Casi la mitad de la población mundial se encuentra en estos momentos, por obligación o por recomendación de las autoridades, recluida en sus hogares para evitar la propagación del coronavirus, pero el mayor confinamiento del planeta corresponde al de India, que desde hace dos semanas se ha encerrado para tratar de evitar la tormenta perfecta que supondría un brote descontrolado del Covid-19 en una sociedad con amplias capas de pobreza, una infraestructura sanitaria muy precaria y una densidad poblacional que dificulta enormemente el distanciamiento social.
El 25 de marzo, el primer ministro indio, Narendra Modi, decidió de forma drástica -apenas concedió cuatro horas a sus conciudadanos- decretar el confinamiento de los más de 1.300 millones de personas de India, que este mismo año podría convertirse en el país con más habitantes del mundo, por encima de China, pero que, además, tiene una densidad de población aún superior, con 455 personas por kilómetro cuadrado, frente a las 148 de China o las 94 de España.
Fue la culminación de una serie de medidas previas, como el cierre de fronteras diez días antes o el inicio de las pruebas para detectar contagios, que intentan impedir la propagación del virus y que, a la luz de las cifras oficiales, lo estarían logrando: a 8 de abril, India ha confirmado apenas 5.480 infecciones y 164 muertes por coronavirus, al alza, pero muy por debajo de las cifras de China, Estados Unidos y los principales países de Europa Occidental, incluido España.
Sin embargo, esos datos ofrecen dudas, aunque solo sea por el escaso número de tests llevados a cabo: el Consejo de Investigación Médica de India (ICMR, por sus siglas en inglés) los cifraba el 7 de abril en poco más de 114.000, es decir, unos 85 por cada millón de habitantes. Italia, como referencia, había realizado hasta ese mismo día 755.455 pruebas, más de 12.500 por cada millón de habitantes.
Las dificultades de contabilizar la superpoblación
“Es complicado saber cuántos casos reales hay, es muy difícil de controlar“
Es una cuestión que va más allá de la voluntad política, porque la superpoblación india impone unas dificultades gigantescas al Estado. "Contabilizar contagios y muertos es muy complicado. Es un país en el que hay nacimientos que no se registran, porque hay gente tan pobre que no puede pagarse el certificado de nacimiento", recuerda en declaraciones a RTVE.es la especialista en Asia Meridional del CIDOB, Ana Ballesteros. "Es complicado saber cuántos casos reales hay, es muy difícil de controlar", asegura.
"Es imposible predecir a estas alturas el número de contagios por coronavirus en India", coincide Anna Ferrer, la presidenta de la Fundación Vicente Ferrer, que responde por escrito a las preguntas de RTVE.es mientras coordina la respuesta de la ONG en los estados de Andhra Pradesh y Telangana, donde trabajan en las áreas rurales para ayudar a los más desfavorecidos desde hace décadas y ahora fabrican mascarillas, cierran escuelas y oficinas y preparan sus hospitales para la llegada del Covid-19.
“El escenario es muy impredecible, debemos esperar a ver lo que pasa en las próximas semanas“
"Estamos alerta y poniendo todo de nuestra parte para evitar la expansión descontrolada del virus. También diseñando respuestas para abordar un potencial desbordamiento de los centros sanitarios públicos. En estos momentos el escenario es muy impredecible", advierte, antes de señalar: "Debemos esperar a ver lo que pasa en las próximas semanas".
Porque el gran temor es cómo responderá una infraestructura sanitaria que Ballesteros califica de "muy precaria, con condiciones mínimas, pese a sus grandes profesionales". La mayoría de los servicios sanitarios del país son privados, por lo que apenas un tercio de la población, entre clases medias y acomodadas, tienen acceso a ellos, mientras que la sanidad pública, que es competencia de los estados que componen la federación, dispone de recursos muy limitados.
Pocas camas de hospital y muy pocos respiradores
Según los datos del Banco Mundial, India dispone de 0,7 camas de hospital por cada mil habitantes, frente a las 8,3 de Alemania, las 4,2 de China o las tres con las que cuenta España. Sin embargo, si solo se tienen en cuenta las correspondientes al sistema público, la cifra se reduce 713.986, es decir, 0,55 por cada mil habitantes, según cifras de 2019 del Gobierno indio recogidas por el think tank Brookings, uno de los más prestigiosos de Washington.
Los analistas de Brookings señalan que, según las estimaciones más pesimistas, India podría tener 2,2 millones de infectados por el Covid-19 el 15 de mayo y que, dando por hecho que entre el 5 % y el 10 % de los enfermos necesitan respiradores, el país requeriría entre 110.000 y 120.000 de estas máquinas, esenciales para la supervivencia de los pacientes más graves.
