"Llorar el arte es bonito, te reconcilia contigo mismo, te hace saber que dentro de ti hay una persona que se deja doler. No me gusta pasar por un libro o una película sin que me ocurra nada". Con esas palabras presentaba Benito Zambrano en 2011 su tercer largometraje, La voz dormida, un proyecto que el director de Solas y Habana blues asumió como personal a partir de la novela de Dulce Chacón.
Al enorme trabajo de documentación que la escritora llevó a cabo sobre la represión de las mujeres en las cárceles franquistas, Zambrano y su reparto sumaron el suyo para crear una historia dura, que no admite la indeferencia, y que llenó las salas de suspiros y lágrimas."Yo necesitaba hacer un viaje, con la fortuna que Dulce me había abierto el camino. Pero necesitaba saber qué había pasado, conocer a los personajes. Y luego había que transmitirles a los actores cómo había sido aquello", contaba el director en una entrevista en RTVE, sobre la película que podrá verse hasta el 21 de septiembre en RTVE Play.
Memoria, dolor y guerra
La voz dormida es el relato del doble castigo (por su ideología y por su género) que padecieron muchas mujeres en la primera posguerra. Ante los inevitables reproches sobre si son necesarias más películas sobre aquel periodo, Zambrano contesta con más preguntas: "¿No vamos a hacer más películas sobre la posguerra? ¿Qué parte de nuestra historia podemos contar? ¿Qué fosas dejamos sin abrir?".
Desde una perspectiva militante o ideológica, es decir, cerrada, La voz dormida puede que solo produzca complacencia o urticarias. Como obra cinematográfica, La voz dormida es un drama noble sobre un pasado real. Y también un artefacto lacrimógeno basado en la brutal empatía que desprenden el inocente personaje de Pepita (María León) y el embarazo de Hortensia (Inma Cuesta). "La película quiere decir que la guerra nunca debió de haber ocurrido", explica Zambrano. "El arte quiere demostrar que podemos ser mejores de lo que somos. Muestra una parte de la historia para que no se repita y aprendamos". "Las fosas y las cárceles están llenas de gente que no tenía ideas políticas" dice un personaje en un momento de la película.
"La vida no te espera"
La película se puede interpretar también como un alegato del compromiso, reflejado la coherencia del personaje de la encarcelada Hortensia. "Si tú no tomas partido, la gente lo va a tomar por ti. La política y los conflictos están allí. La vida no te espera”, defiende Zambrano. La cinta explica cómo ese proceso de concienciación se vivió dentro de la propia cárcel. “Ocurrió un fenómeno muy bonito. Era el único lugar donde se hablaba de política. Muchas aprendieron a leer y a debatir”.
Si algo conmueve especialmente son las interpretaciones de Inma Cuesta y María León, ganadora del Goya a la mejor actriz revelación aquel año. “Solo puedo decirte cosas hermosas de María”, cuenta Inma Cuesta. “Tenía una hermana y ahora tengo dos. Nos llamamos hermanas, y así la tengo en el móvil”. Para prepararse, las dos protagonistas mantuvieron encuentros con mujeres víctimas de la represión. “Ni 200.000 películas que se hagan seríán suficiente para explicarlo”, concluye Inma Cuesta.