Mucho antes de que los tanques rusos aparecieran en territorio ucraniano haciendo temblar la tierra a su paso, la maquinaria de propaganda del Kremlin comenzó a allanar el camino con la construcción de un relato que aún hoy intenta mantener en pie, a pesar de la incredulidad que ha generado en la propia Ucrania y en la mayor parte de la comunidad internacional. En esta batalla paralela, los soldados enviados por Moscú se presentan como defensores de Ucrania ante la "creciente rusofobia" y "nazificación" del país, mientras que la invasión no es el inicio de una contienda, sino el final del conflicto del Donbás.
La guerra propagandística del Kremlin se construye sobre un férreo control informativo, imponiendo su mordaza implacable y convirtiendo las palabras en ladrillos de esa realidad alternativa. A la hora de informar sobre lo que está sucediendo en Ucrania, los medios de comunicación rusos han recibido la orden de recurrir únicamente a fuentes oficiales del Gobierno, y también de no utilizar determinados términos. Entre la larga lista de palabras prohibidas, destacan algunas como "ataque", "guerra" o "invasión".
Hasta ahora, las televisiones rusas no han emitido prácticamente imágenes bélicas, y si lo han hecho ha sido en un formato edulcorado, sin tanques, ni ataques, ni sangre, ni la desesperación de los cientos de miles de desplazados. Por supuesto, tampoco han mostrado personas muertas, sean soldados rusos o civiles ucranianos.
"Es un relato donde se habla básicamente de una operación de liberación de Ucrania. Un poco como han hecho con el tratamiento de la pandemia, en el que nunca ofrecían imágenes de hospitales saturados, ni de enfermos de coronavirus. Esa realidad no existía y por lo tanto no se mostraba en las cadenas de televisión rusas. Están muy acostumbrados. Pasó en la etapa soviética con Afganistán, y después en las dos guerras de Chechenia, en las que hubo un control total de la información", explica a RTVE.es María José Pérez del Pozo, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.
“María José Pérez del Pozo: "El aparato de propaganda ruso es una versión sofisticada del de la URSS". “
Esta especialista en política exterior apunta a que el aparato de propaganda ruso es "una versión sofisticada del de la Unión Soviética, porque han desarrollado muchísima ciberactividad, y son especialistas en trols, en bots, en crear relatos donde se confunden los hechos con la opinión, donde todo aparece muy enmarañado". "Es un poco el modelo de RT, que cuando trata temas que no tienen que ver con Rusia, puede dar incluso la imagen de un medio profesional, porque tiene profesionales para hacerlo bien. Pero cuando trata los temas del Kremlin aparece mucha confusión, se crean varios relatos, todos ellos un tanto conspiranoides, y no se sabe muy bien de dónde sacan los datos, porque nunca aparecen como fuentes identificadas", desarrolla.
Ley contra "informaciones falsas"
Para estrechar aún más el lazo de su mordaza informativa, la Duma aprobó a finales de la semana pasada la ley de represión de "informaciones falsas" sobre el Ejército ruso, con el objetivo de hacer frente a una "guerra de información sin precedentes" que, considera, se está librando contra Rusia en relación con el conflicto de Ucrania; y que impone fuertes sanciones, así como penas de entre 10 y 15 años, a la difusión de cualquier información que se considere falsa sobre el Ejército ruso. La nueva norma, que no deja de ser el movimiento esperado por parte del Kremlin después del veto de la Unión Europea y las principales redes sociales a RT y Sputnik, ha provocado la desbandada de numerosos medios occidentales, entre ellos RTVE, que han dejado de informar temporalmente desde Rusia.
Sin embargo, mientras que en Rusia el control de la opinión pública parece apuntalado con cierta firmeza, el escenario es muy diferente en Ucrania, donde la acción militar no solo dista de ser esa operación relámpago con la que Putin pudo fantasear en un primer momento, sino que además se ha topado con la oposición feroz de la mayor parte del pueblo ucraniano, a pesar de que el aparato propagandístico ruso se había encargado de abonar este terreno con antelación. "Al Kremlin le ha fallado el procedimiento habitual que le dio tan buenos resultados en 2008, en Georgia, por ejemplo. Probablemente porque Ucrania es, junto con los Bálticos, el país mejor preparado para contrarrestar este tipo de campañas de desinformación masiva, como la que ha antecedido a la invasión militar de Ucrania el 24 de febrero", asegura a RTVE.es Felipe Sahagún, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid.
"Ucrania fue uno de los primeros países que sufrió los ciberataques más importantes después de la Guerra Fría. Además, ellos han formado parte del sistema y conocen mejor que nadie cómo trabaja Rusia la desinformación, porque pertenecieron al gran aparato que nos lleva a la vieja KGB, y después a la actual FSB; y dentro del Gobierno de Ucrania empezaron a formar unidades de defensa contra toda esta ciberguerra", prosigue este experto.
“Felipe Sahagún: Ni con Stalin los corresponsales llegaron a tener en Rusia unas condiciones tan difíciles. “
Para Sahagún, el fracaso propagandístico del Kremlin en Ucrania le ha llevado a blindar su postura: "Al írsele cerrando las principales ventanas, lo que ha hecho es recurrir a la fuerza bruta, que son las leyes de censura absoluta, de condena a 15 años para quien use los términos guerra, invasión, etcétera. Yo diría que estamos volviendo un poco en este sentido a un sistema estalinista, aunque de hecho creo que ni con Stalin los corresponsales llegaron a tener en Rusia unas condiciones tan difíciles".
