Poco a poco, la Unión Europea avanza en el tortuoso proceso para desengancharse del que hasta ahora era su principal proveedor de hidrocarburos, Rusia. El último paso lo ha dado la Comisión Europea, que ha propuesto prescindir del crudo ruso en seis meses y de todos los productos petrolíferos a final de año, una iniciativa que coloca a los Veintisiete en la difícil tesitura de buscar proveedores alternativos y, al mismo tiempo, de intentar no disparar aún más una inflación ya desbocada por el coste de la energía.
Acostumbrados desde hace dos décadas a quemar carbón, gas y petróleo de Rusia, un suministro cercano y barato, la invasión de Ucrania ha puesto de manifiesto las vulnerabilidades de esa dependencia energética de un socio que, de la noche a la mañana, ha dejado de ser fiable. Y eso obliga a voltear toda la estructura de proveedores: hasta ahora, Rusia proporcionaba el 45% del carbón, casi el 40% del gas y cerca del 25% del petróleo consumido en la Unión Europea.
Los Veintisiete ya han prohibido la importación de carbón ruso, si bien las compras de los contratos en vigor se pueden mantener hasta agosto. Ahora es el turno del petróleo, pero la iniciativa de Bruselas se ha encontrado con las reticencias de los países más dependientes del crudo ruso. Es el caso de Eslovaquia, que compra cerca del 80% del petróleo a Rusia; y si se considera únicamente el crudo, su dependencia es del 99%.
También Finlandia, Polonia, Hungría -que ya ha anunciado que se opondrá al embargo- o la República Checa dependen enormemente del petróleo ruso. Y Alemania, la mayor economía del bloque, compra hasta un tercio del que consume a Rusia. De ahí que la Comisión Europea haya establecido un plazo más amplio que en el caso del carbón y esté dispuesta a incluir exenciones para los países más dependientes, con el fin de conseguir que se apruebe la medida.
Comprar más a Estados Unidos y Arabia Saudí
Aun con eso, los países miembros tendrán difícil reemplazar el suministro ruso en un mercado tensionado por la creciente demanda. "Yo lo veo complicado y se va a levantar la mano, sobre todo con los países que no tienen salida al mar", señala Jordi Martínez, socio director de la consultora Advanced Energy Consulting & Optimize Energy, que recuerda que no solo se trata de sustituir el crudo, sino también los productos destilados y otros derivados, como el diésel, el queroseno y la gasolina.
Más optimista es Antonio Aceituno, director general y técnico de Tempos Energía: "Creo que es tiempo suficiente para una reconfiguración de las compras, si las cosas se hacen bien", afirma, antes de apuntar como prueba que los precios del crudo subieron entre cinco y siete dólares, en torno a un 5%, tras la propuesta de Bruselas. "Si hubieran sido 30 dólares, sería distinto, pero el mercado interpreta que no vamos a tener problemas, que es una transición paulatina", argumenta.
La cuestión ahora es qué proveedores disponen de excedentes para proporcionar los 2,7 millones de barriles de crudo diarios -y otros 1,5 millones de productos destilados, sobre todo diésel- que los países de la Unión Europea compraban hasta ahora a Rusia. El principal candidato es Estados Unidos, que ya exporta más de once millones de barriles al día y que podría poner en el mercado por encima de un millón de barriles adicionales, teniendo en cuenta que el precio actual hace rentables las explotaciones más costosas.
Arabia Saudí también cuenta con "algo menos de un millón de barriles excedentarios", según Antonio Aceituno, que también indica que Emiratos Árabes Unidos puede inyectar unos 750.000 barriles diarios más. Ambos, sin embargo, forman parte de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), muy vinculada a Moscú, puesto que Rusia se incluye en la OPEP+, una decena de países productores que no forman parte del cártel aunque colaboran con él. Este jueves, los miembros de la OPEP decidieron elevar su producción conjunta en 430.000 barriles diarios, un incremento relativamente pequeño que busca mantener altos los precios del crudo.
Un crudo más caro para todos
El director de Tempos Energía, sin embargo, desliza que los productores no van a renunciar a un cliente tan apetecible: "Si China e India compran cada vez más a Rusia, los países del Golfo tendrán que vender ese crudo a Europa", vaticina. También Jordí Martínez subraya que Europa "ahora mismo es un mercado muy interesante para los operadores", sobre todo por la caída de la demanda en China, lastrada por el impacto de la Covid-19.
Sin embargo, ambos expertos esperan que el crudo aumente de precio, especialmente cuando la economía china retome el pulso y la demanda mundial vuelva a coger impulso. Así que Europa debe estar preparada para un nuevo incremento de los precios de la energía, justo cuando la inflación está marcando máximos en décadas. "Además del transporte, muchas empresas utilizan derivados del petróleo y verán incrementados sus costes, en sectores como el químico, el farmacéutico, el automovilístico... La decisión de no comprar petróleo ruso seguro que va a generar distorsiones", recalca Martínez.
Sin olvidar tampoco los inconvenientes técnicos de sustituir el petróleo ruso. Por ejemplo, no todos los crudos son iguales y las refinerías están adaptadas a unas propiedades -densidad, viscosidad, volatilidad- concretas. El crudo de los Urales, la referencia rusa, es de densidad media, al igual que el Arab Light saudí, mientras que el Dubai, de referencia en el Golfo, es más pesado; todos ellos, en cualquier caso, son de menor calidad que el Brent y el West Texas Intermediate, que sirven de referencia en Europa y Estados Unidos, respectivamente.
Pese a todo, la complejidad logística de sustituir el petróleo ruso es mucho menor que la de reemplazar el gas, que solo llega por gasoducto o licuado en barcos metaneros para después ser regasificado. Hay cuatro veces más buques petroleros, cerca de 9.000, que metaneros, unos 2.100, y el crudo se transporta en estado líquido, sin necesidad de ninguna conversión, lo que facilita reacomodar el suministro.
Rusia, a la búsqueda de nuevos clientes
A la vez que Europa trata de desembarazarse del suministro ruso, Moscú busca alternativas para reemplazar su principal cliente: casi la mitad de sus exportaciones de petróleo tuvieron como destino Europa, con Países Bajos, Alemania y Polonia como principales compradores.
Rusia también tiene más sencillo redirigir su producción de crudo hacia otros países, algo que le resultaría mucho más difícil en el caso del gas, pero se encuentra con que su mejor comprador, que es China, ha reducido su demanda en alrededor de 1,2 millones de barriles diarios por el parón económico que ha causado la Covid-19.
"Con China frenando su demanda, la iniciativa de la Unión Europea puede dolerle", asegura Jordi Martínez, que da por seguro que la economía rusa, ya muy castigada por las sanciones occidentales, se debilitará aún más.
Una salida puede ser llevar ese petróleo a India, que en los últimos meses está comprando abundante crudo ruso gracias a los sustanciosos descuentos -por encima del 50%, según los expertos- con los que Moscú trata de atraer a un país en claro desarrollo y con casi 1.400 millones de habitantes. El mercado, en última instancia, acabará por recomponer el puzzle.