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Ucrania, en guerra (VIII)

Salvar el legado cultural ruso en Ucrania: "El arte debe quedar al margen de la guerra"

EBBABA HAMEIDA (Enviada especial a Odesa) / PABLO TOSCO (Fotos)
8 min.

“La música es ajena a las guerras”, afirma Anatolii Pastukhov, integrante de la orquesta de Odesa. Está delante del Teatro de Ópera y Ballet de la ciudad portuaria, uno de los más importantes de Europa. Si cierra los ojos es capaz de describir cada detalle del edificio neobarroco levantado en el centro de la ciudad a finales del siglo XIX. Le duele verlo blindado por sacos de arena que lo rodean para protegerlo ante la amenaza que pesa desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania.

Odesa no solo es un punto estratégico para el acceso al mar Negro. También tiene un importante valor simbólico. Cada uno de sus rincones habla de la historia imperial y la resistencia del pueblo en causas colectivas. Pastukhov está convencido de que todo lo que está pasando resuena en el interior del teatro, un auditorio con una acústica extraordinaria que se hace eco del sonido de las sirenas antiaéreas y del silencio que expresa la angustia de la espera. Él ha pasado aquí los últimos 40 años de su vida, y ahora se conforma con contemplarlo en pie: “Cuando me vengo abajo, me acerco hasta aquí y solo verlo me hace muy feliz”.

Anatolii Pastukhov sentado en una cafetería en la plaza del teatro de Odesa PABLO TOSCO

El teatro, el arte y la música hablan de la vida cotidiana y de la memoria de la historia. El 23 de febrero este músico estaba organizando giras y conciertos, porque la orquesta tenía el calendario completo. Ahora su ocupación es llevar comida y medicinas de un sitio a otro de la ciudad. “Tengo miedo de que lo destruyan”, asegura. “Ahora solo cantamos para pedir que pare la guerra”. Recuerda lo que aconteció el pasado 12 de marzo, cuando la orquesta de las fuerzas navales cantó el himno nacional de Ucrania y el Don’t worry be happy, de Bobby McFerrin. Una imagen que parece de película, o de otra época.

"Me han llamado para ir al Ejército"

Mientras hablamos con él encontramos a otro compañero, Valery Tarasenko. Su semblante delata preocupación. “Me han llamado para ir al ejército”, cuenta a su amigo. Su mirada se empaña por la desolación. Tiene 34 años y una niña de tan solo cinco. Emilia, se llama. Ambos músicos se abrazan con la mirada. “A mí no me han llamado por edad”, explica Pastukhov.

Cuando la guerra comenzó, Tarasenko estaba de gira en Polonia. El 27 de febrero tenía un concierto en el país vecino. Lo hizo como si fuese el último. Llevaba tres días viendo cómo se materializaba la amenaza rusa sobre su país, con la certeza de que su ciudad estaba condenada a ser objetivo de la ofensiva. Al día siguiente de esta noche trágica cruzó la frontera a la inversa cuando miles de personas huían ya del país. Desde entonces la música ha sido sustituida por las sirenas antiaéreas. Las fechas de las giras se posponen hasta no se sabe cuándo.

Valeri enseña en su móvil la foto de su contrabajo PABLO TOSCO

Sin experiencia militar, este joven músico está obligado a pasar por los entrenamientos: “Me toca cambiar mi instrumento por un arma”. La esperanza de que la guerra se detenga pronto parece esfumarse con el paso de los días y la destrucción que deja a su paso. Son 26 días de tensión constante viendo que nada cambia. Dice que su mujer presentía que antes o después tendría que enfrentarse a esta difícil decisión. “A los artistas, estoy seguro, nos gustaría limitarnos a nuestros instrumentos y hacer lo que más amamos”, concluye. A Anatolii lo que más le entristece es ver a sus compañeros vestidos de soldados.

El vínculo cultural de dos pueblos

En Odesa la mayoría de la población habla ruso. Los vínculos culturales ilustran la historia entre los dos pueblos. “Siempre tocamos a Tchaikovsky y estos clásicos nunca se habrían imaginado que Vladimir Putin pudiera comenzar una invasión sobre Ucrania”, asegura. No se imagina la música clásica sin las obras de los grandes compositores rusos. De hecho, sigue con preocupación el creciente rechazo y sentimiento de odio hacía todo lo que tiene que ver con la cultura rusa.

