menú principal Noticias

Limán, vía muerta en el Donbás bajo la amenaza de las tropas rusas: "Todo es igual en todas partes"

  • La ciudad de Limán, disputada desde el inicio de la invasión y liberada por Ucrania, no ha recuperado la normalidad

  • La vida de los ciudadanos transcurre bajo tierra, a salvo de los bombardeos

  • Guerra Rusia-Ucrania, en directo

VÍCTOR GARCÍA GUERRERO @victorgguerrero (enviado especial a Ucrania)
Tiempo de lectura 3 min.

Limán no parece una ciudad liberada. En el otoño de 2022, fue el símbolo de la fulgurante reconquista ucraniana de parte de los territorios ocupados por Rusia meses antes. En Limán hubo combates muy violentos, y los rusos terminaron retirándose hacia el este. Pero han vuelto, y ahora se acercan. Están ya a unos diez kilómetros.

Como en otras ciudades del frente, apenas quedan civiles. Pero aquí sí se ven soldados y vehículos militares. Es un trasiego mucho más notable que en Pokrovsk o Kupiansk. Los rusos, nos dicen, han logrado concentrar a una fuerza importante. La artillería, sin embargo, todavía suena algo lejana, comparada con otros lugares en el vértice más inclinado de la guerra.

En Limán la vida transcurre, sobre todo, bajo la superficie. Viktor y Valentina, de 80 años, llevan seis meses viviendo en el sótano de su edificio. "Es peligroso quedarse en el apartamento", explica Valentina, "aquí no tenemos calefacción y se nos va la luz, pero nos sentimos más seguros". El espacio en el que se desarrollan sus vidas es un pasillo en forma de ele de dos metros de largo por uno de ancho. Una manta colocada en la curva del pasillo hace que parezcan dos habitaciones. Se calientan con un pequeño calefactor eléctrico que cuesta menos de 400 grivnas, unos diez euros al cambio.

"Todo está bien mientras haya agua y pan: ¡sobreviviremos!", dice optimista una vecina que no quiere hablar para la cámara. Con el pasar de los minutos, cuando todavía brilla el débil sol de febrero, una cierta vida asoma sobre la nieve. Hay hasta un autobús de línea, y un supermercado con el escaparate tapiado con tablones. A la dueña le molesta la presencia del equipo de TVE: "Donde hay periodistas, hay bombas". No es la primera vez que lo oímos por aquí. No les grabamos. Su marido se acerca después y me pregunta por mi equipo de fútbol favorito. “Ah, Sporting de Gijón”, dice, "yo soy del Barcelona y de la Real Sociedad", y sonríe con su dentadura dorada.

En Limán vivían casi 21.000 personas antes de la invasión rusa. Hoy quedan unas pocas decenas. Hay muchos perros sueltos que nos ladran, pidiendo comida o atención. Y muchas palomas, que picotean la nieve como si tuvieran sed. Unos trabajadores del ferrocarril van a la caseta donde se calientan en bicicleta. Uno de ellos lleva una mochila del Real Madrid. Ninguno de ellos quiere hablar con nosotros.

Natalia llega corriendo hacia la estación destruida. Dice que tiene prisa pero puede responder cuando le preguntamos: ¿por qué te quedas? "¿A dónde debo ir?", nos pregunta ella a su vez. Y se contesta: "Todo es igual en todas partes", mientras cruza las vías muertas.

La estación de tren de Limán está destruida. Los obuses acabaron con el edificio principal, que se ha quedado sin tejado. Sobreviven malamente las vigas de metal. Hacen un ruido como de ser vivo, como una ballena herida.