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Las promesas incumplidas de Scholz a Ucrania: el "giro" militar que nunca llegó

Las promesas incumplidas de Olaf Scholz a Ucrania
ADRIÁN ROMERO
Tiempo de lectura 10 min.

El desempeño de Alemania en la guerra de Ucrania ha entrado en el análisis electoral. Como uno de los principales socios de armamento de Kiev, el apoyo de Berlín ha sido tanto intenso como variable. Ahora, el "giro" militar que el canciller, Olaf Scholz, prometió en 2022, está comprometido.

Su llegada al poder en 2021 auguraba cambios en el plano de la política exterior germana. El mandatario heredaba un país bajo la sombra de Angela Merkel, caracterizadas por su enfoque moderado con Rusia. Una postura que no duró demasiado en la nueva administración, pero cuyo legado dejó una profunda cicatriz en la política alemana.

"En general, el SPD, y Scholz en particular, han sido inconsistentes en su enfoque de Ucrania", puntualiza el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Maguncia, Kai Arzheimer. "Scholz siempre ha intentado mostrarse como un estadista que no asume riesgos innecesarios... pero que al mismo tiempo le gusta acusar a sus oponentes políticos de vacilar", recalca.

En febrero de 2022, el mes de la invasión rusa a Ucrania, el canciller alemán proclamó lo que denominó Zeitenwende (punto de inflexión), una posición que buscaba reubicar a Alemania en el nuevo espacio militar. Su anuncio fue histórico: 100.000 millones de euros al fondo militar y la promesa de destinar más del 2% del PIB anual a Defensa. Dos años después, cada una de sus medidas han caído en saco roto.

"Desde el principio no fue un programa al uso, sino una promesa", corrige la investigadora senior del Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad, Susan Stewart. "Su principal error fue desarrollar la expectativa de que habría un plan, pero no había una estrategia desde el principio ni la hubo después", agrega.

"Muchas decisiones se tomaron con demasiada lentitud", admite el profesor asistente de seguridad internacional en la Universidad de Ámsterdam, Patrick A. Mello. "Tras el discurso de Scholz, tardaron casi un año en empezar a firmar acuerdos de defensa, además de la demora en el envío de armamento importante a Ucrania", añade.

Retrasos que no impidieron que Alemania desempeñase un papel clave en la logística militar ucraniana. Entre sus logros, ser el segundo país (el quinto en relación al tamaño de su PIB) que le ha brindado más armamento, así como abanderar parte de su integración en la UE. Su último tanto, liderar la Conferencia para la Recuperación de Ucrania, celebrada en Berlín en junio del año pasado.

Pero el éxito de estos esfuerzos no solo ha dependido de la voluntad de Scholz, también del apoyo de su gabinete. Un respaldo que no siempre ha ido acorde con las iniciativas del canciller y su partido que, recuerda Mello, "temen una escalada del conflicto".

Rivales dentro y fuera del Ejecutivo

Pese al compromiso inicial con Ucrania y la defensa del país, las propuestas alemanas han mostrado signos de agotamiento. De hecho, la principal disputa de la anterior administración, y ahora en las elecciones, no ha sido tanto mantener la ayuda como planear su financiación y el momento oportuno.

Tras la disolución de la coalición, el Bundestag no pudo aprobar un presupuesto federal para 2025, por lo que la pregunta sobre dónde debería proceder el dinero para financiar la ayuda ucraniana está en el aire. Entre medias, tanto el exministro de Economía y candidato de Los Verdes a la presidencia, Robert Habeck, como Scholz están dispuestos a continuar su apoyo a Kiev, pero no en los mismos términos.

Las diferencias entre ambos están en cómo, "antes de la invasión a gran escala, Habeck fue a Kiev y sugirió que Alemania debería apoyarla militarmente", reseña Mello. "Una decisión correcta, pero el único político alemán que la defendió. Su partido siempre permaneció firme en su apoyo a Ucrania, mientras que los socialdemócratas han sido más vacilantes", compara.

El temor a un aumento de las tensiones con Rusia ha actuado de freno para que Scholz aplique decisiones adicionales, como el suministro de misiles de largo alcance Taurus. Algo que ni el pragmatismo de Biden impidió con sus ATACMS.

"Dentro del Partido Socialdemócrata hay una fuerte base pacifista, así como un número considerable de sus votantes que se oponen al envío de más armas", revela Mello. "Scholz lo sabe, de ahí que, desde una perspectiva electoral, no sea demasiado agresivo, ya que si hay una la escalada, será señalado como el único responsable", sentencia.

En la oposición, el partido de extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD), ha capitalizado el descontento social y económico derivado de la guerra. Como formación en sintonía con Vladímir Putin, ha defendido su oposición a la ayuda ucraniana al considerarla opuesta a los intereses alemanes.

"Siempre han sido amigos de Rusia, con gente del partido manteniendo reuniones con funcionarios rusos o que han viajado a las zonas ocupadas como 'observadores electorales'", comenta Arzheimer. "Básicamente, consideran que Alemania no tiene nada que ganar con Ucrania, que no se debe apoyar a un presidente [Volodímir Zelenski] 'corrupto e ineficiente', o que no deberían actuar según el mandato de Estados Unidos".

Desde 2022, la formación también ha buscado retratar al gigante euroasiático como un proveedor de hidrocarburos esencial para mantener la capacidad energética del país. Una posición que ya formuló en su programa para las elecciones europeas de 2024, además de pugnar por el levantamiento de las sanciones.

El legado energético de Merkel

Antes de la guerra, Alemania, importaba el 55% de su gas y más del 30% de petróleo del gigante euroasiático. Para un país donde el 60% de su energía procede combustibles fósiles, según The Economist, Rusia era un socio energético relevante.

