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Guerra en Ucrania

Condenados a vivir bajo tierra a pocos kilómetros del frente: "No tenemos farmacia, ni médico ni agua corriente"

  • Un equipo de RTVE ha comprobado cómo es el día a día de los vecinos de Stepnogirsk, en la región de Zaporiyia

  • "Los soldados están en el bosque, no aquí", denuncia Valentina, que acusa a Rusia de bombardear a la gente normal

  • Sigue la última hora de la guerra Ucrania-Rusia

ÓSCAR MIJALLO (Enviado especial de TVE en Ucrania) / RTVE.es
2 min.

Los bombardeos rusos sobre Ucrania no cesan y muchos lugares del país se han convertido en pueblos fantasma, donde la vida se hace prácticamente bajo tierra, en los refugios. Un equipo de RTVE ha comprobado cómo es el día a día de los vecinos de Stepnogirsk, a poco más de seis kilómetros del frente, en la región de Zaporiyia.

Este pueblo no tiene niños en sus parques, solo perros, algunos malheridos, y unos pocos vecinos que andan por sus calles. Se encuentra en la zona norte de la región, tan cerca de la capital como del territorio anexionado ilegalmente por Rusia el pasado mes de septiembre. Al otro lado de la orilla del río Dniéper se sitúa la mayor central nuclear de Europa, uno de los puntos más calientes desde que Moscú iniciara la invasión hace nueve meses.

Petro y Valentina caminan entre los destrozos que un cohete ruso ha causado en su vivienda. "Anoche a las diez y media hubo una gran explosión que destruyó el porche y la cocina", lamenta Petro, que se queja de que su sueldo de jubilado no da para arreglar los destrozos, pero agradece seguir con vida.

No abandonan sus casas

"Los soldados están en el bosque, no aquí", denuncia Valentina, que acusa a Rusia de bombardear a la gente normal. Gente como Olena, que corre al escuchar algunas explosiones en la lejanía, y se protege en el refugio, un sótano que también da cobijo a los ocho vecinos que han perdido sus casas.

"No tenemos farmacia, ni médico, ni agua corriente", se lamenta Olena, que da gracias por tener al menos teléfono para pedir ayuda.

Los combates y los constantes bombardeos han condenado a Olena y al resto de sus vecinos a una vida bajo tierra en este sótano, dependiendo de generadores y la ayuda humanitaria y los voluntarios, porque se niegan a abandonar la que ha sido su casa durante más de tres décadas a pesar de la proximidad de las tropas rusas.

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