Todo el mundo quiere ser feliz. Encontrar paz, propósito, éxito. Encajar. Sentirse parte de algo. Tener una respuesta segura con la que colmar la inseguridad de lo desconocido. Y ahí entran ellos. Siempre hay alguien dispuesto a ofrecer la solución a todos tus problemas. No con amenazas, tampoco con violencia o intimidación, sino con todo lo contrario: con promesas, con una aparente protección, con palabras envolventes y una supuesta sabiduría.
Sin embargo, detrás de la fachada se esconden cadenas invisibles, mentes manipuladas, cuerpos sometidos y voluntades quebradas que orbitan alrededor de un líder. Incluso puede haber rastros de sangre y finales trágicos. Así operan las sectas y los grupos coercitivos. No te atrapan, te seducen. No te obligan, te convencen hasta que un día, sin darte cuenta, dejas de ser libre.
¿Cómo funcionan? ¿Quién cae en sus redes? ¿Por qué? Y, sobre todo ¿cómo se sale de ellas? En Terror en blanco, el presidente de la Red de Prevención Sectaria y del Abuso de Debilidad (Redune), Juantxo Domínguez y el teólogo y experto, Luis Santamaría del Río, nos lo explican.

Terror en blanco - Atrapados por las sectas
Desde tiempos muy antiguos, las sectas han atraído a todo tipo de personas. Algunas lo hacen de manera pública –Heaven’s Gate o Templo del pueblo son dos cuyos líderes incitaron a sus seguidores al suicidio colectivo–, otras actúan en silencio.
Solo en España, hay alrededor de 250 sectas identificadas en las que han caído más de 400.000 personas, lo que supone el 1% de nuestra población. Sin embargo, según apunta Juantxo Domínguez, el número es mucho mayor. "Esta cifra es una referencia muy light que se hace en base a un registro de entidades que están dentro de las características más tradicionales. Pero hay que entender que, desde que existen las redes sociales, se ha desmadrado a todos los niveles".
Porque el concepto de secta ya no es el que era. Ha evolucionado. Se ha adaptado a los tiempos actuales. Sus miembros no llevan túnicas ni tienen por qué realizar rituales místicos. Tampoco se esconden necesariamente en las sombras.
"Cuando hablamos de sectas no hablamos solo de las relacionadas con la religión. Eso es algo del siglo pasado. Hay que cambiar el chip", advierte Domínguez que prefiere referirse a estas "asociaciones" como "grupos coercitivos". "Es un término más amplio que define a un grupo que ataca los derechos civiles de las personas".
Las sectas se han adaptado al siglo XXI
Ahora hay muchas nuevas. Casi se podría afirmar que existe una para cada realidad. "Con la salud entraríamos en las pseudoterapias", y ese sector, insiste Domínguez, está repleto de grupos coercitivos. "Hay todo un gran campo en el que los gurús se presentan como salvadores. Lo hacen con un tono más terapéutico que religioso. Aseguran ser capaces de mostrar lo que los médicos no logran averiguar, y aquello a lo que la ciencia no llega porque, supuestamente, detrás de la enfermedad hay un desequilibrio que solo ellos pueden ayudarte a sanar", añade Santamaría.
José Miguel Cuevas (experto en sectas): "Se esfuerzan en prometer objetivos que no se acaban logrando"
Y lo mismo sucede con todo aquello que promete un éxito fácil y rápido. "Hace un par de años lo vimos con las criptomonedas. Presenciamos cómo iban a por la gente joven a través de Instagram logrando que, unos 30.000 chavales en España quedaran engullidos en una falsa dicotomía de ser millonarios", recuerda el presidente de Redune.
Sin embargo, la esencia de las sectas actuales sigue siendo la de siempre. El objetivo nunca cambia. Anular por completo a sus devotos ha sido, es y será la principal prioridad.
"La cuestión económica no es el fin fundamental de una secta, sino uno de los medios que necesita para cumplir sus designios. Normalmente va a intentar quedarse con el dinero, pero lo que más le interesa es la vida de la persona, es decir, que su voluntad esté entregada a esa causa", señala Luis Santamaría.
Cualquier persona puede caer en la trampa
Y aquí, avisan tanto Domínguez como Santamaría, reside el quid de la cuestión, que es que cualquiera de nosotros puede caer en la trampa. "Los datos han mostrado que cuanto mayor es la formación que tiene una persona y cuanto mayor es la ciudad en la que vive, más cree en todas estas cosas de lo esotérico, del ocultismo, de la magia y de la adivinación", explica Santamaría.
¿Por qué? Según el experto, todo se reduce a la esencia humana. "Hay unos anhelos que están ahí. Las preguntas más importantes de nuestra vida al final son aquellas a las que no responde ningún grado, máster, doctorado o puesto profesional".
¿Cómo reconocer las señales para saber si estamos siendo engañados por una secta?
De ahí la importancia de reconocer los primeros síntomas de la trampa. Una trampa que, para Santamaría, se asemeja a los "problemas de adicción".
"La primera señal es que uno cambia drásticamente. Es como si hubiera un fogonazo. Esa persona se empieza a alejar en momentos cruciales como cumpleaños, fiestas patronales o Navidad", indica el experto.
Y lo va haciendo, además, de manera discreta, "sin decir nada a nadie porque quien no esté en el grupo no lo va a entender". Se aíslan, por tanto, sin llamar demasiado la atención. "Sus familiares o la gente cercana van observando que esta persona va a sitios, tiene encuentros o hace cosas diferentes, pero no le dan importancia". Hasta que se produce "un cierto terremoto" cuyo epicentro es la intolerancia.
"Un detonante se da en los debates o en las conversaciones. Cuando al dar una opinión el individuo, en vez de ser tolerante o de contrastar la información, actúa bruscamente es el momento en el que desde fuera se puede ya identificar la situación", enfatiza.
Salir de una secta: tarea difícil pero posible
Lo ideal, entonces, puntualiza Domínguez, es denunciar al correo habilitado por la Policía Nacional: sectasdestructivas@policia.es. "Mucha gente va dejando información, lo que permite construir ese armazón de observatorio", resalta.
Así combaten la policía y la justicia las sectas
Porque, aunque sea muy complejo y duro, es posible salir de una secta. Si hubo puerta de entrada, también habrá una de salida.
"Es difícil, pero posible. Eso sí –señala Santamaría–, no podemos pretender sacar a esa persona de ahí sin más, porque la han metido de una forma engañosa y sutil. Tenemos que ayudarla a que aprenda a ser libre por sí sola para salir haciéndole saber que tiene ayuda en todo momento".