La entrada de España en la OTAN, de la que se cumplen este lunes 40 años, marcó un antes y un después en el posicionamiento de nuestro país en el mundo. Pero esta presencia española también ha tenido un gran impacto -aunque no exento de polémicas- en la Alianza Atlántica, que precisamente celebrará su próxima y crucial cumbre en Madrid este mes de junio.
La aportación española al bloque es una gran paradoja: económicamente es uno de los que menos destina a gasto en defensa, pero lo compensa con una implicación en las operaciones militares. "Militarmente, estamos aportando algo a que no todos los países tienen: una estructura de fuerzas basada en la proyección", explica a RTVE.es Félix Arteaga, investigador del Real Instituto Elcano.
Hace referencia a la proyección de fuerzas, la capacidad para movilizar tropas y medios a un teatro de operaciones alejado del territorio nacional. "Somos de los pocos países que pone barcos para patrullar el Mediterráneo, tenemos aviones que participan en la Policía Aérea del Báltico [la misión conjunta de la OTAN para vigilar el espacio aéreo de los Estonia, Letonia y Lituania] y ahora estamos en Bulgaria, eso no lo tienen todos", resume.
España, en todos los escenarios de la frontera oriental de la OTAN
Hay cerca de 800 militares españoles desplegados en tres escenarios de la frontera más importante del bloque actualmente, la de Rusia. En el Báltico, además de la Policía Aérea, el Ejército de Tierra español está presente con 350 soldados y varios vehículos de combate en el batallón multinacional que la OTAN tiene emplazado en Letonia desde 2017, mientras que semanas antes de la invasión de Ucrania envió cuatro cazas Eurofighter a Bulgaria para patrullar el Mar Negro.
Los soldados españoles participan en el despliegue de la batería antiaérea Patriot en Turquía y la Armada forma parte varias misiones de la fuerza naval permanente de la Alianza, centrada en el Mediterráneo Oriental y el Mar Negro, con uno o dos buques según el momento. Más allá de Europa, España colabora en Irak en la misión de entrenamiento de las fuerzas armadas locales, y estuvo presente en Afganistán a lo largo de casi dos décadas, hasta su retirada en 2021, en la misión más larga y costosa en vidas y recursos de nuestro Ejército. Más de 27.000 militares fueron enviados al país y 102 perdieron la vida.
España tiene también, en parte por su emplazamiento geográfico, un cuartel general de despliegue rápido en Bétera (Valencia), además del Centro de Operaciones Aéreas de Torrejón de Ardoz (Madrid), que controla el espacio aéreo de todo el sur de Europa, y un cuartel general marítimo de alta disponibilidad en Rota (Cádiz). Todo ello, en caso de conflicto, proporciona a nuestro país una posición estratégica para el despliegue de los tres ejércitos.
1,02% del PIB: penúltimo país en gasto militar
Frente a este importante esfuerzo militar, destaca la escasa aportación en defensa. España ha sido tradicionalmente uno de los miembros de la Alianza que menor porcentaje de su PIB destina a gasto militar. Es el segundo país a la cola, solo por delante de Luxemburgo, con un 1,02% en 2021, pese a la insistencia de hace años de la OTAN para que se llegue al 2%.
Este porcentaje ha ido aumentando a lo largo de los años: tras años estancado cerca del 0,9%, llegó al 1% por primera vez en 2020. Sigue lejos, por ejemplo, de Estados Unidos -3,52% de su PIB-, Reino Unido -2,29%- o Francia, que en 2020 llegó por primera vez al 2%, mientras que se sitúa algo por debajo de la media conjunta de Europa y Canadá -un 1,7%-.
El expresidente estadounidense Donald Trump llegó a pedir por carta al Gobierno de Pedro Sánchez un aumento de hasta el 2% del PIB en 2018, una insistencia que repitió el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el pasado marzo, en el contexto de una guerra en Ucrania que ha sacudido los cimientos de la seguridad europea y la alianza militar.
Sánchez se defendió en su momento asegurando que "la contribución de un país a la seguridad global no puede medirse únicamente con un porcentaje de gasto", algo parecido a lo que opina Arteaga. "Si estamos a la cola en gasto, pero a la cabeza de los que contribuyen más militarmente, es una paradoja que solo se explica diciendo que hemos gastado mejor que otros".
El presidente del Ejecutivo se comprometió en marzo a llegar a este compromiso para "pararle los pies a Putin", pero sin concretar cuándo. Este analista cree que Sánchez podría anunciar un nuevo impulso para alcanzar el 2%, lo que podría llegar en la cumbre de Madrid, pero advierte que "no es fácil asimilar ese cambio para las Fuerzas Armadas". Supondría doblar el presupuesto, de los 10.155 millones de euros en 2022 a más de 20.000 millones, algo que ya provocó las críticas de sus socios de Gobierno y sus aliados parlamentarios, como ERC. Yolanda Díaz aseguró que era prioritario invertir esos fondos en "investigación y educación".
La pata de Unidas Podemos dentro del Gobierno de coalición nunca ha escondido sus reticencias hacia la implicación española en la Alianza. Criticó la celebración de la cumbre "militarista" en Madrid y reclamó en su lugar una cumbre por la paz. En los primeros días del conflicto de Ucrania recuperó el "no a la guerra" de las movilizaciones contra la participación militar en Irak, criticó el envío de armas y apostó por una "solución diplomática".
