Deportaciones masivas de migrantes indocumentados, duros aranceles comerciales como medida de presión, el acercamiento a Putin o el desplazamiento forzado de palestinos para construir la 'Riviera de Oriente Medio' en Gaza, son solo algunas de las medidas más polémicas que el magnate Donald Trump ha puesto en marcha en el primer mes de su segundo mandato a la Casa Blanca. Y todo ello con Elon Musk, el hombre más rico del mundo, como mano derecha en su proyecto de desmantelar las estructuras del Estado.
"La era dorada de Estados Unidos comienza justo ahora. A partir de este día, nuestro país va a florecer, volverá a ser respetado. Seremos la envidia de todas las naciones y no nos vamos a permitir que se aprovechen de nosotros. Voy a poner a Estados Unidos en primer lugar", prometió en su investidura el 20 de enero, hace un mes.
En estos 30 días ha firmado, con las cámaras como testigos dentro de Despacho Oval, unas setenta órdenes presidenciales —medio centenar solo en la primera semana—, como el despido de todos los fiscales de la era Biden; el indulto a sus seguidores que participaron en el asalto al Capitolio; la prohibición de competir a personas transgénero en deportes femeninos o a recibir tratamiento de transición de género a menores de 19 años; además de promover un giro radical en las políticas medioambientales, basado en ignorar el cambio climático e impulsar la extracción de petróleo y gas. "¡Perforar, perforar, perforar!", ha asegurado el mandatario como base de su estrategia energética.
Incluso antes de su investidura, sugirió la posibilidad de asumir la soberanía de Groenlandia —en manos de Dinamarca— o de retomar el control del canal de Panamá, como pilares para recuperar el dominio económico estadounidense bajo el mantra de MAGA (Make America Great Again). También le ha cambiado el nombre al Golfo de México por Golfo de América, y ha vetado en la Casa Blanca a los medios que no acatan esa nueva nomenclatura, como la agencia AP.
Aranceles al comercio
Su prioridad en política económica ha sido la restitución de aranceles comerciales, algo que ya prometió en campaña. En su primer día en el cargo, adelantó que impondría un arancel del 25% a todas las importaciones de Canadá y México, y así lo hizo el 1 de febrero. Aunque postergó su aplicación a cambio de compromisos de sus vecinos en la lucha contra el tráfico de drogas y la entrada ilegal de personas a Estados Unidos. Canadá se apresuró a nombrar a Kevin Brosseau como el primer 'zar del fentanilo' e incluyó a los cárteles de la droga en su lista de organizaciones terroristas, exigencias de Trump. Por su parte, México se comprometió a reforzar la frontera con el despliegue de 10.000 efectivos más de la Guardia Nacional.
El mismo día firmó gravámenes del 10% para los productos de China, efectivos a los tres días, aunque en campaña advirtió de que los elevaría hasta un mínimo del 60%. El gigante asiático respondió con tasas del 10-15% para algunos bienes estadounidenses.
La guerra comercial de Trump continuó con el aluminio y el acero, a cuyas importaciones les aplicó aranceles del 25% "sin excepciones ni exenciones". Días después impuso aranceles "recíprocos" a todos los bienes de todos los países, que afectan incluso a aquellos productos gravados con el IVA, que es un impuesto al consumo y no una tasa. "He decidido que, por razones de justicia, voy a imponer aranceles recíprocos, lo que significa que lo que un país hace pagar a EE.UU., nosotros les cobraremos lo mismo, ni más ni menos", declaró Trump al respecto. Esto abre la puerta a gravámenes individualizados, incluso dentro de la Unión Europea, con el objetivo de debilitar su fuerza negociadora como conjunto.
La inmigración, emergencia nacional
Otra de sus principales batallas es la inmigración. El mismo día que asumió el cargo declaró emergencia nacional en la frontera con México y desplegó a 15.000 militares para "asegurar" esa linde y repeler esas "formas de invasión". También eliminó el derecho constitucional a la ciudadanía por nacimiento para evitar que los hijos de inmigrantes nacidos en EE.UU. puedan ser ciudadanos. Esa medida ha sido congelada por un juez federal por inconstitucional.
Dentro de las fronteras estadounidenses comenzaron a llevarse a cabo detenciones masivas de inmigrantes indocumentados, llegando a ser arrestadas casi 1.000 personas en un solo día para ser devueltas a sus países de origen, en la mayoría de los casos.
Un mes de políticas antimigratorias de Trump: "Lo que más me preocupa son las personas que propician ese odio"
Las primeras deportaciones tuvieron lugar el 24 de enero, cuando más de 150 personas fueron trasladadas en dos aviones militares a Guatemala. A Colombia volaron en dos aviones 110 inmigrantes el 27 de enero después de que el presidente Gustavo Petro cediese tras un pulso con Trump. En un primer momento denegó las deportaciones, pero terminó aceptándolas tras las amenazas de Washington de imponer aranceles del 25 % a los productos colombianos.
En su guerra contra la migración, Trump también ordenó habilitar 30.000 camas en la base naval de Guantánamo a fin de detener a inmigrantes indocumentados; los diez primeros llegaron el 4 de febrero. El objetivo de la medida, según la portavoz del presidente, es evitar que Estados Unidos se convierta en "un vertedero de criminales ilegales de países de todo el mundo". Además planea trasladar a esa base, ubicada en la isla de Cuba, a más de 5.000 migrantes detenidos por las autoridades estadounidenses en El Paso (Texas) y San Diego (California).