En Odesa las familias están divididas entre los dos lados de la frontera, y se habla y se canta en ruso. La cultura y en especial “la música debería quedar al margen”, asegura. Pero no deja de pensar en los bombardeos sobre el teatro de Mariúpol hace unos días, lugar que servía de refugio para más de un millar de personas.​

Una vecina del casco antiguo de Odesa cruza la plaza en dirección al Teatro de Ópera y Ballet PABLO TOSCO

Ambos artistas creen que la cultura será la única forma de reconciliación en el futuro. El lenguaje universal del arte será el vehículo para cicatrizar la brecha que en estos momentos está llena de alambres y espinos. Personajes importantes de la cultura de Ucrania están llamando la atención sobre el peligro de la cancelación fuera de Rusia, pero dentro la situación de la libertad de expresión es preocupante. El arte bajo censura no es libre.

“El museo ucraniano debe salvar el arte ruso de la agresión rusa”

Kyrylo Lipatov es el director interino del Museo Nacional de Arte de Odesa. Es el museo más grande del sur del país, alberga más de 12.000 obras de arte ucraniano y ruso. Sigue en shock, incapaz de comprender lo que está sucediendo desde hace tres semanas. “El museo ucraniano debe salvar el arte ruso de la agresión rusa”. Parece una contradicción y es el peso de la historia. No quieren que se repita lo ya vivido con los museos ucranianos en 2014 en Donetsk, Lugansk y Crimea.

La comunidad de museos de Ucrania lleva observando la escalada de tensiones durante los últimos ocho años. De hecho, tienen “sospechas razonables de que gran parte de las colecciones de los museos regionales de Crimea y Donetsk ahora se está instalando en los museos centrales de la Federación Rusa”, señala el conservador.

Dos soldados vigilan el casco histórico de Odesa, que estos días está completamente militarizado PABLO TOSCO

Desde finales de enero, cuando comenzaron los ejercicios militares cerca de la frontera, estuvieron negociando el inicio de la evacuación con el Ministerio de Cultura e Información. “Estamos trasladando piezas a otras regiones de Ucrania”, asegura. Han tenido cierto margen para intentar proteger y evacuar, pero el problema está en los museos de Kiev o Jarkov. En las últimas semanas han recibido ayuda de muchas organizaciones europeas, como una fundación suiza para la preservación del patrimonio cultural en tiempos de guerra.

¿Qué pasará con la influencia histórica de la cultura y el arte ruso en el futuro?

La pregunta que más pesa es qué pasará con la influencia histórica de la cultura y el arte ruso en el futuro de los museos ucranianos. Es el gran dilema que se plantean muchos intelectuales ucranianos. En 1932 surgieron los museos regionales y se nacionalizaron las colecciones de grandes mecenas, como Bratkevich o Rusov, según un principio geográfico como criterio de organización. Así, surgieron un museo de arte occidental y otro de arte oriental en la calle Pushkinska, y también el Museo Nacional de Odessa, que anteriormente se llamaba Museo de Arte Ucraniano y Ruso.

“No quisiera que sucediera lo mismo que en Austria después de 1945, cuando la cultura austriaca casi desapareció en la Gran Alemania”, explica en un momento en que parece consolidarse la emancipación de la cultura ucraniana respecto a la rusa. “Quiero subrayar que no tenemos contactos con ningún museo ruso desde el 24 de febrero, y no tengo idea de qué podríamos hablar con ellos ahora”.

En el plano académico hay asuntos que ya no se cuestionan. Antes de 2014 se debatía frecuentemente sobre el origen de artistas consagrados, como Kazimir Malevich. ¿Su obra pertenecía a la vanguardia rusa o a la ucraniana?. Ahora esta pregunta ya no se plantea.

“El museo no es solo una colección y un edificio, sino también las personas que trabajan aquí. Como en otros lugares, ahora algunos de los empleados no están en Odesa. Espero que todo vaya bien y que después de la victoria podamos recuperar nuestra exposición”, afirma.

Preservar los fondos antiguos de la Biblioteca de Odesa

La Biblioteca Científica Universal Regional de Odessa lleva el nombre de M.S. Hrushevsky. Yuliana Serhiivna Amelchenko tiene 83 años pero su actividad estos días es incesante. Se dedica a poner a salvo los libros. Cada página importa, cada ejemplar importa, pero preocupan sobre todo los fondos antiguos. Con ellos la labor es más complicada, y los escanean para que al menos quede un registro digital.

Aprovechan cada segundo para trasladar hasta los sótanos cajas de metal llenas de libros. Las estancias principales están protegidas con tablas de madera y cintas. Así, el sótano sirve de refugio a los libros y a los vecinos, que acuden allí cuando suenan las sirenas antiaéreas. “La bomba nunca entrará en este lugar, tenemos columnas de hierro que protegen el sótano”, asegura.

La música se ha detenido. Los libros no se leen, simplemente se ponen a salvo. Los museos no reciben visitas. Las calles están militarizadas. Odesa vive en una angustiosa espera y sus habitantes luchan por su supervivencia y la de su patrimonio, el suyo y el ruso. “Estamos salvando obras maestras rusas de la agresión rusa”.

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