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Los datos confirman que las dosis de refuerzo funcionan, pero falta una estrategia sostenible y para todos

JAIME GUTIÉRREZ / DatosRTVE
8 min.

"Administrar múltiples dosis de refuerzo cada poco tiempo no es una estrategia sostenible". Así zanjaba hace unos días la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, en inglés) el debate sobre la cuarta dosis de la vacuna COVID contra cuya inoculación a gran escala ya se habían posicionado muchos expertos.

A la luz de los últimos estudios, la tercera dosis ha servido para que la rápida irrupción de ómicron no se refleje en los hospitales y en la mortalidad como ocurrió en las olas anteriores. Ahora bien, el organismo europeo insiste en la necesidad de desarrollar una estrategia "a largo plazo" sobre los tipos de vacunas con los que manejaremos la COVID-19 en el futuro.

Laboratorios y farmacéuticas ya han anunciado que están trabajando en vacunas capaces de protegernos frente a múltiples variantes del coronavirus o que proporcionen protección combinada ante otros virus respiratorios. Pero, mientras la ciencia llega a este puente, los expertos consultados insisten en que hacer que la vacuna llegue a todas las personas en cualquier rincón del mundo es el único dique posible para contener el avance imparable de esta pandemia.

Las vacunas que tenemos siguen siendo efectivas

Ómicron ha cambiado las reglas del juego. La irrupción de esta nueva variante a finales de 2021 ha alterado los esquemas de la pandemia y ha afectado a la efectividad de las vacunas, sobre todo donde ya eran más débiles: en la capacidad para contener los contagios. No obstante, los datos permiten comprobar su alcance.

Un ejemplo reciente y detallado llega desde Singapur, donde un grupo de científicos ha estudiado la intensidad de los síntomas entre vacunados y no vacunados. Su análisis, llevado a cabo entre 201 individuos en noviembre del año pasado, revela que casi el 74 % de los no vacunados desarrolló fiebre después de contagiarse, frente al 41 % de los que habían recibido la pauta completa. Solo el moqueo fue ligeramente más frecuente entre quienes estaban más protegidos.

Cuanto mayor es el porcentaje de población totalmente vacunada menor es el riesgo de desarrollar una enfermedad grave y acabar en el hospital. En nuestro país, los datos que publica semanalmente el Ministerio de Sanidad confirman el efecto de tener la pauta completa frente al virus: la incidencia en personas completamente vacunadas es considerablemente inferior a la de las no vacunadas. Según el último informe disponible, los casos entre personas de 60 a 79 años se reduce casi diez veces si tienen la pauta completa.

La conclusión es similar al observar cómo afecta la vacunación a las tasas de hospitalización y muerte en el grupo más protegido: el de los mayores de 80 años. Para esta parte de la población española, siempre según los datos que facilita Sanidad, el riesgo de infección es 12 veces mayor si no está vacunada, el de hospitalización se multiplica por diez y el de ingresar en UCI, por 16. Asimismo, el peligro de fallecimiento es 20,2 veces mayor cuando estas personas no están protegidas por dos dosis de la vacuna.

Y las terceras dosis también funcionan, por ahora

Por el momento, en España no hay datos diarios acerca de los contagios con dosis de refuerzo. Pero los primeros informes del estudio del Instituto de Salud Carlos III revelan que los anticuerpos neutralizantes frente a ómicron se multiplican por diez con este refuerzo. Un hallazgo que corroboran las tasas de muertes según estado de vacunación -que desglosan las dosis de refuerzo- en Suiza, Chile o Estados Unidos.

Las muertes durante la ola de ómicron en Suiza alcanzaron un pico de 17 decesos por cada 100.000 habitantes entre los no vacunados en la semana del 18 de diciembre. Sin embargo, la tasa entre personas vacunadas con pauta completa no llegó a dos muertes en esas mismas fechas y ni siquiera supuso una defunción entre los que habían recibido una dosis de refuerzo, según los datos recopilados por Our World in Data.

El esquema se repite en Chile o en Estados Unidos: a comienzos de diciembre las muertes escalaron hasta más de cinco de cada 100.000 en el país andino cuando las personas estaban sin vacunar o no habían completado su pauta, pero no pasaron de una entre la población que había recibido la tercera dosis. Del mismo modo, las tasas de mortalidad por tipo de vacunación se mantienen por debajo de uno cuando se ha inyectado una dosis de refuerzo, pero se disparan por encima de seis entre quienes no están vacunados.

En resumen, las dos dosis que ya protegen a ocho de cada diez españoles no han perdido toda su eficacia contra la variante ómicron del coronavirus. De hecho, la defensa sigue estando por encima del 50 %, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ahora bien, la efectividad frente a casos graves de COVID repunta hasta el 80 % cuando se aplica una dosis de refuerzo.

