El año pasado se capturó una de esas imágenes que marcan un cambio de rumbo. La cineasta Carla Simón se alzaba con el Oso de Oro en la Berlinale con Alcarrás y hacia historia al convertirse en la primera directora española en lograr el premio más cotizado del certamen. “Fue brutal, una alegría enorme, ¡ya tocaba algo así!”, celebra aún hoy su amiga Clara Roquet, que solo cuatro días antes ganaba el Goya a la mejor dirección novel por Libertad.
La historia se repitió en los premios Gaudí, la propia Roquet, junto con la cineasta Neus Ballús, triunfaba en una gala que parecía adelantarse a las celebraciones del 8M. Era la primera vez en catorce ediciones que las dos películas ganadoras Seis días corrientes -cinco estatuillas, incluidas mejor película y dirección– y Libertad –cuatro estatuillas, incluidos guion y película en lengua no catalana–, estaban dirigidas por mujeres. Un éxito al que se sumaban Alba Sotorra, ganadora al Mejor documental (El retorno: La vida después del ISIS) y Laura Mañá por el mejor telefilm (Frederica Montseny, la dona que parla).
¿El principio del cambio?
“Siento que lo que está ocurriendo es imparable”, confiesa la directora de Libertad. Nos atiende, al otro lado del teléfono, en uno de los huecos que le deja su hiperactiva agenda. Actualmente, Roquet compagina la escritura de guiones para varios directores -entre ellos Carlos Marqués-Marcet- con la preproducción de la que será su primera serie de ficción y avanza en su próximo largometraje. Inmersa en la industria desde hace tiempo, Roquet es consciente de que se está empezando compensar la balanza, pero cree que es peligroso caer en una falsa sensación de seguridad. “Tenemos que celebrar lo que está pasando, pero, de momento, solo estamos en el principio del cambio”.
Los datos hablan por si solos. A pesar de los avances de los últimos años, apoyados en las ayudas que proceden de instituciones públicas y de la propia industria, aún existe una brecha de género enorme. El año pasado, solo un 12,8 por ciento de las películas tenían a una mujer al frente. Eso supone 36 de las 280 películas que llegaron a cines o a plataformas en este pasado año. “Esos datos nos dejaron heladas. Es curioso, porque viendo los medios uno cree que la situación ya está mejor, con muchas mujeres ganando premios importantes, logrando cosas inauditas, pero al mismo tiempo la brecha sigue ahí”, subraya Clara.
La cineasta Alaura Ruiz de Azúaiz está de acuerdo con Roquet. “No hay duda de que estamos viviendo un punto de inflexión y lo que ha logrado Carla Simón es una maravilla, pero llevará mucho tiempo pasar de ese 13% a una paridad completa porque estamos hablando de cambiar estructuras que llevan mucho tiempo instaladas”. La cineasta vasca se convirtió en la sexta mujer consecutiva que se alza con el Goya a la Mejor dirección novel con Cinco Lobitos, otra película que dió su pistoletazo de salida a la temporada de premios desde el Festival de Málaga, donde ya se hizo con la Biznaga de Oro.
La importancia de las políticas paritarias
Entre el espejismo y la realidad, ese despertar de una nueva generación de cineastas es innegable. Un nuevo punto de partida en el que Alauda y Clara coinciden que ha sido fruto de las ayudas de paridad y las políticas de cuotas. También lo cree así Carlota Pereda, que ha creado todo un fenómeno con el thriller Cerdita, su primer largometraje, ganador de un premio Goya a la Mejor actriz revelación para Laura Galán. “Es evidente que las políticas de paridad están dando resultado, eso está haciendo que se den oportunidades de hacer cine a mujeres como Carla Simón, que resulta que son muy buenas. ¿Te imaginas ahora un mundo sin el cine de Carla Simón?”, asevera.
Desde luego no se lo imaginan directoras como Nely Reguera, que este año presenta su segundo largometraje La voluntaria, y que celebró como “un verdadero triunfo para el cine” la victoria de Simón en la Berlinale. Ella también opina que es más que obvio que “ese avance se está produciendo gracias a las medidas que se han tomado”. Medidas que siguen siendo necesarias, añade, pero que “ojalá que llegué un momento en el que podamos olvidarnos de ellas y de las cuotas”.
La producción, el primer obstáculo
De todas las brechas de género que existen en la industria del cine, la más abrumadora es la de la financiación. Según el último informe del CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales), la diferencia entre los presupuestos de cintas dirigidas por un hombre y una mujer es de un millón de euros de media. Una brecha que se abre mucho más si hablamos de óperas primas. “Te dicen que es mucho dinero para una primera película, cuando yo sé que, en este país, cintas de directores noveles que no tienen experiencia ni en cortometrajes han recibido mucho más”, asegura Carlota Pereda.
