Hace unos años, en un acto social en Nueva York, me encontré codo con codo con Henry Kissinger. No quise perder la ocasión de intercambiar palabra con aquel mito con voz no ya de garganta, sino de auténtica cañonera profunda.
Pero no me oía. Así que alcé la voz hasta percatarme de sus sendos aparatosos-aparatos auditivos. Cuando esta semana leía el titular: “ Si no oyes los tambores de guerra, es que estás sordo”, refiriéndose a la actual situación en el Golfo Pérsico, y a la nueva batería de sanciones para castigar a Irán, las palabras del ex secretario de Estado norteamericano retumbaban con el doble estruendo del recuerdo.
Las sanciones contra Irán no son nuevas, nos decía en el reportaje de Informe Semanal Vali Nasr, profesor de la prestigiosa Universidad Tufts de Washington, asesor del Departamento de Estado, y autor de obras emblemáticas como “The Shia Revival”, o “Forces of fortune”, sobre el renacimiento chiíta como ideología, y el auge de las clases medias en Oriente ídem, sobre todo en Irán, respectivamente. Pero estas –remachaba-, van a dejar al país de los ayatolás fuera del mercado del petróleo a largo plazo.
Guerra no declarada
“Y esto es un impedimento considerable para Irán; va a ser extraordinariamente problemático, porque la situación se complica. Digamos que Europa no comercia con Irán; que Estados Unidos tampoco. Puede que China lo siga haciendo, pero no son tontos, así que exigirán descuentos. Irán va a perder dinero, y esto supone una presión tremenda en un país donde, a diferencia de los otros productores del Golfo, con poblaciones mucho menores, las divisas del crudo suponen la principal entrada para sostener a más de 80 millones de habitantes. Y la mayoría de ellos, potencialmente muy descontentos”. Christopher Dickey es editor de Oriente Medio para Newsweek-The Daily Beast, la fusión del prestigioso semanario y el diario online de Tina Brown, esposa de Harold Evans, el icónico director del Sunday Times, antes de que lo comprase Murdoch.
Dickey lleva 30 años siguiendo Oriente Medio y se le escapan ya muy pocas cosas.
A esto hay que añadir otras operaciones de castigo en la guerra no declarada contra Irán. Algunos denominan “software”, a las operaciones de sabotaje cibernéticas que han abierto las hostilidades en el éter. El de Oriente Medio está que arde estos días. Si alguien quiere profundizar, basta googlearlo para adentrarse en el último capítulo de ciencia ficción de la historia de la humanidad.
¿Mienten los iraníes cuando dicen que no tienen intención de contar con un arsenal nuclear? ¿Necesitan la energía nuclear con fines civiles? ¿Cuántas bombas deberían crear para convertirse en una amenaza objetiva? Las cifras varían, a partir de una… Y el techo de tolerancia occidental parece ser muy bajo, sino nulo, con respecto a Irán y las soflamas de sus teócratas.
Tensión interna
Los iraníes-persas se sienten muy orgullosos de su país, y están hartos de que históricamente se hayan pisado sus derechos en aras del control del petróleo y sus riquezas naturales. Hace 200 años, por los tratados de Golestán y Turkmanchai, la dinastía Qayar, anterior a la de los Pahlevi, cedió parte de sus territorios del Norte –incluyendo derechos en el Caspio-, en aras de los zares rusos.
Del mismo modo es imperdonable, para muchos iraníes –la formación universitaria es común-, la ignorancia a la que apelan los actuales gobernantes jugando con temas de seguridad general provocando crisis en el Golfo, con tal de demostrar su control por la fuerza, buscando amedrentar a los opositores. Con las elecciones parlamentarias de marzo en el horizonte.
Mir Husein Musaví, y Mejdi Karrubí, los dos dirigentes verdes iraníes, están en arresto domiciliario desde el pasado 14 de febrero, cuando habían convocado manifestaciones en apoyo de los vecinos árabes en las plazas del Norte de África. Según se comenta en Teherán, “Han metido en la cárcel a todos los enemigos, y ahora están libres de pelearse entre ellos”. Porque las luchas internas están a la orden del día.
Queda por ver si las sanciones conseguirán el propósito ambicionado: la implosión del régimen, evitando una explosión generalizada en una zona en estado de agitación, de ebullición, en máxima alerta.
(*) Ángela Rodicio es autora de “El Jardín del Fin. Un viaje por el Irán de ayer y hoy”.