"La noche podría haber detenido el curso de la historia: la historia de Ucrania y la historia de Europa", decía el presidente Zelenski en su reciente discurso tras el ataque ruso contra la central nuclear Zaporiyia. Alarmista o no, lo cierto es que no hay precedentes a lo ocurrido: un bombardeo sobre el recinto de una central nuclear. Y menos aún una tan grande. Lo que hace que muchos se pregunten si Rusia ha subido el nivel en sus ofensivas, porque la de Zaporiyia no es la única central de Ucrania.
La noche podría haber acabado en una tragedia de enormes proporciones para todo el continente. “Los sistemas de seguridad de los seis reactores de la central no se han visto afectados y no ha habido liberación de material radiactivo”, declaraba, con gran alivio de todos, el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el argentino Rafael Mariano Grossi.
Porque, de darse lo contrario, podríamos estar hablando de un gran accidente nuclear. La central de Zaporiyia es una de las más grandes del mundo y la más grande de Europa. Está dotada de seis reactores tipo WWER-1000 y una potencia total de 6000 MW. La nube radiactiva que podría provocar sería devastadora.
El papel de Zaporiyia en la estrategia militar de Putin
“Ningún otro país excepto Rusia ha disparado jamás contra centrales nucleares”, ha denunciado el presidente ucraniano, que ha acusado a Putin de recurrir al ‘terror nuclear’. Pero resulta poco probable que el objetivo del presidente ruso fuese, tan sólo, provocar el pánico en la población o destruir la central.
A fin de cuentas, Zaporiyia se encuentra más cerca de Moscú –a poco más de 1.000 kilómetros- que de Berlín o Varsovia, por poner algunos ejemplos. En caso de accidente nuclear provocado por un ataque, la nube radioactiva podría –según los vientos- descargar sus efectos antes en la capital rusa que en la alemana. Jugar con un riesgo así poniendo en peligro real a su propio país sólo por lograr un golpe de efecto parece excesivo incluso para él.
Sin embargo, la central nuclear sí juega un papel importante en la estrategia militar de Putin. Y más aún en una que recurre al asedio como parte del mecanismo de conquista. Lo hemos visto estos días. De momento, la única ciudad ucraniana importante en manos de las fuerzas rusas es Jersón, con 300.000 habitantes. Pero otras como Járkov, Mariúpol, Odesa o la misma Kiev están en el objetivo. En esta fase de la ofensiva, el Kremlin centra sus esfuerzos en ellas, ya que su control permitiría estrangular la logística de los ucranianos.
Y el control por el acceso a la electricidad es una táctica que Rusia ya ha utilizado estos días de guerra. Esta misma semana ha destruido la planta de energía en Okhtyrka, dejando esa ciudad sin electricidad. También en el asedio de Mariúpol el ejército ruso ha dejado sin luz a la ciudad durante horas.
Objetivo: cortar el suministro eléctrico
El control de las centrales nucleares resultaría fundamental. Especialmente, la central de Zaporiyia, que suministra el 25% de la electricidad de Ucrania. Pese a que el gobierno ucraniano lleva desde 2017 trabajando en planes que permitan tener una mayor independencia energética (como poner su red eléctrica en la misma frecuencia que la Red Europea de Gestores de Redes de Transporte de Electricidad), controlar Zaporiyia permitiría a los rusos controlar la electricidad que llega a los bastiones de la resistencia ucrania, y no sólo del sur.
Además, al tomar Zaporiyia, el gobierno ucraniano se podría ver obligado a apagar el resto de centrales nucleares, que aportan el 50% de su suministro eléctrico. Según el experto en energía nuclear Marcel Cordech, citado por la agencia Efe, esto supondría "un apagón total porque Ucrania ya se ha desenchufado de la red eléctrica rusa pero aún no ha conseguido conectarse a la europea", pues estos cambios requieren tiempo, por lo desde hace días el país funciona como un sistema independiente y está abandonado "a su suerte".
Así, controlar el suministro eléctrico permitiría a Rusia asfixiar a su enemigo. La cuestión es el riesgo tan grande que se ha corrido para lograr ese objetivo en el país que aún sufre las terribles secuelas del accidente de Chernóbil.
El fantasma de Chernóbil
Tras el inaudito ataque sobre Zaporiyia, ese nombre ha venido a la cabeza de muchos. Y una fecha: la de aquel 26 de abril de 1986, cuando la explosión del reactor número cuatro de la central desencadenó un accidente nuclear que arrojó a la atmósfera una radiactividad equivalente a entre 100 y 500 bombas atómicas como la de Hiroshima. Según cálculos de expertos ucranianos, recuerda EFE, el accidente se cobró la vida de más de 100.000 personas.
El presidente Zelenski ha señalado que un accidente en Zaporiya habría provocado "seis chernobils". Exagerado o no, habría sido una tragedia de grandísimas proporciones, difíciles de calcular. El incendio que estalló en el complejo tras el bombardeo ya se ha extinguido. El riesgo mayor parece haber pasado, mientras Moscú culpa a “saboteadores” ucranianos de ser los responsables.
Pero aún quedan en Ucrania otras tres centrales, con otros nueve reactores, así que la OIEA ya ha hecho un llamamiento para lograr un acuerdo que permita sacarlas del frente de batalla. Porque el riesgo es demasiado alto para todos.