Como muestra el siguiente gráfico de EE.UU., lo hace especialmente entre los grupos de más edad. Personas en las que el virus se manifiesta de una forma más grave y que, por norma general, recibieron la pauta completa hace más tiempo. No obstante, la dosis adicional reduce la tasa de muertes en todos los grupos de edad.

Pero la situación no es sostenible a largo plazo

Para llegar a esta cifra, la OMS ha revisado 14 estudios realizados en el Reino Unido, Dinamarca, Canadá, Sudáfrica y Estados Unidos en los últimos meses. Aunque todos ellos coinciden en que el refuerzo no se debilita aunque se cambie de farmacéutica, todavía no está claro hasta cuándo durará la protección de la tercera dosis. Es precisamente esta incertidumbre la que lleva a todos los expertos consultados por DatosRTVE a coincidir con el discurso de la EMA: tenemos que avanzar hacia una nueva fase en la vacunación.

"Inmunizar siempre con el mismo modelo de vacuna no es lo más adecuado desde el punto de vista inmunológico", argumenta el presidente de la Sociedad Española de Inmunología (SEI), Marcos López Hoyos. Las vacunas que usamos ahora mismo deberían evolucionar a la vez que muta el virus, explica el experto. Una posición que también sostienen desde la Asociación Española de Vacunología. Su presidente, Amós García Rojas, destaca además la ausencia de evidencias científicas que indiquen la necesidad de una cuarta dosis, salvo en perfiles muy específicos y especialmente vulnerables.

Ambos ponen como ejemplo a Israel, que ya ha comenzado a inyectar la cuarta dosis, pero se está replanteando su política al ver que su efecto está siendo "limitado". Ni López ni García dudan de la seguridad de las vacunas que se están utilizando actualmente como refuerzo, pero insisten en que sería recomendable avanzar hacia otras opciones tanto desde el punto de vista teórico como desde el epidemiológico.

Mejorar las vacunas y amplificar su alcance

El primer escenario que se plantean los científicos es que ómicron siga siendo la variante dominante los próximos meses. Eso abre una ventana para que las vacunas se actualicen en el corto o el medio plazo, explica la viróloga del Centro Nacional de Biotecnología CNB-CSIC Sonia Zúñiga. Ya hay laboratorios trabajando en este enfoque, y la científica considera posible que el refuerzo para personas vulnerables sea con un suero adaptado a ómicron, siempre que esta variante siga entre nosotros el invierno que viene.

El segundo desafío consiste en mejorar las vacunas para que la inmunidad que ofrecen sea más duradera o para que eviten mejor la infección. Es lo que se conoce como "vacunas de segunda generación" y podrían abordarse desde un desarrollo completamente nuevo o explorando vías de inoculación alternativas a partir de sueros que ya están en el mercado. En este sentido, Zúñiga cree que "vamos en el buen camino", pero advierte de que "se van a alargar los tiempos". Conseguir la primera generación de vacunas COVID en un año supuso un gran esfuerzo que, a su juicio, no parece que se vaya a repetir con la segunda.

En cualquier caso, todo esto servirá de poco si la vacuna sigue sin llegar al último rincón del mundo. Los expertos lo explican fijándose en la polio, un virus que ha sido prácticamente erradicado vacunando a gran escala. Para que la COVID pueda darse al menos por controlada, algunos laboratorios ya han logrado aprobación de agencias internacionales para fórmulas basadas en proteína o en virus inactivado. Se trata de fármacos más fáciles de transportar que podrían sortear el problema logístico de la cadena de frío que está lastrando la vacunación en algunos territorios.

Mientras ocurre todo esto, los expertos insisten en que "hemos de vacunar con lo que tenemos, a todo el mundo y en todas partes para evitar la circulación del virus". Primero, para proteger a aquellos que todavía no lo están; pero también para evitar que aparezcan nuevas variantes que nos den un susto como el que nos ha dado ómicron.

"Los países ricos tenemos que dejar de mirarnos al ombligo y pensar en que no podemos seguir manteniendo una situación profundamente injusta, aumentando la brecha entre países ricos y países pobres", insiste García Rojas. Mientras haya un amplio espacio geográfico sin vacunar, el virus continuará circulando, más personas seguirán enfermando y esto significa la posibilidad de nuevas mutaciones y nuevas variantes, argumenta el vacunólogo. Si este problema no se ataja cuanto antes, sentencia, no solo estaremos consolidando "una situación injusta", sino que acabaremos cometiendo "una estupidez epidemiológica".

NOTA: Esta noticia se actualizó el 28 de enero de 2022 para incorporar gráficos e información sobre la tasa de muertes en EE.UU. por grupos de edad.

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