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Ucrania, en guerra (XXII)

La fuerza del acero de Krivii Rih frente a la miseria de la guerra: "El reto es cubrir la producción del país"

EBBABA HAMEIDA (Enviada especial al Donbás) / PABLO TOSCO (Fotos)
6 min.

Anna está sentada en una butaca de lo que fue un cine o un teatro en Krivii Rih antes de la guerra. Da la espalda a la cola de personas que esperan su turno para recoger las bolsas negras con productos de alimentación básica. Una ayuda que hace tres meses no hubiese imaginado que necesitaría. La guerra, además de destrucción, trae miseria. Llegó aquí a finales de marzo huyendo de Lyman, una aldea en Slovianoserbsk Raion, en el oblast de Lugansk, en el este de Ucrania.

"Explosiones, bombardeos y la aviación militar", describe cuando recrea las escenas del punto de inflexión de una vida que, como otras muchas, se ha visto truncada. Casi tres meses después de llegar mantiene un aspecto cansado, pues tras la bomas se abre otro desafío: lograr pagar el alquiler y conseguir la comida. Explica a RTVE.es que sus abuelos, su padre y su marido se quedaron atrás, mientras ella, junto a su madre y sus tres hijos, ha encontrado una casa barata que tratan de mantener.

Anna sentada en lo que era un centro cultural en Krivi Rih ahora convertido en un punto de reparto de ayuda humanitaria PABLO TOSCO

Espera su turno para recoger la ayuda que entregan, cada dos o tres días, en un antiguo centro cultural convertido ahora en un almacén de ayuda humanitaria para las personas desplazadas hasta esta localidad por la invasión rusa sobre Ucrania el pasado 24 de febrero.

"No tenemos recursos para sobrevivir"

La guerra no cesa y la vida de las ciudades se sigue adaptando a estos tiempos convulsos y tristes. La ciudad, cuya acería es una gran fuente económica, es además conocida por ser la cuna del presidente ucraniano, Vladomir Zelenski. Su ubicación, a 200 kilómetros al norte de Crimea, en el centro-sur del país, la convierte en unos de los pocos sitios seguros a los que llegan las familias más castigadas por la guerra en el frente oriental. La mayoría vienen de Jarsón, la región del Donbás o de Mykolaiv.

En el centro cultural de Krivi Rih siguen atendiendo a los desplazados internos del país PABLO TOSCO

“A mis niños no les pronuncio la palabra guerra”, relata Anna. Lyman ya está ocupado. “No hay conexión con aquellos que se han quedado. No tienen conexión móvil, agua ni luz”, dice. Mientras, ellos aquí viven gracias a la ayuda humanitaria. “No tenemos recursos para sobrevivir”.

Su situación económica actual, nada tiene que ver con su vida anterior, cuando trabajaba en el campo. "Teníamos cerdos, lechones, vacas, terneros, aves de corral... Mi marido trabajaba en una gasolinera", cuenta de su pasado con nostalgia, un vida que "no podía imaginarse fuera del pueblo".

Andrei, Maria, Nika y Ana dibujan y se entretienen en esta especie de paraíso improvisado en el que se ha convertido este centro cultural. Un lugar al que llegan centenares de madres cada día para buscar comida, asesoría jurídica o ayuda médica. La mayoría llegan "solas y sin ningún tipo de apoyo", pues los padres están en el ejército.

Tania divide los sacos de harina en porciones más pequeñas para repartirla entre las personas desplazadas PABLO TOSCO

En uno de los pasillos del centro cultural de Krivii Rih reparten grandes sacos de harina en pequeñas bolsas de plástico. “Sirven para hacer el pan”, explica María, una de las voluntarias, al verse observada. Al otro lado vemos bolsas negras, ya preparadas, con aceite, latas y producto de higiene.

El problema es cuando pedir está ayuda se prolonga, dice Anna con tristeza. Sobrevivir es difícil, no solamente por la absoluta dependencia de la ayuda humanitaria, sino que también por la necesidad de curar las heridas de estos casi tres meses de guerra, de incertidumbre, duelo, miedo y pesadillas, de despedidas que se hacen eternas. "Siento nostalgia por lo que fui. Ahora no tengo planes para el futuro. Estoy muy estresada. Me siento como si estuviera en algún lugar de la nada”, concluye Anna con visible aflicción.

La fuerza del acero en Khrivi Rih

En Khrivi Rih se sienten seguros. Encarna la fuerza obrera de la ciudad del acero. Es un bastión clave para Ucrania y desde aquí se ha defendido a todo el país. Cuenta con la planta de ArcelorMittal, una de las empresas siderúrgicas más importantes de Europa. En la ciudad se han librado de ataques relevantes, pero incluso cuando la lucha se desplaza hacia el este, Kryvyi Rih se encuentra en un eje clave. Está justo al norte de Crimea, la península anexionada por Rusia en 2014, donde el ejército ruso tiene varias bases, y es una especie de punto intermedio entre la disputada región oriental de Dombás y el principal puerto ucraniano de Odessa en el Mar Negro, considerado un objetivo potencial.

Operarios en l sala de control de los hornos de ArcelorMittal PABLO TOSCO

Además, RTVE.es ha accedido a una de las fábricas de acero más importantes del país. Aquí se produce el 85 % del metal de toda Ucrania. Los puertos están bloqueados, buscan alternativas como el ferrocarril para poder exportar. “Desde los primeros días de la agresión rusa, nos vimos obligados a detener y reducir parcialmente la producción. Creo que va a ser muy difícil recuperarnos. Llevará tiempo restaurar y crear nuevas rutas hacia Polonia y los puertos marítimos de los países bálticos. Esta es una nueva dirección para nosotros.”, argumenta Mykola Halu-shkin, jefe del departamento regional de producción.

Antes de la guerra, tenían un plan y un ritmo de producción completamente diferente. Aunque un alto horno está en funcionamiento, los demás han tenido que detenerse. "Antes de la invasión en toda regla, dos altos hornos estaban funcionando, planeábamos lanzar el tercero" dice Mykola.

Se hizo todo lo posible para evitar paralizar la producción, como ocurrió durante la II Guerra Mundial. Ahora la clave es tener un suministro de energía, gas y oxígeno estables. Si alguno de estos se detiene, tendrán que detener el trabajo y la planta dejará de funcionar. 29.000 personas trabajaban aquí antes de la guerra, ahora quedan 9.000. “Ya no nos sentimos amenazados porque Khrivi Rih es una zona relativamente segura”, cuenta este empleado que explica que el objetivo de la instalación es la seguridad de la ciudad, los empleados y de su país.

Uno de los hornos de la acería que aún permanecen encendidos en ArcelorMittal pese al estallido del conflicto PABLO TOSCO

El trabajo de esta acería se complementaba con la de Azovstal, en Mariupol, que ahora se encuentra bajo el control ruso. En estos momentos, explica el responsable a RTVE.es, "el reto es cubrir todas las necesidades de producción del país", aunque reconoce que será difícil lograrlo al 100%. “Este es un objetivo estratégico para nuestra ciudad y para el país. Azovstal se encuentra en la orilla del mar. Su sistema de enfriamiento de alto horno difiere del nuestro. Su logística es diferente”, concluye antes de volver a la monotonía de su tarea.

Mientras tanto, la exigua plantilla que aún resiste en esta planta industrial, ataviada con sus característicos trajes ignífugos, sigue enfrentándose a las fraguas de Vulcano para abastecer a un país que necesita sobrevivir.

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