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Los deportistas toman la palabra en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020

  • Ana Peleteiro, Simone Biles o Noah Lyles rompen el silencio en torno a la raza o la salud mental

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Desde defender la negritud -"No somos de color, somos negros"- o la diversidad sexual -"Me siento increíblemente orgulloso de decir es que soy gay y también campeón olímpico"- hasta reivindicar la sanidad pública o la maternidad desde el tartán del Estadio Olímpico. En Tokyo 2020, los deportistas se han expresado con mayor libertad y de forma más personal que en ninguna otra edición de los Juegos Olímpicos, conscientes cada vez más de su poder y armados con las redes sociales, un hilo directo con el público que les permite esquivar la vigilancia del Comité Olímpico Internacional en el mayor escaparate deportivo del planeta.

Pese a la aspiración purista de separar la política del deporte -el Comité Olímpico Internacional puede sancionar a los deportistas que expresen posturas ideológicas en las competiciones- y a la tregua olímpica, los Juegos Olímpicos modernos siempre han contado con un sustrato político, en ocasiones muy significativo, como la propaganda nazi en Berlín 1936 o los boicots de la Guerra Fría en Moscú 1980 y Los Ángeles 1984. Pero el COI, que no deja de ser un club de comités nacionales, ha tolerado siempre mejor las posturas de los países que las iniciativas individuales.

Una de las imágenes de Tokyo 2020 que quedará en el recuerdo, sin embargo, serán los brazos cruzados sobre la cabeza de la estadounidense Raven Saunders al recibir la medalla de plata en lanzamiento de peso. Su gesto traía ecos del puño en alto de Tommi Smith y John Carlos en México 1968, reivindicando el black power desde el podio de los 200 metros, y provocó una incomodidad similar al COI, que abrió una investigación luego descartada con el pretexto de la reciente muerte de la madre de Saunders.

La lanzadora, en cualquier caso, dejó claro su mensaje: "He decidido usar mi plataforma para hablar por toda esta gente a la que pueda representar. Soy una mujer negra, homosexual y hablo de salud mental. Tengo depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumático. Así que para mí esto supone una intersección", explicaba, según recoge Newtral, en el programa Today de la NBC.

Aprovechar el altavoz

Más improvisado, pero igual de potente en España, sonó la reivindicación de Ana Peleteiro, bronce en triple salto, en una entrevista en RTVE junto a su amigo Ray Zapata, plata en suelo, cuando este dijo ser "de color": "Somos negros, ¿qué de color? De color son ellos", espetaba la atleta gallega. Ella no duda en posicionarse y cree que sus compañeros deben romper su silencio: "Yo creo que en el deporte falta que los deportistas se mojen", aseguraba a RTVE antes de los Juegos Olímpicos, "yo, cuando tengo que mojarme, me da igual que me pueda repercutir o no. El dinero es muy importante, pero no lo es todo".

Ana Peleteiro a Ray Zapata:"No somos de color, somos negros"

Peleteiro aludía a la renuencia de los patrocinadores a respaldar a los deportistas que, con su posicionamiento, puedan perjudicar a una marca o producto. Pero su postura o el gesto de Saunders son claros ejemplos de que los deportistas cada vez temen menos pronunciarse sobre asuntos espinosos, en el podio o ante los medios de comunicación, sin importarles lo que digan las marcas o el COI.

Así, el saltador británico Tom Daley, oro en salto sincronizado de 10 metros junto a Matty Lee, aprovechó la rueda de prensa de su medalla para lanzar un alegato en favor de la visibilidad LGTBI que ha sido otro de los momentos de los Juegos Olímpicos: "Espero que cualquier joven LGTB vea que no importa lo solo que está ahora mismo, porque en realidad no está solo y puede conseguir lo que sea".

Tokyo 2020, este sentido, ha sido la edición con mayor diversidad de la historia, con la primera deportista transgénero, la haltera neozelandesa Laurel Hubbard, quien, pese a la polémica sobre su supuesta ventaja sobre sus competidoras, no superó la primera ronda en su categoría de más de 87 kilos. Aunque admitió sentirse "sobrepasada" por la atención mediática, también ha aprovechado su altavoz, agradeciendo haber podido participar para "reafirmar que el deporte está abierto a todos, inclusivo y accesible".

