Kiev era, según la mayoría de analistas, el principal objetivo de la invasión emprendida por el presidente ruso, Vladímir Putin, el pasado 24 de febrero. En el planteamiento de una guerra relámpago, una capital a 80 kilómetros de la frontera con Rusia y sobre la que se cernía desde inicios de año un ingente número de tropas, deponer al gobierno ucraniano en su sede parecía un objetivo asequible.
Sin embargo, Rusia no ha conseguido hacerse con el control de la capital y ha pasado a someterla a un largo asedio, preludio de una batalla aún por venir, complementado con bombardeos tanto a objetivos militares como civiles. Kiev, como Járkov o incluso la castigada Mariúpol, aguantan aún pese a los bombardeos a infraestructuras, edificios de viviendas y barrios residenciales desde las primeras horas del conflicto.
Para la conquista militar de Kiev, "las condiciones de partida eran favorables" para el invasor ruso, explica Juan Antonio Moliner, general de división del Ejército del Aire, ya retirado en declaraciones a DatosRTVE. Contaba con la presencia y apoyo en las regiones prorrusas del Donbás y todo el planeamiento estratégico previo con la movilización de 190.000 soldados alrededor de las fronteras ucranianas. Pero, a la hora de la verdad, se han puesto de manifiesto "problemas de insuficiente preparación estratégica, sea por insuficiente información, una incorrecta toma de decisiones o por no estimar la reacción de los ucranianos", tanto de su ejército como de su población.
En los términos empleados por la inteligencia británica, la "inesperada eficacia" de las fuerzas armadas ucranianas se ha unido a los retrasos de los convoyes militares rusos, que revelan una "insuficiente preparación logística", a juicio del general Moliner, quien cita fuentes militares que apuntan "una falta de coordinación o comunicación en el sistema de mando y control y una insuficiente preparación en combustible y otros materiales de repuesto".
Cómo se protege una capital
El caudaloso río Dniéper, que atraviesa Kiev y divide en dos Ucrania, también habría contribuido a dificultar el cerco a la capital, tanto en el avance de la autopista de Járkov a Kiev, vía directa que une las dos principales ciudades del país, como por otras carreteras principales y secundarias, explica Moliner. Hay que pasar ríos, "y se ve cómo las fuerzas ucranianas han destruido puentes, incluso en pequeñas poblaciones, para impedir o retrasar el avance de los convoyes y otros medios mecanizados y acorazados".
Por ello, el Ejército ruso se ha visto obligado a reorganizar sus movimientos de asedio a la capital de Ucrania, de tres millones de habitantes y unos 3,65 millones en su área metropolitana. Todo ello permitió ganar tiempo para la evacuación de los civiles. Unos dos millones habrían escapado ya de la ciudad, según el alcalde, la mayoría de ellos mujeres y niños.
Muchos de los que se han quedado se han refugiado en sótanos, búnkeres y en los andenes del metro. Al mismo tiempo, los kievitas han ido preparando sus calles con sacos de tierra, bloques de hormigón, erizos checos y otras estructuras de autodefensa para evitar el acceso de los blindados rusos, en una ciudad sobresaltada a diario por las alarmas antiaéreas que avisan de los bombardeos enemigos.
Kiev recibe a los invasores rusos como una ciudad fantasma donde sus habitantes se preparan para resistir. Entre los que no se han ido, el presidente del país, Volodímir Zelenski, que se mantiene en paradero desconocido para eludir los intentos de captura y asesinato. Desde que empezó la guerra, Zelenski se ha dejado ver con soldados en la calle y graba frecuentes vídeos desde su despacho para alentar a los ucranianos, pedir la ayuda internacional y denunciar los ataques y presuntos crímenes de guerra del ejército ruso.
En una de sus ruedas de prensa, Zelenski quiso enardecer a la resistencia al afirmar que Putin solo podrá tomar Kiev si "arrasa la ciudad hasta los cimientos". ¿Es eso lo que cabe esperar de la batalla por la capital?
