antes solo los usaba en Snapchat y subía fotos sin filtro a Instagram. Pero empiezas a ponértelos y te ves bien con ellos, y de repente, ya no te gustas si no los tienes", explica.
"Muchas veces lo he hablado con mis amigas, que no sé cómo antes me veía bien al hacerme fotos sin filtro, y sí, me veía bien, pero ahora es como que te lo han metido en la cabeza y tiene que ser así", lamenta.
“Te hace ver mejor, pero cuando te lo quitas, pareces otra persona“
Laura (nombre ficticio), de 20 años, no los usa habitualmente, pero sí que ha recurrido a ellos en momentos concretos porque no le gustaba "cómo estaba saliendo". "Te hace ver mejor, pero cuando te lo quitas, pareces otra persona", dice. Ambas reconocen que les ha pasado alguna vez, que al hacerse una foto solo se veían bien con un filtro puesto.
Filtros de belleza y su impacto en nuestra salud mental M. Dillon (cedida)
El abismo entre la imagen filtrada y la real
Esa enorme diferencia entre la versión de nosotros mismos que nos devuelve la pantalla y nuestra imagen real puede repercutir en nuestro estado de ánimo y afectar a nuestra salud mental. Las especialistas consultadas advierten de que, aunque no sean la causa directa, tanto el uso continuado como la exposición repetida a estos filtros pueden derivar en o acentuar casos de depresión, ansiedad social o Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
La psicóloga y nutricionista Raquel López Rubio explica a este medio que pueden "fomentar una disonancia entre nuestra imagen filtrada y la real", lo cual puede llevar a una "gran frustración" y a que, "con el paso del tiempo, nuestra imagen nos provoque vergüenza o incomodidad y evitemos mostrarla por miedo a cómo será percibida".
Además, puede alimentar una "presión constante por encajar y por tratar de mejorar el contenido que subimos" a redes sociales. Por otro lado, la "validación externa" de este tipo de publicaciones genera una "gratificación inmediata" y un "refuerzo positivo" que "puede crear adicción y dependencia emocional", añade López Rubio.
Filtros de belleza y salud mental cedida
Los jóvenes, especialmente vulnerables
Los jóvenes y adolescentes son los más vulnerables. "Su identidad y autoestima aún están en desarrollo", asegura Calderero. Las redes sociales son para ellos "un espacio clave donde buscan validación social, por lo que los filtros intensifican la presión de ajustarse a un estándar de belleza poco realista".
La red social china TikTok informó en noviembre que impedirá a los menores de 18 años el uso de estos filtros para proteger su salud mental. La decisión fue tomada a raíz de un informe de la organización británica Matters que analiza las consecuencias de su utilización entre adolescentes y muestra su "preocupación" por los efectos que alteran la apariencia física.
Asimismo, la investigación concluye que las mujeres jóvenes son especialmente susceptibles de sentir baja autoestima "como resultado de lo que ven y experimentan en Internet". Los filtros, en su mayoría, están enfocados a su uso entre este grupo de población, ya que recrean rasgos femeninos propios de un ideal de belleza difícilmente alcanzable.
Un uso excesivo, alerta Calderero, "puede llevarnos a desarrollar una obsesión por alcanzar esa versión irreal de nosotros mismos, un fenómeno conocido como dismorfia de las redes sociales". Esto, subrayan las especialistas, puede desembocar en la aparición de trastornos como el Trastorno Dismórfico Corporal (TDC), caracterizado por la preocupación excesiva por "defectos" que muchas veces "solo existen en su mente" o son "imperceptibles" para los demás.
"Las personas con TDC pueden recurrir a tratamientos o intervenciones estéticas para "corregir" estos "defectos" en una búsqueda infinita por alcanzar la perfección, provocando gran angustia e incomodidad", expone López Rubio.
Retoques inspirados en filtros
Muchas personas — en su mayoría mujeres jóvenes — buscan en la cirugía estética el mismo resultado que encuentran en las redes. "Cada vez más pacientes vienen con una foto suya y nos dicen 'quiero verme como con este filtro de Instagram'", asegura a RTVE.es la médica estética Paula Fabero, especializada en armonización facial. "Hay que explicarles que eso no se puede lograr, que hay que tener unas expectativas realistas y huir de esos efectos que nos dejan a todos las mismas facciones", añade.