Una semana después, la futbolista canadiense Quinn se convertía en la primera deportista transgénero y no binaria -de ahí que no use su nombre de pila de nacimiento, Rebecca- en ganar una medalla de oro.

Las redes sociales, el gran arma comunicativa

En cualquier caso, los deportistas no necesitan ya el podio ni los micrófonos para reivindicarse, puesto que cuentan con un arma que reduce el celo del COI a la impotencia y les proporciona un hilo directo con los aficionados: las redes sociales. Fue la vía que eligió María Xiao, jugadora española de tenis de mesa, para denunciar la invisibilidad a la que le había condenado un diario deportivo al relatar su partidillo en la villa olímpica con el futbolista Pedri González.

Es un arma de doble filo, como ha podido comprobar Laura Gil, pívot de la selección española de baloncesto, señalada por algunos aficionados por la derrota en cuartos de final ante Francia. Ella respondió con una carta publicada en las mismas redes sociales donde se volcaban las críticas: "Simplemente darles un mensaje a aquellas personas que piensan que por tener una opinión pueden faltar el respeto a una o doce jugadoras que llevan todo el verano dándolo todo. 'Todo el mundo tiene derecho a opinar, pero no todas las opiniones son respetables'", recalcaba.

La reflexión de Gil enlaza con la presión que asumen los deportistas, un asunto que ha sobrevolado Tokyo 2020 tras la renuncia de Simone Biles, una de las principales estrellas de los Juegos Olímpicos, a competir en el concurso por equipos y en varias finales individuales: "Ahora tengo que concentrarme en mi salud mental", recalcó. A su estela, otros muchos deportistas han reconocido el tremendo peso que se coloca sobre ellos a la hora de competir: "Hay una enorme cantidad de presión. El dinero no compra la felicidad", señalaba el nadador británico Adam Peaty, ganador de tres oros y una plata entre Río 2016 y Tokyo 2020.

Noah Lyles, sobre la presión de los deportistas: "No soy un superhéroe"

El último en alzar la voz ha sido el velocista Noah Lyles, bronce en los 200 metros, hastiado de la presión que le colocaba como favorito para hacerse con el oro. "Un montón de gente no ve a los atletas como humanos. Nos ven como famosos o superhéroes", aseguraba este sábado, según recoge Reuters, en un acto publicitario, en el que ha indicado que el problema siempre ha estado ahí, aunque ahora el revuelo sea mayor: "Siempre ha sido importante. Solo que ahora vosotros estáis escuchando, porque tenemos un escenario lo suficientemente grande para que mire mucha gente. Pero hemos estado diciéndolo años. O, al menos, algunos de nosotros".

Reivindicaciones tan diversas como el mundo

Y como los deportistas son tan humanos como el resto, sus reivindicaciones son tan diversas como el mundo. El atleta español Adel Mechaal, dejó en RTVE una defensa de la sanidad pública nada más clasificarse para la final de los 1.500 metros: "Este año ha sido bastante complicado, mi madre ha visto la carrera desde el hospital y estamos contentos porque está muchísimo mejor y eso es gracias a los médicos. Tenía ganas de hacerle un regalo a mi madre y a todos los trabajadores del hospital de Girona".

Ona Carbonell, doble medallista olímpica de natación artística, se quejó antes de los Juegos Olímpicos de las trabas que las autoridades japonesas pusieron para que su familia pudiera viajar al país durante la celebración de los juegos a causa de la pandemia, lo que finalmente ha resultado en que tendrá que interrumpir la lactancia de su hijo.

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La compatibilización de la maternidad con la carrera de atleta también fue la reivindicación de la estadounidense Allyson Felix, quien denunció en un artículo publicado en The New York Times las presiones de Nike para rebajar su contrato de patrocinio y para que volviera a las pistas tras ser madre, diez meses después de un parto por cesárea.

Felix doblegó a la marca deportiva, que ha prometido no reducir los emolumentos de las atletas que decidan ser madres, y se ha vuelto a reivindicar en el tartán de Tokio a sus 35 años: ha ganado en bronce en los 400 metros y el oro en el relevo 4x400, lo que eleva su palmarés a once preseas, siete de oro. El éxito del compromiso en el escenario más grande todos, los Juegos Olímpicos.

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