La imposición del relato ruso sobre Ucrania, y su posterior endurecimiento, no serían más que el reflejo del laberinto en el que podría haberse adentrado el régimen de Putin, una huida hacia adelante que ha desempolvado los fantasmas nucleares de la Guerra Fría. Es lo que cree Frédéric Mertens de Wilmars, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia, quien considera que "al principio todo ese relato fue una manera de justificar un acto unilateral sin fundamento jurídico, pero poco a poco Putin se ha impregnado de él, y se lo ha terminado creyendo. Ahora está obligado a hacerlo, porque ha caído en la trampa de su propio discurso".
“Frédéric Mertens de Wilmars: Putin se ha terminado creyendo su propio discurso. “
"¿Cómo puede dar marcha atrás sin perder la credibilidad, no solo a nivel externo, que ya la ha perdido de cara a Occidente, sino respecto a sus aliados internacionales, y respecto a todo su régimen? El problema es que no tiene puerta de salida. La cuestión es saber si los países occidentales, y otros como China, pueden dejarle una escapatoria para rebajar el nivel de la escalada", se pregunta.
Manifestaciones en Rusia
Mientras, a pesar de las amenazas del Kremlin, varios miles de personas respondían este fin de semana en Rusia al llamamiento del líder opositor Alexéi Navalni para manifestarse en contra de la guerra en las principales ciudades del país. Según los datos ofrecidos por las autoridades rusas, hubo al menos 3.500 detenidos entre las 5.200 personas que participaron en las protestas. En total, la ONU calcula que unas 12.700 personas han sido detenidas arbitrariamente en Rusia por haber participado en protestas pacíficas contra la guerra de Ucrania desde que empezó la invasión.
A pesar de la repercusión que estas movilizaciones han tenido en los países occidentales, los expertos consideran que su impacto dentro de las fronteras rusas ha sido escaso. "Posiblemente, dentro de Rusia hay muy poca información sobre esas manifestaciones, y en cualquier caso si aparecen, es probable que lo hagan como saboteadores, como fuerzas subversivas contra el régimen", afirma la profesora de la Universidad Complutense María José Pérez del Pozo, quien recuerda que "en la época del zar había una máxima que era que el zar siempre estaba libre de culpa, y eso hoy se sigue aplicando con Putin".
"La movilización de la calle es importante, pero no a corto plazo, porque ahora mismo Putin no tiene recambio. No hay tampoco una sociedad civil organizada y estructurada, ya que ha habido una política de acoso y derribo contra organizaciones no gubernamentales, entre ellas Memorial, la más importante; por lo que no hay nadie que lidere esas protestas, ni siquiera Navalni, cuyo alcance dentro de Rusia es muy limitado y tampoco tiene un programa político realmente articulado", continúa esta experta, quien augura que "las manifestaciones a corto plazo no van a cambiar la guerra, ni tampoco el sistema político del régimen", ya que no hay nadie que "capitalice el éxito de esas manifestaciones, y cómo se concretan en un programa político o en una alternativa política".
Las tímidas protestas que han sucedido a la invasión de Ucrania, y la contundencia de las fuerzas de seguridad rusas para silenciarlas, tienen un antecedente cercano: las manifestaciones que sucedieron a las elecciones legislativas de 2012, ganadas por Vladimir Putin bajo acusaciones de fraude electoral. "Después de la explosión de 2012, el miedo del aparato de Putin, sus agentes, sus cien multimillonarios oligarcas, han dicho que hay que responder con mayor dureza. Aunque lo venía haciendo desde mucho antes, asesinando a los principales dirigentes políticos, persiguiendo e intentando envenenar a los periodistas críticos… Y ahora ya han metido miles de tanques en Ucrania, lo que es continuación de lo otro por medios diferentes", opina Felipe Sahagún, de la Universidad Complutense de Madrid.
"Putin está haciendo lo que está haciendo dentro de Ucrania porque, independientemente de sus objetivos geoestratégicos, seguridad periférica, o amenaza de la OTAN, lo que no quiere es una democracia estabilizada que empiece a prosperar en su frontera y en un país como Ucrania, ya que lo considera una amenaza directa contra su régimen autoritario", sostiene.
"Ucrania se ha convertido en Afganistán para Putin"
Para el profesor de la Universidad Europea de Valencia Frédéric Mertens de Wilmars, el discurso ruso de la guerra en Ucrania "ha cambiado en función de la reacción de los países occidentales, aunque hay una tónica general, y es que Putin siempre se presenta como víctima, y no solo él como persona, sino también Rusia". Mertens asegura que el presidente ruso, basándose en el antecedente de Crimea, "no contemplaba esa rápida unanimidad entre los europeos", lo que ha generado un cambio de discurso, con la confrontación nuclear de fondo como amenaza explícita.
"Hasta ahora ha utilizado el término disuasión, pero la disuasión nuclear se inscribe en un contexto muy concreto, un statu quo entre dos potencias nucleares: Estados Unidos y Rusia. Un equilibrio geopolítico. Aquí no estamos hablando de equilibrio geopolítico, ni tampoco de disuasión", valora.
"Ucrania se ha convertido para Putin, tanto a nivel de propaganda como a nivel del día a día, en su Afganistán. Estamos en un Afganistán europeo. Y a nivel de comunicación, de propaganda, de dato, va a tenerlo más complicado incluso en Rusia que en Ucrania", reflexiona este especialista, haciendo alusión a la guerra que, lejos de ser un paseo triunfal, terminó enquistándose hasta el punto de socavar los cimientos de la Unión Soviética.