Lady Gaga es una, trina e infinita: cuando parece que ya sabamos cuál es su estilo, vuelve a adaptarse a cualquiera que sea la nueva situación en la que se encuentra. Elegante y atrevida, camaleónica y siempre, siempre original, es la única de las nuevas estrellas del pop que ha sabido recoger el testigo de Madonna. Lo que viste se convierte en tendencia, pero ella es irreproducible: atemporal y única, cada look es como un sello que estampa su nombre en prendas de hoy y de ayer, reclamándolas como suyas para siempre. (Sí, también lo ha hecho con el bikini).
Empezó con bodys metalizados, peinados imposibles y aquel infame 'vestido de carne' que nunca olvidaremos. Pero la protagonista de Ha nacido una estrella ha cambiado muchas veces de piel: cuando lanzó Joanne, su disco más discreto, autobiográfico y country, cambió la pompa por un sencillo sombrero rosa de 'cowboy'. Cuando entró en Hollywood, por la puerta grande, se paseó con vestidos rimbombantes dignos de las más clásicas divas. Pero Gaga ya ha terminado el rodaje de House of Gucci, y algunas cosas, de momento, se quedan: la cantante ha puesto el ojo en los clásicos, y sus últimos looks dan cuenta de bien podría interpretar a una femme fatale del jazz en su próxima empresa artística.
Está en Nueva York para dar dos conciertos con Tony Bennett, y ha posado frente al skyline de la ciudad en un atuendo digno de una Holly Golightly tan explosiva y atractiva como se suponía a la original. Toda de negro, con un vestido clásico de Alessandra Rick, con un cinturón ancho con los detalles dorados (a juego con los pendientes, de Agmes x Simone Bodmer-Turner, y las gafas de sol, de Dita), Gaga ha dado una lección de estilo neoyorquino con los zapatos que no podían faltar en la ciudad que inspiró Sexo en Nueva York: un par de tacones de Manolo Blahnik. Un look ganador que le ha valido el aplauso de Vogue, que la declara reina de la gran manzana en un artículo que ha vuelto locos a sus fans, que gritan '¡sí!' mientras la miran a ella. Su reina.
Por las calles que ahora contempla desde las alturas la veíamos un día antes caminar en su zapato fetiche: un par de Pleaser Boots con tacón imposible que ocupan un lugar irremplazable en su magnífico armario y nos recuerdan que, aunque sí es oro todo lo reluce, su origen más radical e inconformista sigue tan vivo como siempre. El vestido, midi, de tirantes y siguiendo la tendencia actual, es de Magda Butrym. Gaga ha firmado autógrafos en Nueva York y ha parecido constatar que la ciudad que tanto ama le devuelve todo ese cariño: "No conozco una manzana con un corazón más grande", dice.