El baremo del porcentaje del PIB destinado a defensa no es el único medidor de la implicación económica en la OTAN. España financia, en el período de 2021 a 2024, un 5,99% de la financiación de los gastos regulares del bloque, lo que la sitúa como el séptimo país en financiación directa y siempre ha pagado "sin morosidad", según Arteaga. El experto explica el bajo gasto militar entre otras cosas porque "hemos ahorrado mucho en mantenimiento" y porque "cada vez que España sale de misión de de OTAN se pide un crédito extraordinario con el cual se compran equipos y se pagan gastos de personal". Estos gastos no se incluyen en el presupuesto ordinario, y si se hiciera se observaría cómo "subiría mucho más" de ese 1,02%, resalta.
El modelo español: de "estar sin estar" a implicarse en las misiones
El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, ha reivindicado en varias ocasiones que España es un "aliado muy valioso" que ha "realizado importantes contribuciones a nuestra seguridad compartida", como aseguró en su última visita a Madrid en octubre del año pasado. Pero el camino para llegar hasta aquí no ha sido fácil.
La entrada de España en la OTAN fue "complicada", según lo define Arteaga. Fue uno de los primeros países en incorporarse a un bloque "donde toda la estructura operativa y la división de responsabilidades estaba ya engrasada". Ya formaban parte de la Alianza los países fundadores desde 1949, como Francia, Reino Unido o Italia, y desde entonces hasta la incorporación española en 1982 solo habían entrado otros dos países: Turquía y Grecia en 1952 y Alemania Occidental en 1955.
Además, nuestro país entró con el llamado "modelo español, que era estar sin estar", según el investigador del Real Instituto Elcano. Cuando Felipe González planteó el referéndum de permanencia en la Alianza en 1986 lo hizo con dos condiciones: que España no entrara en la estructura militar integrada y que se prohibiera la instalación de armas nucleares en nuestro país.
Después de la victoria del "sí" en aquel histórico referéndum -que convirtió a España en el único país del bloque aliado en refrendar popularmente su permanencia-, se mantuvieron estas condiciones hasta 1997, cuando durante la presidencia de José María Aznar el país se incorporó a la estructura militar.
En los primeros años dentro del bloque aliado, las anquilosadas Fuerzas Armadas españolas "no estaban preparadas para combatir junto a las de la Alianza" y no aportaban más que a la propia autodefensa del país, según Arteaga. Pero a lo largo de los años 80 aquello empezó a cambiar. Estados Unidos envió nuevo material militar y el Ejército comenzó a actualizarse e internacionalizarse. "La estancia en la OTAN ha aportado más a las Fuerzas Armadas españolas en cuanto a modernización y equiparación que al revés".
En 1995, con la elección de Javier Solana como secretario general de la organización, el rol español alcanzó un nuevo nivel, pero las relaciones entre Madrid con Washington y otros aliados no siempre han sido fluidas.
Las polémicas: retiradas en Irak y Kosovo
Estados Unidos se convirtió, tras el 11-S, en el primer país en invocar el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, el texto fundacional de la OTAN, para que los aliados acudieran en su defensa. La Alianza respondió y se desplegó en Afganistán en el marco de la Operación Libertad Duradera, y a partir de 2003 lo haría en forma de apoyo al Ejército de Kabul, una operación en la que España ha participado hasta su retirada definitiva el año pasado.
Más controvertida fue la petición estadounidense para participar también en un despliegue en Irak. Ante las reticencias de Alemania y otros países, la Alianza rechazó intervenir allí y únicamente se embarcó en la misión una "coalición voluntaria" encabezada por Washington, Londres y España. La participación de Aznar en el famoso trío de las Azores desató una enorme movilización ciudadana contra la guerra, en la que se cuestionó de nuevo, tras años de consenso, la presencia española en el bloque militar occidental.
Con José Luis Rodríguez Zapatero en el poder, nuestro Ejército se retiró de Irak y elevó la tensión con Estados Unidos, a pesar de que tras ello incrementó la presencia española en Afganistán. La retirada de Kosovo en 2009, sin haberlo anunciado previamente, supuso una nueva controversia con la OTAN, que criticó que se hubiera decidido de forma "unilateral". El entonces vicepresidente estadounidense reprochó a Zapatero no haberlo consultado previamente.
Las tiranteces dieron paso a una relación más cordial tras el apoyo decidido de España a la operación militar en Libia en 2011, donde participó con un gran despliegue de cazas de combate, una fragata y un submarino. Desde entonces, la OTAN siempre ha valorado públicamente la aportación española en todas sus misiones y las críticas se han centrado esencialmente en la escasa dedicación del PIB al gasto militar, lo que el Gobierno pretende remediar con un anuncio de más inversiones en la próxima cumbre de Madrid.
El "valor simbólico" de la cumbre en Madrid
Precisamente, España quiere sacar pecho de ser la anfitriona de una cumbre fundamental, marcada por la invasión de Ucrania, que le ha devuelto a la OTAN un papel protagonista que tenía en la Guerra Fría y que había quedado diluido en los últimos años. Madrid no organizaba una reunión de líderes de la Alianza desde 1997, y lo hará ahora -el 29 y 30 de junio- para conmemorar el 40 aniversario de la entrada española en la Alianza. la gente no sabe qué hacemos en la OTAN".
Cree que España ha tenido la "suerte" de que coincida esta cumbre con la negociación del nuevo Concepto Estratégico, las directrices militares y políticas para los próximos años. Se llamará Concepto Estratégico de Madrid, lo que tendrá un "valor simbólico para poder decir que España es un elemento estratégico de la Alianza".