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Crisis de Ucrania

El gas ruso, la gran baza de Moscú frente a Europa en la crisis de Ucrania

  • Los países bálticos, Hungría y Alemania dependen del gas ruso

  • Si las compañías rusas cortan el suministro, los precios de la energía podrían dispararse

RTVE.es
6 min.

La crisis en Ucrania tiene varias caras y una de ellas es su repercusión energética. Rusia es uno de los principales proveedores de hidrocarburos, principalmente gas, a los países de la Unión Europea y varios de ellos dependen directamente de este suministro.

Moscú ha usado el gas como herramienta de presión en otras ocasiones (como en la misma Ucrania en 2014) y podría volver a ocurrir, en caso de un enfrentamiento. Una imposición "masiva" de sanciones a Rusia con la que ha amenazado la UE también podría afectar al suministro de hidrocarburos.

La tensión política, unida a la demanda del invierno, ha disparado los precios desde diciembre. Un eventual corte en el suministro dispararía aún más el coste y pondría en aprietos a los países europeos que más gas ruso compran. Estados Unidos, en cambio, apenas se vería afectado, dado que es el primer productor mundial y los mercados del gas son regionales. Al contrario: sus empresas energéticas se beneficiarían del aumento del precio.

Mientras países como Alemania tienen previstas nuevas infraestructuras para aumentar sus compras a Rusia, como el gasoducto NordStream 2, Washington ya busca alternativas, consciente de que esta dependencia debilita sus alianzas.

El gas ruso inunda la UE

El 41% del gas natural que se consume en la UE proviene de Rusia, que también es su principal proveedor de crudo y combustibles fósiles, según datos de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat).

Es una relación comercial beneficiosa también para Moscú: Rusia exporta, según informa Reuters, 6,6 miles de millones de metros cúbicos diarios, aproximadamente el 43 % del gas del mercado mundial, y el 72 % de esas exportaciones tienen como destino a las mayores economías del continente.

La dependencia del gas ruso varía y es mayor en el norte y centro del continente, según datos de Eurostat para 2020. Más del 65 % del gas que importa Alemania proviene de Rusia, pero es el 100 % en la República Checa y Letonia; el 94,9 % en Hungría; el 85 % en Eslovaquia; el 54,8 % en Polonia; el 46 % en Estonia y el 41,7 % en Lituania. Significativamente, el 43,25 % del gas que importa Italia es ruso.

En cambio, España depende en su mayor parte del gas que llega de Argelia, y en segundo lugar de Estados Unidos. En 2020, solo el 10,42% del gas importado por España provenía de Rusia. Y ante cualquier eventualidad, la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, ha asegurado que España no sufriría problemas de abastecimientos.

Subida de precios si las compañías rusas interrumpen el suministro

La primera consecuencia en caso de que las compañías rusas de hidrocarburos, como Gazprom, interrumpan el suministro a Europa Occidental será una subida de precios. La incertidumbre por sí sola ya está produciendo una subida en el precio de los futuros del gas en Europa.

Los precios ya se dispararon en diciembre hasta alcanzar un récord de 184.95 euros por megawatio hora, según datos de Reuters. El aumento coincidió con un descenso del flujo que llega a Alemania vía el gasoducto Yamal-Europa, uno de las principales vías de exportación.

Un mayor coste del gas se trasladaría al coste general de la energía y contribuiría a mantener elevada la inflación, que ya se encuentra en su nivel más alto en décadas en la Eurozona, amenazando la recuperación económica pospandemia, según ha advertido Gita Gopinath, directiva del Fondo Monetario Internacional.

Los compradores europeos tendrían además que recurrir al gas almacenado, cuyos niveles han caído por debajo de la media de los últimos cinco años.

EE.UU. busca alternativas para sus socios

Sabedor de que la dependencia del gas ruso abre una grieta en sus aliados europeos, Estados Unidos está llevando a cabo conversaciones con ellos, con países productores y con las empresas gasísticas para "identificar" alternativas y llevar a cabo preparativos ante posibles "contingencias".

"Hemos estado hablando con nuestros aliados europeos para planear una respuesta coordinada, que incluye cómo desplegar sus reservas existentes de energía", ha admitido este martes la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki.

Las alternativas podrían llegar del norte de África, Oriente Medio, Asia y del propio EE.UU, que el último año ha duplicado sus exportaciones cobrando más que nunca por su gas. Joe Biden tratará el asunto con el emir de Catar, al que recibirá el 31 de enero en la Casa Blanca.

Pero una sustitución inmediata es difícil, porque los mayores exportadores del mundo de gas licuado (Estados Unidos, Catar y Australia) están ya exportando casi al límite de su capacidad.

Además, la exportación de gas licuado en barco no es un asunto fácil. Se requieren instalaciones especiales que tardan de dos a cuatro años en construirse.

Sería necesario también desviar de sus rutas a los cargueros que transportan el gas, incluso en plena navegación. Esto ya está ocurriendo. Jordi Martínez Cuadrado, socio director de la consultura AEC Energy, ha explicado a TVE que la reducción en la exportación de gas ruso, unidos a un problema de suministro desde Noruega durante todo 2021, "han hecho de Europa un mercado muy atractivo", que justifica que un carguero que parte de Guinea Ecuatorial en dirección a Asia dé media vuelta antes de llegar al Índico y acabe en el puerto de Bilbao.

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El Nord Stream 2: un polémico proyecto que aumentaría la importación de gas ruso

Pero para países como Alemania, las alternativas no pueden sustituir el suministro del productor más cercano: Rusia.

Berlín planea desde hace tiempo abrir un nuevo gasoducto, el Nord Stream 2, que cruzaría el mar Báltico. Con 1.200 kilómetros de largo, podría transportar 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año, duplicando así la capacidad de la línea actual, el Nord Stream 1, que funciona desde hace 10 años.

Alemania cuenta con el Nord Stream 2 para asegurarse el suministro energético tras eliminar 16 centrales nucleares, y para cumplir unos objetivos de reducciones de CO2 que no podría conseguir consumiendo carbón.

El proyecto se encuentra paralizado porque necesita el visto bueno de los reguladores alemanes y europeos. Estados Unidos, Reino Unido, Polonia y la propia Ucrania, entre otros países, creen que el proyecto no debería seguir adelante si Rusia ataca Ucrania.

Desde el lado ruso hacen todo lo posible por evitar que sus hidrocarburos pasen por Ucrania para llegar a sus clientes europeos. En 2014, el proyecto South Stream para llevar gas a Italia vía Bulgaria, patrocinado por Putin y el entonces presidente italiano Silvio Berlusconi, fue abandonado tras la anexión de Crimea y la imposición de sanciones. El South Stream fue sustituido por una vía más larga a través de Turquía.

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