Durante el conflicto, el Gobierno sustituyó la dependencia del gas ruso por el noruego, además de firmar contratos con Catar y Estados Unidos hasta alcanzar la total desconexión con Rusia. Solo la AfD y la extrema izquierda aún pugnan por mantener las relaciones comerciales con Moscú.

"La AFD, junto con Sarah Wagenknecht [líder de la Alianza Sahra Wagenknecht-Por la Razón y la Justicia], son los únicos abiertos a recuperar los contactos comerciales con Rusia, y esto se debe a su negacionismo climático", evidencia Arzheimer . "Por decirlo de cierta forma, les 'encanta' el motor de combustión interna y solo quieren recuperar los lazos porque la energía con Rusia era muy barata", establece.

A pesar de su fuerte retórica antinuclear, Alemania también prolongó hasta mediados de 2023 la vida de sus últimos tres reactores nucleares (cuyo cierre estaba previsto en 2022) y volvió a poner en funcionamiento varias plantas de carbón fuera de servicio. Medidas que entraron en conflicto con el programa electoral de sus socios de coalición.

"Turismo de bienestar" ucraniano

A nivel social, el flujo de refugiados ucranianos ha planteado desafíos logísticos y financieros. Un informe de la Oficina Federal de Migración y Refugiados del país señala cómo en 2023 había más de un millón de refugiados ucranianos, un 30% más con respecto al año anterior. A esto se suma, advierte Stewart, la incertidumbre de que el fin del conflicto provoque una nueva ola migratoria.

Si bien el programa de empleo del Gobierno, denominado job-turbo, había dado algunos resultados positivos en cuanto a la adaptación de los refugiados para la obtención de un trabajo, Scholz admitió que no era suficiente para satisfacer a los demandantes.

Por su parte, el líder de la Unión Demócrata Cristiana, Friedrich Merz, llegó a causar polémica al acusar a los refugiados de "turismo de bienestar". Según sus comentarios, estos explotaban la red de seguridad social de Alemania mientras viajaban de ida y vuelta a Ucrania.

"Sus palabras fueron un globo sonda que solo buscaba copiar parte del discurso xenófobo de la extrema derecha", explica Arzheimer. "Una postura que rápidamente cambió cuando la gente no se mostró muy entusiasmada con la idea".

Tan solo la AfD se ha mostrado más dispuesta en capitalizar cierto sentimiento anti-ucraniano mediante la emisión de campañas propagandísticas dirigidas a ascendentes germano-rusos en el este de Alemania. Una acción anecdótica teniendo en cuenta que, para los alemanes, "a los ucranianos se los considera culturalmente más compatibles", puntualiza.

Despertar al zombi

En 1944, en plena Segunda Guerra Mundial, Canadá vivió una crisis de reclutamiento, con cientos de tropas que se negaban a ser enviados a luchar en el frente. Aquellos no-combatientes fueron llamados despectivamente zombis: soldados que vestían uniforme como el resto de aliados, pero que se negaban a hacer los mismos sacrificios.

En cuanto a Ucrania, Alemania parece seguir ese camino somnoliento, como si nada estuviera mal ni tuviera que cambiar. Hasta Scholz, que no para de advertir las consecuencias que tendría una victoria rusa para Europa, se limita a decir que Zelenski no debería perder mientras trata de acercar posturas con Putin. Pero no dice nada de ganar.

"Preguntas estratégicas cómo '¿hacia dónde va esta guerra?'; '¿si ayudamos [a los ucranianos], podrán ganar?'; '¿si no lo hacemos, cuánto tiempo durará el conflicto?'; simplemente no se han respondido", admite Stewart. "[Los alemanes] se han limitado a dejarlas en el nivel de 'necesitamos ayudarlos'".

Como resultado, en lugar de anunciar nuevas medidas para garantizar que el triunfo de Moscú no se haga realidad, Scholz señala repetidamente aquellas que su Gobierno ya ha adoptado, y que están muy lejos de lo que se necesita. La más reciente, el bloqueo de ayuda militar a Kiev por valor de 3.000 millones de euros a finales de enero, una decisión que le valió la crítica de todo el espectro político germano.

Es cierto que Alemania, como muchos otros aliados, ha aumentado su gasto en defensa (rondaba el 1,2% desde 1990), pero la respuesta al Zeitenwende, no ha sido lo suficientemente amplia ni rápida. De hecho, el "fondo especial" de 100.000 millones de euros solo abordaba sus deficiencias más básicas.

"Ucrania no es el primer ni el segundo tema más importante en estas elecciones. La gente está preocupada por la economía y la migración, mientras que la defensa se ubica más abajo", comenta Mello. "Eso significa que, si se tienen que tomar decisiones al respecto, se harán primero en favor de la economía o del gasto social en lugar de la defensa".  

Ahora bien, "que no esté en las elecciones, no significa que el tema se haya ido", incide Stewart. El problema subyacente es que Alemania, al igual que otros Estados europeos, no se está rearmando ante un hipotético conflicto. Unido a sus señales mixtas hacia Kiev, el país se ha convertido en lo que Rusia más desea: un aliado de Ucrania sin un compromiso firme.

"El problema de Alemania con respecto a Ucrania es tanto identitario como de capacidad defensiva", subraya. "Identitaria porque, debido a su pasado [Segunda Guerra Mundial], les resulta incómodo tener a Rusia como un adversario; que se usen sus tanques y armas contra ella o que sus soldados lleguen a estar en bases de Ucrania para defenderlos de una ofensiva rusa. Y de capacidad porque Alemania, debido al llamado 'dividendo de paz' tras la Guerra Fría, descuidó a su ejército de manera que pudiera defenderse en caso de ataque, lo que hizo que no estuviera, ni esté, en una buena posición para ofrecer mucho a Ucrania", concluye.

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