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La sequía aboca a sacrificar animales y pone en jaque a las granjas: "Se manda al matadero a ganado productivo"

  • Pastos, forrajes y alfalfas están al mínimo por la falta de agua y se ha disparado el precio del pienso, también escaso

  • Reducir el tamaño de las explotaciones compromete su viabilidad y profundiza la tendencia a la concentración del sector

SOFÍA SOLER
6 min.

De Huelva a Zamora. De Zamora a Lleida. Cientos de kilómetros separan estos territorios que, no obstante, comparten un mismo problema: la sequía. La escasez de agua, tan temprana este año, está abocando a muchas explotaciones ganaderas, un extremo que podría ser previsible en los meses de verano. Pero estamos en mayo.

"He vendido cerca del 20% de la cabaña que tenía, pero tengo compañeros que lo están vendiendo prácticamente todo", declara a RTVE.es Ainhoa López Larrauri, de Ganaderas en Red, y reconoce que la mayoría de las ventas se destinan a la producción de carne: "Ganado totalmente sano y productivo se está mandando al matadero".

En el borde de la Sierra de Aracena, en Huelva, su dehesa de encinas y alcornoques de unas 400 hectáreas se ha secado y no tiene pasto para las cabras de leche y los cerdos ibéricos. "Estamos como a finales de junio, julio, todo amarillo", afirma, cuando las reservas de agua para el consumo y la agricultura se encuentran al 40,7%, según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

La sequía ha irrumpido en un año marcado por los altos costes y se sufre en todos los sentidos en la ganadería extensiva. "Aquí no llega la red de agua y los animales beben de los manantiales que tenemos, que están secándose", continúa López Larrauri, que no ve posible otra alternativa. La cuenca del Guadalquivir es, de hecho, la más mermada de España, con los embalses en un 24,2% de su capacidad: "Si no hay agua, no hay agua".

Pero las explotaciones intensivas no se salvan de la carencia. "Si no tenemos más comida que para un cierto número de animales, para el resto, los que sean menos rentables o tienen producción más baja, el destino tiene que ser el matadero. No hay alimento y la carne tiene un precio interesante todavía", razona Jorge Hernández, ganadero de vacuno para leche y miembro de la organización agraria COAG, en la provincia de Zamora, que todavía está "apurando" las reservas de comida del año pasado.

Tras las pérdidas en el campo, no hay alimento para el ganado

Su decisión, como la de los otros ganaderos consultados para este reportaje, se ha precipitado por el aumento de los costes desde el año pasado, como consecuencia de la guerra en Ucrania y la crisis energética. Los forrajes, alfalfas o piensos que podrían comprar tienen los precios por las nubes, nos dicen, pero además están desapareciendo del mercado. "No hay disponibilidad y no es solo en mi zona, es algo general", apunta Hernández con una denuncia que se repite, por ejemplo, en la sierra de Sevilla.

Muchas explotaciones pequeñas como la suya son en buena medida autosuficientes, es decir, sus animales se alimentan de la producción de sus campos de cereales. Y en los últimos meses las pérdidas se suceden: la inversión en secano, en regadíos, en ganado… Para el ganadero Josep Bernaus, el toque de gracia fue el cierre del Canal d’Urgell a finales de abril. "A lo mejor tenemos que coger y matar ganado", comentó entonces a RTVE.es, especialmente preocupado por sus vacas de ordeño por la dependencia del forraje.

En nuestra conversación, Barnaus expresaba la incertidumbre que envuelve ahora a todo el sector. "Es una situación que no nos hemos encontrado nunca", repetía el miembro de la organización agrícola catalana JARC sobre el cierre del agua para el riego en su zona. ¿Ahora qué?

Las granjas pequeñas se reducen aún más

La venta de animales —mayoritariamente a mataderos porque nadie quiere acumular más cabezas— es una reacción rápida para evitar pérdidas mayores en un año malo, pero las ganaderías creen que puede ser "pan para hoy y hambre para mañana". Reducir el tamaño de una explotación puede amenazar su sostenibilidad económica. Las más pequeñas se asoman al precipicio:

"Yo necesito tener una cierta reposición de animales. Si ahora me deshago de muchísimos y el año que viene la situación vuelve a ser un poco normal, ¿dónde van a estar los animales para comprar? No los va a haber…", reflexiona Jorge Hernández en Zamora.

Los problemas aparecen en un sector que refleja una tendencia creciente esta década en términos absolutos. El número de cabezas de ganado creció un 6,5% en 2020 respecto al último censo agrario en 2009, con el porcino acumulando el mayor incremento, cercano al 22%. Sin embargo, lo cierto es que los mismos datos del Instituto Nacional de Estadística recogen una disminución del número de explotaciones con ganado: un 30% menos en once años. Hay más ganado, pero está en menos manos, y la sequía podría exacerbar esa tendencia.

Costes altos que no se cubren

Entre las más expuestas al riesgo por tener un menor tamaño, están las explotaciones en extensivo o de producto ecológico. "Los costes fijos que tenemos en ganadería extensiva son altísimos ahora mismo y la venta del producto no ha subido en relación a eso", apunta Ainhoa López Larrauri, que recuerda que las inspecciones y exigencias de calidad de la Unión Europea también encarecen la producción frente a los extracomunitarios. Además, la ganadera denuncia que se está incumpliendo la ley de la cadena alimentaria que exige que el precio a pagar al productor sea siempre superior al coste total asumido y así, dice, es difícil contratar a mano de obra o mantener cierta rentabilidad.

Los ganaderos señalan a los intermediarios, especialmente, desde el sector lácteo. Tanto Hernández, en Zamora, como Bernaus, en Lleida, explican que la industria acaba de reducir el precio al que les paga el litro de leche, como consecuencia de las importaciones desde Francia. "Las bajadas medias están en torno a 7-9 céntimos. En una explotación pequeña como la mía, que producimos unos 100.000 litros al mes, estamos hablando de 7.000- 9.000 € menos de ingresos", precisa el primero. El precio de la carne, en cambio, se ha mantenido mejor, lo que supone un factor más para llevar a algunas vacas y ovejas al matadero antes de tiempo.

Un futuro incierto

Y así, nadie se atreve a hacer un pronóstico para los próximos años. "El año pasado tuvimos un año terrible y nos hemos encontrado con que este es mucho peor. Tal y como está la situación, se trata de aguantar el día a día", comenta Hernández.

Larrauri, por su parte, sopesa que el estrés hídrico se sentirá en el campo los próximos meses, aunque llueva. Pero también pueden entrar en juego otros factores, para bien o para mal. "Nosotros estamos como el lince y el lobo, en peligro de extinción", ironiza sobre la ganadería extensiva, y pide al Gobierno medidas que apoyen al campo que está preservando el ecosistema.

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