¿Qué pasará el 13 de noviembre de 2026? Según el físico Jens Von Foerster y sus colegas esa es la fecha en la que la humanidad colapsará. Y no lo hará por culpa de los extraterrestres o los asteroides. Tampoco por las pandemias o las catástrofes naturales. Los responsables seremos nosotros. Su estudio, publicado en 1960 en la revista Science, predice que el crecimiento descontrolado de la población desbordará los recursos del planeta y nuestras infraestructuras.
¿Profecía o predicción científica? La duda sigue en el aire, porque el miedo al fin del mundo no es nuevo. Ha cambiado de fecha y de causa, pero siempre está ahí, acechando. Se temió su llegada en el año 1000, con la supuesta segunda venida de Jesucristo; también en el 2000, debido al efecto Y2K, o en 2012, por la profecía maya. Incluso el Papa Clemente I aseguró que el Apocalipsis se produciría en el siglo I d.C, al igual que lo vaticinaron los augures romanos en el año 712 a.C. Sin embargo, aquí seguimos. Pero, ¿y si esta vez no se equivocan?
El escritor y divulgador, Jesús Callejo y el presidente de la Asociación Astronómica de España, Miguel Gilarte exploran en Terror en Blanco las predicciones más inquietantes y las amenazas científicas que podrían acabar con el mundo. ¿Son solo mitos o advertencias que deberíamos tomar en serio?

Terror en blanco - Amenazas a la Tierra
Para Jesús Callejo, ambas respuestas tienen sentido. Las dos son válidas. Todo dependerá del contexto y, sobre todo, de quién las pronuncie. "Siempre hay agoreros que utilizan la bola de cristal para meternos miedo, pero también hay personas que tienen esa facultad de percibir lo que va a ocurrir, solo que no aciertan con las fechas", comenta el escritor.
"Cada cierto tiempo aparece una profecía en la que se vaticina que el mundo se va al garete, y cada año, fracasa estrepitosamente", añade. Se trata más bien de una cuestión de estadística. "En algún momento ocurrirá lo que dicen", asegura. Sin embargo, no sucederá ni en el día ni mucho menos a la hora pronosticada.
"Es muy difícil que un vidente determine la fecha exacta. Las cronologías varían según cada civilización y no afectan a todo el mundo, ya que seguimos calendarios distintos", puntualiza Callejo.
Ni siquiera uno de los "comodines, convertido en cajón de sastre" de las profecías, el médico y astrólogo del siglo XVI, Nostradamus, logró acertar con sus plazos. "Es un personaje muy recurrido porque sus cuartetas se interpretan de forma muy genérica–apunta Callejo–. De hecho, Nostradamus solo señaló un año, 1999 y, como era de esperar, también falló".
Pero más allá de lo místico, hay amenazas tangibles. El mundo se ha visto envuelto en diferentes catástrofes que han llevado a la vida en al borde de la extinción en más de una ocasión.
¿Qué dice la ciencia sobre el fin del mundo?
La peste negra, que sacudió la Europa medieval del siglo XIV dejando más de 200 millones de fallecidos, la crisis de los misiles cubanos de octubre de 1962, o el meteorito de 13.000 toneladas que liberó 500 kilotones de energía al caer en la ciudad rusa de Chelyabinsk en 2013, son síntomas de esa fragilidad. Ocurrieron una vez, y podrían repetirse.
"Es cuestión de tiempo que caiga un asteroide a la Tierra", explica Miguel Gilarte. Y esto, advierte, "sería la mayor catástrofe que puede ocurrir en el planeta. Sería el fin de la humanidad" porque si bien ya se consiguió que una nave impactara contra uno que estaba muy lejos y se desviara su trayectoria", lo cierto es que no es tan sencillo de ejecutar. Ni estamos tan preparados para ello.
Así lo ha evidenciado la presencia del asteroide 2024 YR4, que podría chocar contra la Tierra en 2032. Con él saltaron todas las alarmas. "Aunque la posibilidad se ha rebajado del 2,8% al 0,28%, se ha abierto un protocolo mundial de seguridad planetaria por la UNESCO porque, por primera vez, tenemos un riesgo real", avisa Gilarte.
Y puede, además, que no sea el único. "Todo asteroide que mida más de 50 metros supone una amenaza", indica el presidente de la Asociación Astronómica de España. Pero el problema, añade, es que "tienen dimensiones pequeñas, son muy oscuros, sus órbitas varían mucho y están lejos para que los telescopios puedan detectarlos con tiempo".
Unos telescopios que, prácticamente como cualquier otro aparto dependiente de los satélites, dejarían de funcionar en el caso de que, en lugar del choque de un meteorito, se produjera una tormenta solar de las características del evento Carrington de 1859. "Sería un desastre total. Internet y las comunicaciones telefónicas desaparecieran durante meses y dejaría inactivos los miles de satélites que tenemos. No podemos luchar contra una tormenta solar, pero más tarde o temprano podría ocurrir", apunta Gilarte.
Sin embargo, a pesar de que muchos de estos escenarios suenan apocalípticos, el verdadero final del mundo, en principio, está aún muy lejos. No lo viviremos. "Si no se producen fenómenos como impactos de meteoritos, por ejemplo, sabemos con seguridad que sería dentro de unos 5 mil millones de años, con la muerte del Sol", explica Gilarte.
"Este se expandirá, engullendo a sus planetas más cercanos –Mercurio, Venus, la Tierra y Marte – antes de convertirse en una enana blanca de una temperatura altísima que se irá apagando poco a poco hasta desaparecer", concluye.