¿Por qué sucede esto? La directora de Cerdita y de cortometrajes como Las Rubias (2015) cree que un primer obstáculo parte de una misma. “Muchas queremos ser realistas y, sabiendo por experiencia que no te van a dar el dinero, planteamos películas más baratas”. Esto lleva, como también apunta Alauda Ruiz, a que muchas directoras dejen aparcados guiones que normalmente no se asociarían a las temáticas de mujeres directoras. “Estamos hablando de proyectos de ciencia ficción, películas de género como los thrillers... Yo misma he tenido que descartar esos guiones porque sabía que serían muy difíciles presupuestariamente”. Carlota añade una de sus experiencias: “Cuando yo plantee hacer un thriller o una película de terror me decían que por qué quería hacer eso, que eso ya lo estaban haciendo los hombres”.
Si analizamos las cifras del CIME, comprobamos que dentro del escaso 19% de mujeres que hay dirigiendo películas, la categoría dónde más cineastas hay es en el documental (24% respecto al 16% de la ficción). Laura Hojman, directora de películas documentales como Antonio Machado. Los días azules (2020) o su reciente A las mujeres de España. María Lejárraga (2022), tiene claro que esto se debe a que aquí los presupuestos son mucho más bajos. “También se observa que muchas son directoras noveles. Esto es porque el documental, -teniendo en cuenta las trabas de la ficción- se convierte en la forma más sencilla que tenemos para dirigir y acceder por primera vez a la industria del cine”.
La maldita etiqueta de “la mirada femenina”
La pregunta acerca de si existe una mirada femenina en el medio cinematográfico atraviesa las reflexiones y discusiones actuales. Aquí hay unanimidad entre las directoras con las que hemos hablado: “Si no estamos hablando de mirada masculina, no debemos hablar de mirada femenina”. Clara Roquet entiende que la falta de representación de las mujeres en el cine y de sus relatos ha hecho que muchas mujeres cineasta hayan sentido “el deber y las ganas” de querer contar universos propios de las mujeres. “Creo que es una cuestión de empatía, no de género”.
“Me molesta mucho cuando se establece esa etiqueta y esta idea de que, de pronto, las mujeres seamos un grupúsculo cerrado y todas seamos iguales dentro de ese colectivo. Cada mujer directora tiene su mirada particular y creo que ya basta de considerar el cine de mujeres como si fuera un género. Es cine, nada más”, asevera Nely Reguera. Pereda sí que matiza que aunque es cierto que como autora, tu visión pueda estar marcada por la experiencia vital y el género, “no puede generalizarse, ni se puede hacer un género de cine de mujeres”.
Aluda Ruiz va más allá y pone sobre la mesa el hecho de que esa sensación de que existe un género de mujer o una mirada femenina en el cine está estrechamente relacionada con la brecha en la financiación de las producciones. “Obviamente, si las películas con las que podemos levantar mejor nuestros proyectos cinematográficos son aquellas de carácter más intimista, más indie, se nos encasilla en estas miradas. Pero los hombres también han escrito y dirigido grandes retratos de mujeres y hay muchas directoras que escribe grandes películas de acción y reflejan personajes masculinos muy interesantes”.
La importancia de los referentes
Pilar Miró, Ana Mariscal, Josefina Martínez o Icíar Bollaín son algunas de las figuras que la nueva generación de mujeres cineastas citan como referentes. Aunque el nombre que más destaca y que se repite en todas ellas es el de Isabel Coixet. “Fue una pionera en muchos sentidos y tiene un valor tremendo que lograse la notoriedad que tuvo en un momento mucho más difícil, sin apenas referentes en un mundo más machista”, cuenta Clara Roquet.
A estas alturas, ya sabemos que las mujeres no solo pueden ser directoras, sino ser las mejores. Desde que en Venecia 2020 ganara Nomadland, de Chloé Zhao, muchas mujeres están triunfando en los grandes festivales y entregas de premios. Las dos últimas ediciones de Venecia (Zhao y Audrey Diwan), las dos últimas de San Sebastián (Alina Grigore y Dea Kulumbegashvili), Sundance 2021, los pasados Oscar, el pasado Cannes (Julia Ducournau) y los Goya 2021 se los llevaron películas dirigidas por mujeres. Ahora toca demostrar que pueden hacer mucho más, que su mirada es tan amplia como lo es el mundo y que están preparadas para la acción, el terror, la animación, el thriller y cuánto se propongan.