Los retoques más demandados varían según la edad, el presupuesto y el tipo de clínicas a las que acuden los pacientes, aunque entre las más jóvenes triunfan el bótox y el aumento de labios, en muchos casos influenciadas por el aspecto de rostros conocidos en internet. "Acuden con la foto del labio de una influencer, o de los pómulos de otra [...] aunque pasa lo contrario entre pacientes de más edad", que quieren evitar lucir de esa manera.
"La búsqueda de la imagen photoshopeada y perfecta de algunas influencers, junto con el uso masivo de filtros lleva a un aumento de la exigencia y de la demanda de tratamientos de medicina estética", apunta Febrero, que subraya que —aunque los pacientes hombres han aumentado— siguen siendo las mujeres las que más solicitan este tipo de intervenciones. "Los cánones de belleza siempre han sido más exigentes para ellas y lo siguen siendo", lamenta.
La "responsabilidad" de influir en miles de personas
Ariane Hoyos (@arianehoyos) tiene alrededor de medio millón de seguidores en TikTok e Instagram y es muy consciente de la "enorme responsabilidad" y del impacto que sus publicaciones pueden tener entre quienes la siguen, "especialmente en los más jóvenes". Por eso, no usa este tipo de efectos y es "bastante crítica" con ellos.
"Me supondría un dilema moral subir una fotografía retocada sabiendo cómo puede afectar a la percepción que otros tienen de sí mismos, comparándose con algo que no es real", asegura a RTVE.es. "Tampoco creo que a nivel de salud mental individual beneficie de ningún modo", subraya, al tiempo que menciona lo "frustrante" que puede ser intentar alcanzar un modelo de belleza "que sencillamente no existe en el mundo real".
"Todos y todas tenemos días en los que nos vemos más y menos guapos. Alguna vez los he utilizado para 'tener mejor cara' pero llevo varios meses, incluso algún año sin hacerlo", asegura, por su parte, Berry (@berryuca), a la que siguen más de 150.000 personas en Instagram. Cree que el "tener" que ponerte filtros para unas "simples historias" —contenido que solo está visible 24 horas— lanza "un mensaje negativo".
En el caso de usarlos ha avisado previamente y aunque cree "en su justa medida y con cabeza" no está mal, "el problema es si normalizamos que solo podemos salir maquilladas o con filtros en redes". Utilizarlos, dice, le hace querer alcanzar esa "belleza canónica constantemente" y, al mismo tiempo, le exige salir "perfecta" delante de sus seguidores. "Siempre sigo mi línea editorial, soy sarcástica y entretengo desde el humor, pero soy consciente de mi público y de cómo expreso mis mensajes", asegura.
"Si quiero transmitir confianza, autoestima y aceptación, lo primero que debo hacer es ser honesta con lo que muestro", explica Ariane, que asegura que no pueden pedir a su audiencia aceptarse tal y como es si "nosotros mismos no somos capaces de hacerlo". Las redes "son una ventana a lo que elegimos compartir y yo elijo que sea lo más transparente posible".
Desconexión para mejorar la salud mental
El usuario típico pasa de media 2 horas y 23 minutos al día en redes sociales, según el informe We are social 2024, y TikTok tiene el promedio de tiempo por usuario más alto de todas las plataformas, con una media de más de una hora al día.
Lorena y Laura han compartido con RTVE.es su tiempo de uso diario de redes sociales, reflejado en sus teléfonos. La primera pasa unas cuatro horas y media entre Instagram y TikTok; la segunda, más de diez entre ambas aplicaciones. Laura dice que sobre todo en la plataforma china "casi todo el mundo" usa filtros y es consciente del tiempo de exposición a ese contenido. "Son una manzana envenenada. Los utilizas para verte mejor, pero la realidad no es esa y más que ayudarte a aceptarte te hacen acomplejarte", lamenta.
López Rubio, especializada en TCA, "en muchas ocasiones" limita a sus pacientes el tiempo de consumo de estas aplicaciones e insta a dejar de seguir a determinados perfiles. Incluso, "en numerosos casos, eliminar las redes sociales durante un periodo de tiempo, puede ser adecuado como parte del proceso de recuperación total de un TCA", añade.
Calderero también recomienda a sus pacientes "cultivar el pensamiento crítico" y preguntarse si lo que ven en redes es real o está editado, así como "realizar una limpieza consciente" de las cuentas que siguen. "Las redes son herramientas poderosas, pero debemos aprender a usarlas para nutrir nuestra autoestima y no dañarnos emocionalmente", concluye.
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