El suministro de gas en Alemania y otros países europeos depende en gran medida de Rusia, por lo que la tensión entre Occidente y Moscú ha influido en el precio de la energía.
Además, es un elemento clave en la crisis que se vive en torno a Ucrania. Está en el fondo del mar Báltico, se llama Nord Stream 2 y tiene 1.200 kilómetros de largo. Son dos tubos que podrían transportar 55.000 millones de metros cúbicos de gas al año, duplicando así la capacidad de la otra linea, el Nord Stream 1 que funciona desde hace 10 años.
Alemania contaba con él para asegurarse el suministro energético tras eliminar 16 centrales nucleares y tener que cumplir unos objetivos de reducciones de CO2 que no podría conseguir consumiendo carbón.
Dependencia energética de Alemania del gas ruso
Fueron empresas de Alemania, Francia, Holanda, Austria, además de la rusa Gazprom, las que iniciaron el proyecto, pero a nadie se le escapaban las consecuencias geoestratégicas. Con ese gasoducto, Vladímir Putin se aseguraba, por lo menos para las próximas dos décadas, la dependencia energética de Alemania del gas ruso, porque Alemania no tiene ni siquiera un puerto para el gas licuado.
Rusia, al mismo tiempo, esquivaba a Polonia y Ucrania que podrían acabar fuera de los circuitos del gas a voluntad de Putin. Como ya hizo hace siete años cortando el suministro de gas a Ucrania.
En los últimos meses también ha estado preparando el terreno bombeando menos gas a Europa, lo que ha hecho subir los precios de la energía y puesto nerviosos a todos los Gobiernos europeos.
Hay quien piensa que es un arma en manos de Putin, que ha desencadenado esta crisis precisamente para forzar la aprobación. Otros piensan que el gasoducto es un arma en manos de Alemania, que podría usar para forzar una retirada de Rusia de Ucrania. Así que, pendiente de autorización, el Nord Stream 2 es un arma política de doble filo, pero no está claro en manos de quién.