No existen estadísticas sobre el número de respiradores, pero Brookings estima que entre un 5 % y un 8 % de las camas públicas son de cuidados intensivos -esto es, habría de 35.699 a 57.119 plazas de UCI- y señala que, dando por hecho que la mitad tienen un respirador, habría entre 17.850 y 25.556 respiradores disponibles, una cifra claramente insuficiente. "Incluso en el mejor escenario, en el que todas las camas UCI están equipadas con respiradores, tenemos un máximo de 57.000 respiradores para atender un número creciente de pacientes de Covid-19. Claramente, la demanda creciente de respiradores va a desbordar la limitada oferta muy pronto", concluye su análisis.
Así las cosas, la única alternativa es la prevención, desde campañas de sensibilización para insistir en la necesidad de lavarse las manos hasta el confinamiento que ha impuesto el Gobierno federal. "Ningún país del mundo, tal y como hemos comprobado en España, con uno de los mejores sistemas públicos de salud del mundo, está preparado para afrontar una pandemia de estas características", subraya Anna Ferrer, que insiste en que, en India, además, "la superpoblación provoca una enorme presión sobre las infraestructuras sanitarias".
Mantener la distancia social en los slums
Sin embargo, la superpoblación también dificulta las medidas de prevención, como el distanciamiento social, es decir, mantener la distancia de al menos un metro para evitar el contagio. "Veo muy difícil que se pueda cumplir con la densidad de población que tienen", reconoce Agustín Pániker, director de la editorial Kairós y escritor especializado en la cultura de India.
Esa dificultad es especialmente evidente en los slums, los suburbios de las grandes ciudades indias, donde se apiñan buena partes de las castas populares: en Dharavi, el barrio de chabolas de Bombay que se hizo célebre por la película Slumdog millionaire, se calcula que la densidad poblacional alcanza los 270.000 habitantes por kilómetro cuadrado.
Allí se han detectado ya varios casos positivos, que las autoridades municipales tratan de contener aislando las zonas afectadas, pero lo cierto es que es literalmente imposible mantener la distancia social. "Las puertas están abiertas, hay muy poca intimidad", explica Pániker, que duda que el confinamiento impuesto sea capaz de contener al virus, pese a que no cuestiona que sea necesario.
"El distanciamiento social es imposible, sobre todo en entornos urbanos", abunda Ballesteros, que subraya una clave adicional: ciudades como Delhi, Calcuta o Bombay se encuentran entre las más contaminadas del mundo, por lo que muchas personas ya sufren problemas respiratorios que se añadirían a la neumonía que provoca el coronavirus.
Una ciudadanía que responde
La perspectiva nos mucho mejor en las zonas rurales, menos masificadas, pero más pobres, y con aún menos acceso a infraestructuras sanitarias o, directamente, al agua potable. "Todavía es un país eminentemente rural, el 68 % de la población vive en esas zonas", recuerda Pániker, que señala, además, que en buena parte del país persiste el modelo tradicional de familia extensa, con hasta cuatro generaciones conviviendo en la misma casa, desde los abuelos hasta los bisnietos.
“La ciudadanía india está siendo bastante responsable siguiendo las órdenes de confinamiento“
Ferrer matiza que "en los últimos años cada vez son menos las familias que viven varias generaciones en la misma casa. Esta tendencia está a la baja, aunque sigue siendo una realidad". Y destaca que los indios están colaborando: "Parece que la ciudadanía india está siendo bastante responsable siguiendo las órdenes de confinamiento (...) A día de hoy, nadie sabe a ciencia cierta qué va a ocurrir. Lo único que podemos decir es que en el área donde nuestra Fundación interviene, la gente está actuando responsablemente".
Para muchos de ellos, en cualquier caso, el confinamiento representa una condena por sí mismo: "Hay un porcentaje de población que no tiene hogar y un gran porcentaje con una economía de subsistencia, que sobrevive con lo que gana al día, y no tiene más remedio que salir a trabajar", recuerda Ana Ballesteros. Pese a todo, Pániker menciona una ventaja cultural contra los contagios: "Tradicionalmente, los indios no se tocan, se saludan con la mano de lejos. Incluso en las familias, hay menos abrazos y besos que las culturas mediterráneas".
Por el momento, los indios tendrán que estar confinados hasta el 15 de abril, pero el Gobierno debe decidir en los próximos días entre una difícil alternativa: ampliar las medidas de aislamiento, como ya reclaman a Modi varios gobernadores estatales, o intentar recuperar la normalidad y reactivar la economía -la quinta del mundo, según el Fondo Monetario Internacional, con un PIB de casi tres billones de dólares- mientras la amenaza del coronavirus permanece flotando en el horizonte.