La batalla por Kiev será complicada, en una ciudad cuyo municipio abarca más de 820 kilómetros cuadrados. Será cruenta, de seguir el ejemplo de otros combates urbanos en los que han estado implicados los rusos, desde Grozni (Chechenia) a Alepo (Siria). Y venza quien venza en el tablero militar, los perdedores serán quienes no llevan armas. "En las guerras modernas los combates tienen lugar en las ciudades y ahí los que pierden son los civiles", afirma Juan Antonio Moliner. "Por desgracia, se han convertido en las principales víctimas".
Qué significa ganar
Para tomar una ciudad, los métodos más elementales son el combate barrio a barrio o el ataque aéreo, explica Moliner. En el primero, se avanza calle a calle y casa a casa, "lo que hace que se vaya muy lento y es costosísimo en tiempo, munición, esfuerzo y víctimas propias". En este aspecto, Kiev presenta un carácter peculiar, por ser una ciudad con grandes avenidas, que facilitan el avance de los vehículos acorazados.
El segundo consiste en "aplanar la ciudad, es decir, bombardearla desde fuera, ya sea con misiles superficie-superficie o con bombas de aviación, como son conocidos los ejemplos desde la Segunda Guerra Mundial". Se trata de un tipo de combate que produce "enormes daños, por mucho que se usen bombas inteligentes. Además, también se cuestiona que los rusos estén bien pertrechados de este tipo de armas", añade Moliner, lo que convertiría la conquista de la ciudad en una "matanza".
Está por ver la participación de las fuerzas aéreas rusas en esa fase de la guerra. Hasta ahora, su enorme superioridad inicial no ha decantado el curso de la invasión, ya que los ucranianos han mantenido su capacidad de resistencia gracias a los misiles superficie-aire tipo Stinger. "Pero la fuerza aérea rusa todavía tiene capacidad de emplearse con una gran potencia de fuego" en eventuales bombardeos, considera el general retirado.
El objetivo político de la conquista de Kiev es el gobierno de Volodímir Zelenski. Pero para ello hay que controlar la ciudad, y ahí también tiene algo que decir el liderazgo que ejerce el alcalde, Vitaly Klitschko, 15 veces campeón del mundo de boxeo en pesos pesados y convertido en líder carismático desde las protestas de la plaza Maidán en 2014. Desde el comienzo de la invasión, ha estado en primera línea, informando con sus propios vídeos, revisando suministros y animando a sus vecinos.
En las ciudades ocupadas, Moscú intenta colocar a regidores afines, que a su vez tratan de encauzar el apoyo de la población a favor de la causa rusa. Lo ha hecho en Melitopol, al sur del país, donde ha instalado a una alcaldesa 'títere', Galina Danilchenko, tras la captura y detención del alcalde, Ivan Fedorov, por las tropas rusas.
Kiev es el principio de la guerra en Ucrania y podría ser su final, si la batalla decide un ganador o se utiliza como baza decisiva para las negociaciones. Con un Putin que ha dado pasos cada vez más ambiciosos en la invasión, ¿se puede ganar la guerra sin ganar Kiev, o podría acabar la ofensiva militar sin que la capital se rindiese? Depende de qué se entienda por ganar, o mejor dicho, "qué significa ganar para Putin", puntualiza el general Moliner a esta cuestión.
Ganar la guerra para Rusia puede significar consolidar su presencia en el Donbás, o asegurarse el corredor entre esta región y la península de Crimea, o aislar a Ucrania de la salida del Mar Negro y debilitarla económicamente, o deponer al gobierno y convertirlo en un satélite del Kremlin, o definitivamente conquistar manu militari toda Ucrania y mantener el poder a base de la fuerza. "Lo que signifique vencer para Putin determinará hasta dónde está dispuesto a llegar", concluye.