El fin de la guerra de Ucrania
Durante su campaña, el líder republicano aseguró que terminaría con la guerra de Ucrania en 24 horas, promesa que no ha podido cumplir pero sí que ha dado pasos en esa dirección. El 12 de febrero mantuvo conversaciones telefónicas con los presidentes de Rusia, Vladímir Putin, y de Ucrania, Volodímir Zelenski. Por lo pronto, Trump ha propuesto a Kiev continuar con el apoyo militar a cambio del acceso de Estados Unidos a las tierras raras ucranianas, ricas en minerales. "Les dije que quiero el equivalente a 500.000 millones de dólares en tierras raras y ellos han accedido", afirmó Trump en una entrevista a Fox News el mismo día que habló de esas llamadas telefónicas.
Y este pasado martes, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, y su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, se reunieron en Riad (Arabia Saudí), donde comenzaron a trabajar en un plan para poner fin a la contienda. Ese encuentro EE.UU.-Rusia, que marcó el inicio del deshilo en la relación bilateral, ha sido ampliamente criticado por Zelenski, relegado a un segundo plano, al igual que la Unión Europea, cuyo papel en las conversaciones ha sido desdeñado por la administración Trump. Altos cargos estadounidenses ya han dejado claro que Ucrania no podrá recuperar todo el territorio ocupado por Rusia desde la invasión, en febrero de 2022, y han descartado su entrada en la OTAN, en sintonía con las aspiraciones del Kremlin.
"Más vale que Zelenski se mueva rápido o no le quedará país", ha afirmado este martes Trump, además de criticar al presidente ucraniano por haber hecho "un trabajo terrible" y acusarle de "dictador" por no haber convocado elecciones.
Un resort en Gaza
Poner fin a la guerra en la Franja de Gaza ha sido otra de sus prioridades en la arena exterior, pero a un precio muy alto, alineado completamente con los intereses de la extrema derecha israelí. Fue el primer ministro israelí, su amigo Benjamín Netanyahu, el primer líder internacional al que recibió en la Casa Blanca, el 4 de febrero. Junto a él, anunció su polémico plan para el futuro de Gaza, que ha sido ampliamente criticado por la comunidad internacional, especialmente por el mundo árabe.
"Estados Unidos tomará el control de la Franja de Gaza y haremos un gran trabajo allí. Será nuestra responsabilidad desmantelar todas las bombas sin explotar, nivelar el terreno, deshacernos de los edificios destruidos y allanar el área para impulsar un desarrollo económico que genere una cantidad ilimitada de empleos y viviendas para la población", declaró en una rueda de prensa junto a Netanyahu.
Su intención es que EE.UU. asuma el control de la Franja de Gaza para "poseer" su tierra, demoler lo poco que queda en pie y reconstruirla para transformarla en la "Riviera de Oriente Medio", un résort para turistas internacionales. Para ello, el mandatario habló directamente de desplazar "de forma permanente" a la población palestina del enclave, un éxodo forzado para el que espera contar con la cooperación de Egipto y Jordania, que mostraron su claro rechazo a lo que constituye un crimen de lesa humanidad que viola abiertamente el derecho internacional.
Además, en el segundo día de su mandato levantó las sanciones impuestas por la anterior administración a los grupos de colonos israelíes y de extrema derecha en Cisjordania y cuatro días después desbloqueó un cargamento de bombas a Israel que había sido frenado por su predecesor, Joe Biden. Además, congeló los fondos estadounidenses que iban destinados a la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA), que Israel ha vetado en su territorio.
Mientras, EE.UU. está implicado en las negociaciones indirectas entre Israel y Hamás para la segunda fase del acuerdo de alto el fuego en la Franja, que debe incluir la liberación de todos los rehenes —quedan 70 dentro del enclave y se espera que los islamistas entreguen este jueves los primeros cuatro cadáveres de cautivos—, la retirada de las tropas israelíes y el fin de la guerra. El retorno de los gazatíes a sus hogares, piedra angular del acuerdo esbozado por la administración Biden queda ahora en el aire con Trump en la Casa Blanca.
Elon Musk, cada día con más poder
La imagen del presidente ha estado muy asociada al nombre de Elon Musk, al que le ha concedido amplios poderes desde su responsabilidad en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en inglés). Trump y Musk han emprendido un recorte significativo de los funcionarios públicos y el cierre de agencias gubernamentales, con enorme controversia en el país.
Este departamento de nueva creación tiene como objetivo "reducir el tamaño y el alcance del Gobierno" y pretende recortar la burocracia, las regulaciones y el gasto de las distintas agencias federales. El hombre más rico del mundo, Elon Musk —dueño de Tesla, SpaceX y la red social X— se ha convertido en los últimos meses en uno de los principales aliados del nuevo presidente y le ha acompañado en el Despacho Oval en la firma de muchos de estos polémicos decretos presidenciales. De momento, unos 75.000 funcionarios se han acogido al plan de bajas incentivadas ofrecido por la Administración, pero esa cifra se queda lejos de los objetivos de recorte, por lo que pronto se esperan despidos masivos.
Musk ha impulsado también el cierre de agencias federales encargadas de promover la diversidad, además de cercenar los fondos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), la institución que aporta ayudas a países en vías de desarrollo y que ahora está en proceso de desmantelamiento, lo que pone el riesgo de muerte la estructura de la cooperación internacional creada en 1945. La Usaid era además una poderosa herramienta de soft power para Estados Unidos.
Aliado con Musk, Trump ha retirado a EE.UU. de diversas organizaciones y acuerdos internacionales. El mismo día de su llegada a la Casa Blanca rompió con el Acuerdo climático de París, con la Organización Mundial de la Salud, y con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), además de suspender su participación en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.