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Doce meses del pinchazo de Araceli: el éxito de la campaña de vacunación en España

SAMUEL A. PILAR
6 min.

El 27 de diciembre de 2020, Araceli Hidalgo se convertía en la primera persona en recibir la vacuna contra el coronavirus en España, iniciando así una campaña de la que este lunes se cumple un año y que solo puede considerarse como un éxito sin precedentes, con casi 40 millones de ciudadanos inmunizados, 85 millones de dosis administradas y miles de muertes evitadas. En apenas doce meses, el país se ha convertido en uno de los principales referentes en el mundo en lo que a vacunación a gran escala se refiere. Más del 83% de la población española ha recibido al menos una dosis de la vacuna, casi el 80% tiene la pauta completa y más del 25% ya dispone del pinchazo de refuerzo.

Este logro puede explicarse por diferentes motivos. Para empezar, España se ha beneficiado de la compra conjunta de vacunas por parte de la Unión Europea, que le ha permitido disponer en este tiempo de dosis más que suficientes para toda su población. Además, la campaña española se ha apoyado en un experimentado sistema sanitario que, a pesar del agotamiento pandémico, ha vuelto a estar a la altura y ha hecho posible que se mantenga un ritmo de pinchazos muy alto. Finalmente, como ya se esperaba, la población española ha mostrado una gran predisposición a vacunarse, y el rechazo ha sido prácticamente residual.

Un año de la llegada de las vacunas contra la COVID-19

De las cuatro vacunas aprobadas hasta ahora por la Agencia Europea del Medicamento (EMA), finalmente han sido las basadas en ARN mensajero -Pfizer y Moderna- las que más han cumplido con las expectativas, y después de un año son las únicas que se utilizan, también para reforzar la inmunidad de aquellos que recibieron en un primer momento cualquiera de las otras dos -AstraZeneca y Janssen-. En el caso de los niños de entre 5 y 11 años, cuya vacunación comenzó a mediados de diciembre, solo se está utilizando Pfizer.

Con los objetivos más importantes de la campaña de vacunación cumplidos, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha planteado su aceleración para hacer frente a la sexta ola, con una serie de nuevas metas. La primera de ellas es que al menos el 80% de la población entre 60 y 69 años esté vacunada con la tercera dosis antes de que finalice el año. Además, ha planteado que al menos el 80% de entre 50 y 59 años lo esté en la semana del 24 de enero y que el 80% de entre 40 y 49 años tenga la dosis de refuerzo en la primera semana de marzo. Al mismo tiempo, ha planteado que el 70% de los niños entre 5 y 11 años cuente con la primera dosis pediátrica en la semana del 7 de febrero y que el 70% tenga la segunda dosis pediátrica en la semana del 19 de abril.

Una historia de éxito incompleto

Pero la campaña de vacunación en España, y por extensión en el mundo, es una historia de éxito incompleto, como ha puesto de manifiesto la irrupción de la variante ómicron, que no deja de ser una consecuencia de la desigualdad en el acceso a las vacunas. En todo el planeta, aproximadamente 4.500 millones de personas han recibido al menos una dosis, aunque mientras los países ricos tienen coberturas muy altas, o están desechando viales porque una parte de su población se niega a inmunizarse, los más pobres apenas disponen de este recurso. El ejemplo más patente, una vez más, es África, cuyas tasas de vacunación global apenas superan el 7%.

Este peligro potencial es algo de lo que epidemiólogos y virólogos han advertido en innumerables ocasiones durante los últimos meses. Cuando se habla de virus, el riesgo de una persona es siempre el riesgo de todas, por lo que la inmunización global se convierte en un objetivo obligatorio. Por mucho que se vacune a la población de los países más ricos, si en los pobres la transmisión del virus sigue sin freno, aumenta considerablemente la probabilidad de mutaciones que pueden poner en peligro la protección conseguida.

Vista de la cola de vacunación en el WiZink Center en Madrid. EFE / MARISCAL

A falta de conocer el verdadero alcance de ómicron (aunque los primeros datos clínicos invitan moderadamente al optimismo) las reinfecciones y las infecciones entre vacunados se han disparado, tensionando una vez más los sistemas sanitarios y alejando el umbral de inmunidad colectiva que se estimó en un primer momento.

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La herramienta más importante

Las actuales vacunas contra la COVID-19 no son perfectas, pero siguen siendo la herramienta más importante para luchar contra la pandemia, que siempre debe ir acompañada de otras medidas. Una de sus principales carencias es que no evitan el contagio y la transmisión del virus, aunque los reducen de manera muy significativa. Los vacunados siguen contagiando, pero lo hacen mucho menos que los no vacunados, y la manifestación clínica de la enfermedad es más leve en ellos. Según varios estudios, el virus desaparece antes de su organismo y la carga viral se reduce a mayor velocidad.

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En este aspecto, las actuales vacunas contra el coronavirus no son únicas. Otras ampliamente implantadas y utilizadas en todo el mundo resultan muy útiles de cara a la salud pública, a pesar de que no eviten que las personas se infecten y puedan a su vez contagiar a otros. Es el caso de las vacunas contra la gripe estacional, la polio o la tos ferina. Tampoco es exclusiva esa necesidad de refuerzo. Otras muchas vacunas requieren al menos tres dosis para ofrecer una mejor protección, como las de la tos ferina, tétanos, difteria, polio, enfermedad neumocócica, hepatitis...

El objetivo principal de las actuales vacunas contra la COVID-19 no es evitar el contagio, sino reducir la probabilidad de enfermar gravemente y fallecer. Pero su efectividad nunca puede ser del 100%, ya que habrá gente vacunada que siga desprotegida. Muchas personas, como determinados ancianos, inmunodeprimidos o pacientes oncológicos no logran desarrollar una respuesta inmune robusta a pesar de contar con todas las dosis vacunales. Por eso, la mejor manera de asegurar su protección es reducir la transmisión del virus todo lo posible.

En un momento en el que la variante ómicron ha irrumpido con fuerza y ha disparado los contagios a niveles hasta ahora desconocidos, mucha gente podría preguntarse que cómo es posible que se haya llegado a esta situación con un porcentaje tan alto de población vacunada. Sin embargo, los especialistas recuerdan que quizá la pregunta más adecuada no sea esa, sino que habría que cuestionarse lo siguiente: ¿En qué situación estaríamos ahora mismo si no hubiese vacunas?.

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