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Kupiansk, la ciudad ucraniana que utiliza redes de pesca contra los drones

  • Situada en el frente de Járkov, está prácticamente desértica, con su vecinos huidos y los militares en las trincheras

  • Todos tienen miedo de los drones, un enemigo invisible que ha cambiado las normas de la guerra

  • Guerra Rusia-Ucrania, en directo

VÍCTOR GARCÍA GUERRERO @victorgguerrero (enviado especial a Ucrania)
3 min.

Kupiansk nunca ha estado tan vacía desde el inicio de la invasión. Es lo que comprobamos al entrar en este importante nudo de comunicaciones de la provincia de Járkov. Apenas hay civiles. Casi no se ve a militares. Kupiansk ha estado asediada, invadida y reconquistada, pero ahora está vacía.

La nieve cubre sus calles. Junto al río, redes de pesca cuelgan entre los postes. No están colocadas al azar. Los militares las han ubicado para bloquear a los drones rusos que vienen del otro lado del río. Están a menos de dos kilómetros, en la rivera este del río Oskil. Las fuerzas de Moscú han logrado ocupar parte del área industrial de Kupiansk y ahora tratan de rodearla por el norte y el sur.

"Vivimos una situación muy tensa y con bombardeos constantes", nos explica Vitali, extrañamente optimista, sin embargo. Ha cruzado el puente en bicicleta, por el único espacio que permanece intacto. "Confío en Dios, y que él solucione este problema; al final, todos somos hermanos", dice antes de seguir pedaleando.

En el mercado apenas ya quedan puestos. Antes había de todo: las habituales prendas militares, pero también carne o leche. Hoy, nada. "Aquí todo está normal", contesta de mala gana un vecino que rechaza hablar a la cámara de Carlos Oliván. En el este de Járkov, y también en el Donbás, no son pocos quienes piensan que la paz llegará con los rusos. "Esperadores", los llaman.

Las tropas rusas toman posiciones en el Donbás y se acercan a Dnipro

El soldado Yuri sí quiere hablar con nosotros. Se queja de los drones: "Uno de ellos atacó un tractor el otro día y mató a su conductor, es lo peor de la guerra". Los drones son una pesadilla en todo el frente. Kupiansk no es excepción. Ni la pequeña Kindrashivka, un poco más al norte y ya muy cerca a las posiciones rusas más avanzadas. Nikolai le echa la culpa de todo a los "capitalistas que han saqueado Ucrania". Está en camiseta en su casa sin calefacción a cinco grados bajo cero.

Una pareja, hombre y mujer, de mediana edad, nos dan una vuelta por el pueblo. Huelen a alcohol. En Járkov no hay ley seca como sí existe en el Donbás. Farfullan que una vez por semana les llevan comida y agua. No tienen miedo de los rusos, sino del frío. El hombre saca un fragmento de un obús que se ha colado en su salón. Tampoco tiene calefacción.

De vuelta a Kupiansk desde Kindrashivka, vemos un dron. O nos ve él a nosotros. Está suspendido en el cielo. No sabemos de quién es. "Los drones no tienen bandera", resume Konstantin, nuestro fixer local. Tenemos suerte. Parece sólo uno de observación, "Mavic óptico", identifica Konsta. Con mala fortuna, podría haber sido un aparato artillado o suicida.

Se queda en el cielo, a unos veinte metros del suelo, mirándonos mientras recorremos esta tierra casi desértica, habitada apenas por la nieve y el hielo, a la que tal vez le espera una nueva batalla.

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